─Esstoy
algo canssado puess he tenido que adelantar miss ejercicioss mañaneross, pero
antess de darme una ducha, o un baldeo por assperssión, me fumaré mi puro
diario no ssea que mañana sse alargue essa convocatoria, fuera del periodo de
ssessioness, mecachisss. Nunca me he negado a dar explicacioness y he informado
en cincuenta y doss oportunidadess. Jamáss he vissto gente tan torpe para
comprender algo tan ssencillo, tan ssimple. Ademáss, ssiempre ssoy máss claro
que el agua. Cuánta torpezza dialéctica. Qué cabritoss.
La reflexión de Mariano quedó interrumpida por unos ligerísimos
toques en la puerta del amplio despacho. Bajó ambos pies de la mesa (la misma
que había utilizado José María para escena similar), escondió el habano en el
lugar de costumbre (confiado en que, como en otras ocasiones, se apagaría por
sí solo), pulsó un par de veces aquel ambientador casero que le habían regalado
en Cambados y que tan buenos resultados le estaban proporcionando, cogió la toalla
y se la colocó sobre sus hombros.
─Passa,
Ssorayita. (Ya conozzco lass ssutiless cariciass de ssuss delicadass
manecillas, o manitass, uy, que me trabuco una vezz máss, díjose por lo
bajini).
─Buenos días,
Mariano. Vamos a repasar tu comparecencia, pero… ¿aún no te has duchado? Ya
estuviste fumando de nuevo ─le recriminó la vice mientras se subía a un
taburete para llevar a cabo la comprobación de rigor. Tras olfatear en todas
las direcciones, y cuando se disponía a la enésima monserga, púsose el presi
delante del jarrón chino donde ocultó el cuerpo del delito, y que aún despedía
una exigua columna de humo, unos hilillos, y se aventuró a llevar la iniciativa
a pesar de que le escocía la quemada del dedo índice de la mano (derecha, por
supuesto).
─Tenemoss todo el
tiempo del mundo, porque lass cossass sson como sson y ssi fueran de otra
manera, puess no sserían essass cossass; ess de lógica aplasstante. Esstaré una
media hora en el jacuzzzzi, luego massaje y a lass diez regressaré lissto para dar
loss últimos retoquess a los papeless que me dejasste ayer. Anoche ya me leí
medio folio y compruebo que hass sseguido al pie de la letra miss
insstruccioness. Vass mejorando, Ssorayita.
─¿Y nos dará
tiempo, Marianín? ─preguntó Soraya, quien se llevó la mano (derecha, claro) a
la boca cuando se percató de la osadía verbal─. Lo siento, presi, pero como tú
usas conmigo el diminutivo.
─Ji, ji, ji. ¿Y a
qué otra fórmula oral, o recursso esstilísstico, podría recurrir esste gallego
cargado de grandess dossiss de ironía, mi “pequeña” princessita (cuánto énfasis
puso el registrador de la propiedad en el adjetivo). Ess que sse cae de maduro.
Qué bueno ssoy. ¿Lo cogisste, Ssorayita?
─Bueno, estaré en
mi despacho. No te vayas a quedar dormido en el baño como la vez anterior.
Sniff, sniff, aquí huele raro.
─Qué gran olfato
tiene essta chica ─volvió a pensar Mariano (algo rarísimo en él; ¿dos veces al
día?, raro, raro, raro)─. No me extraña que haya llegado a esse cargo.
─¿Decías algo?
─Nada, nada.
Ssalgo dissparado. Noss vemoss en una hora.
Fuéronse el uno y
la otra a sus respectivos quehaceres y encontráronse, según guion acordado, al
cabo de los sesenta minutos estipulados (sesenta y tres, para ser exactos).
─Esstoy hecho un
chaval. Llevo una marcha. ¿De qué íbamoss a tratar? Ess que hoy dan la etapa
íntegra de la Vuelta y ssabess que el ciclismo me puede. Vamoss, Contador.
Habrá que pedirle loss papeless al africano del Froome esse. Llama a Zzoido.
─Pero, Mariano,
la comparecencia, mañana en el Congreso.
─¡Ah!, ¿mañana ess
nuesstro Congresso? ¿Y hay máss candidatoss?
─Que todos los
grupos han solicitado que expliques los asuntos turbios.
─¿Assuntoss
turbioss? ¿Nossotross? Qué pintoressca obssessión.
─¿Recuerdas lo de
la Audiencia el otro día?
─Esstuve
brillante, no me lo negaráss. Y el juezz, qué tío máss cachondo, hassta quisso
ayudarme, como ssi yo no fuesse capazz. Esso no toca, cortaba de vezz en
cuando. Me infundió ssossiego, sserenidad.
─Lo mismo, Mariano.
Ni Gürtel, ni Correa, ni Bárcenas.
─¿Gürtel?
¿Correa? ¿Bárcenass? ¿Loss va a fichar el Madrizz? Qué grande eress Florentino,
ess un puntal.
─Dale caña con
Cataluña, terrorismo, Venezuela.
─No me digass que
essos condenadoss por pederasstia, amigoss de etarrass y chavistass de mierda…
─Sin pasarte,
presi.
─Denunciadoss por
agressiones, por tráfico de drogass, untadoss con dinero negro…
─Borra ese color.
─¿Algo máss,
Ssorayita? ¿Cuándo ess la Tomatina de Buñuel?
─Buñol, Valencia.
─¿Y esstará Paco?
Pobre Rita, con lo que le gusstaba enfangarsse.
─Si saliera la
palabra corrupción…
─ Zzzz. Zzzzz.
Zzzzzz. Zzzzzzz.
Y así.
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