No está clara (ni yema) la cuestión. Las gallinas, ajenas a
la problemática, a lo suyo: a poner. Y a
inundar el mercado sin ser conscientes de que nos pueden estar envenenando.
Porque al humano –el más irracional sujeto que habita el planeta Tierra– no se
la ha ocurrido mejor solución para combatir plagas de pulgas, garrapatas, cucarachas,
pero, sobre todo, las de piojos rojos, que utilizar cierto insecticida
denominado fipronil. Que, como todo producto tóxico, nos ofrece la otra cara de
la moneda. Lo que es haz para los insectos reseñados, se convierte en envés
para los animales y domésticos. Y las aves no solo pueden contaminarse, sino
que nos pueden regalar los efectos nocivos del producto a través de… los
huevos.
Alemania acusa a Bélgica y Holanda de falta de
transparencia. A su vez, Bélgica lo hace con los Países Bajos por ocultar sus
huevos desde noviembre del pasado año. Da la impresión de que el Benelux ya no es
lo que era. Y que la Unión Europea hace aguas. O tiene los huevos aguados. O duros,
como la cara de algunos dirigentes. Y yo, en lugar de escribir unas líneas para
poner en solfa a cierto digital herreño que nos informa de la concesión del premio
Leoncio Morales a Narvay Quintero, consejero de Agricultura, Ganadería, Pesca y
Aguas, amén de portavoz del Gobierno de Canarias, sin que exista la más mínima
referencia a los otros 18 galardonados, me sumerjo en la huevonada (necedad en
el lenguaje coloquial de varios países americanos) y desvío mi atención al amplísimo
espectro léxico del vocablo en cuestión.
Aunque, y con carácter previo, la imaginación me trasladó a
Venezuela (Nicolás Maduro) y Corea del Norte (Kim Jong-un), países que en la
actualidad pueden ser el paradigma, en su enfrentamiento con el vecino del
ático, Estados Unidos (Donald Trump), de la comprobación testicular (acepción
5ª del DRAE) del que los tiene (o produce) más grandes y batir el récord
mundial de confección de tortillas, con o sin papas. Porque estos tres ejemplos
(qué digo, ejemplares) sí que son una verdadera crisis de huevos y no la
posible salmonelosis proveniente de las gallináceas europeas. Y no hay verano
que se precie sin varios brotes de salmonela. Los huevos no iban a ser menos y
siempre se descarría alguno.
Nos ahogamos, a veces, en un vaso de agua, o con un huevo
frito (o pasado), con supuestas crisis que solo son el resultado de las
batallas económicas por ocupar espacios de mercado en un mundo cuya principal
finalidad consiste en consumir sin ton ni son. Tesitura similar a cuando se
pone en solfa a un medicamento. Cuando en realidad solo se trata de una
operación de mercadotecnia del laboratorio de la competencia. Por qué
desgraciarlo tú cuando lo puedo hacer yo.
Suele ser en época estival cuando surgen informaciones de
este estilo. No digo que sea otra de las clásicas “serpientes”, pero da que
pensar. Lo tomaremos como un huevo de Colón (cosa que aparenta tener mucha
dificultad pero resulta ser fácil al conocer su artificio), también llamado
huevo de Juanelo (no mi amigo de San Juan, debe ser otro). Aunque si
estuviésemos en invierno no nos calificarían de beodos si sostenemos que se
trataría de un huevo pasado por agua (huevo tibio, se estila por las Américas) siempre
que las lluvias hagan acto de presencia.
Si hemos de volver a la trifulca antes reseñada entre
mandatarios supuestamente idos, encajarían otras expresiones al estilo de
huevos bobos o huevos dobles quemados, cuando no cacarear y no poner huevo. No
obstante, que no se pongan farrucos o puede que den con los huevos en la ceniza
ante alguien que se eche los huevos a tuto. Lo mejor sería hacerle huevos al
asunto. O, en caso contrario, machacarse los huevos. Para no comerse un huevo
por no tirar la cáscara, es preferible ir pisando huevos. Como en Puerto de la
Cruz, tranquilitos, empollando huevos. Tanto que nos cargamos la gallina de los
huevos de oro (turismo) sin que movamos un dedo, como si estuviéramos de a
huevo… Como de algo hemos de morir, qué mejor que con un par de huevos.
Todo surgió de buscar HUEVO en el diccionario. A fe que
enseña un montón. Y como Internet te facilita el trabajo sin necesidad de
poseer varios ejemplares en casa, cuando un huevo te siente mal y te salgan
sarpullidos por todo el cuerpo, te quedará la satisfacción de estar vacunado
con un fisco de cultura. Mientras, no uses fipronil indiscriminadamente. No se
ha probado, creo, contra la mosca blanca ni microalgas, pues siguen ahí, tan
campantes.
Cuídense de la calima. Y del viento. Y del calor. A este
paso no vamos a salir de casa. Para que no se nos suden (las ideas).
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