Ignoro la fiabilidad de los contadores de visitas que te
permiten conocer qué cantidad de lectores se han asomado a las entradas del
blog. Lo manifiesto porque como cada día me señala algunos centenares, estoy
preocupado, a la par que sorprendido, por si no soy capaz de mantener el
interés en los temas que son objetos de mi comentario.
El artículo que ha merecido la mayor atención se publicó el
16 de agosto de 2016, en Pepillo y Juanillo, y lo titulé La Graciosa en peligro.
Ayer tarde eché una visual y señalaba la nada despreciable cantidad de 7434
visualizaciones. Ni siquiera la de Casimiro (7 de marzo próximo pasado, en
Desde La Corona), que mucho revuelo armó en sede parlamentaria, alcanzó tanta
trascendencia (3599 visitas).
La frase que da título al presente no es mía. Es de una de
las gracioseras entrevistadas por La Sexta en el reciente programa dedicado a
la isla, en el que se debatía acerca de la masificación que sufre aquel
reducido espacio. El lamento es bastante significativo: Se va a echar a perder.
Este es el tercer o cuarto artículo que dedico a dar mi parecer
de la presión a que está sometida la que se considera la octava isla del
archipiélago. Que cada verano sufre tal avalancha de visitantes, que se baten
récords en el arrendamiento de apartamentos (un año de antelación, mínimo), en
el movimiento de vehículos, en el alquiler de bicicletas, en el número de
viajes de las líneas marítimas, y en ‘todo lo que normalmente no vemos’
(basuras, visitas al cuarto de baño, erosión del territorio…).
No me voy a repetir en lo expuesto con anterioridad. Pero me
alegro de que los habitantes tomen conciencia de que la olla puede explotar.
Puede que de nada valgan los lamentos de quienes vendieron solares a foráneos
que ahora regentan habitaciones, viviendas, residencias. Aunque se está a
tiempo de poner coto. Porque, me temo, los dineros obtenidos están tomando otros
caminos y no repercuten en mejoras para los que allí fijan su residencia
durante todo el año.
Yo entiendo que ya está echada a perder, pues en este
particular caso me puede el pesimismo. Mas no me gustaría perder la esperanza y
seguir metiendo la mano en el agua. A pesar de las microalgas. Debidas al
aumento de la temperatura a consecuencia del cambio climático. Y nos quedamos
tan frescos. Como si esta secuela no supusiese la avanzadilla de la que nos
espera.
Mientras, todos doctores en biología marina. Y las redes
sociales ponen de manifiesto que el pueblo canario vale su peso en oro. La cantidad
de másteres por centímetro cuadrado se ha incrementado vertiginosamente. No
hubo necesidad de acudir a la tómbola de la fiesta del barrio para adquirir la
papeleta. Nos bastó un par de dedos, y la tecnología puso el resto.
Los entendidos (me quedo patinando al no saber dónde ubico a
los políticos) coligen que no existe relación entre microalgas y vertidos de
aguas residuales. Y de tal suerte, carta blanca para arrojar toneladas de
mierda al océano. Como llevamos haciendo varias décadas. Todavía es posible
visitar calderones, pescar viejas y coger lapas. Cuando junto a las
cianobacterias aparezcan más bichos raros, estudiaremos qué medidas corresponde
adoptar. Y si el turista decide buscar lugar alternativo, rezaremos a la Virgen
de Candelaria para que surjan más conflictos en el Norte de África y en Oriente
Próximo (o Lejano).
Se va a echar a perder, dijo la señora tocada con su
sombrero graciosero. Quien ha vivido allí siempre sabrá bien el porqué de la
sentencia. Salvando las distancias, es lo que vengo sosteniendo con mi alcalde.
Me temo que nadie nos va a prestar la más mínima atención. Seguirán llegando
barcos cargados de gente a La Graciosa. Unos veinte al día. Y persistirá
Domínguez en ser y no ser al mismo tiempo. Cuando ocurra una desgracia, allá y
aquí, nos lamentaremos amargamente. Pero nadie se acordará de que lo habíamos advertido.
¿Adivinos? Qué va, sentido común.
Perdón por no haber publicado ayer. Razones de fuerza mayor
me lo impidieron. Intentaré que no vuelva a ocurrir. Procuraré no echarme a perder.
¡Ah!, te dejo pues Clavijo recomienda que nos estemos callados no sea que se
enteren por esos mundos afuera de que en Canarias… Hasta mañana.
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