miércoles, 30 de agosto de 2017

Carga turística

Se elevan ya voces en Lanzarote de cuánta presión pueden soportar ciertas zonas, de cuál es el tope de visitantes de un lugar para que este no se degrade. Se alude, concretamente, a La Graciosa y Papagayo. ¿Cuántos visitantes pueden llegar a Caleta de Sebo sin que aquel escaso y frágil territorio no se hunda en las profundidades oceánicas? Se va a echar a perder. ¿Lo recuerdas de hace unos días, no? Dicho por una vecina de allá, no por mí.
Estamos tan acostumbrados a medir éxitos por afluencias que no dudamos en sostener que Canarias puede alcanzar en un futuro no tan lejano el redondo número de veinte millones de turistas. Y nos quedamos tan anchos. ¿Pero existe capacidad para resistir esta carga? Es lo de menos. Ni se cuestiona ni entra en plan alguno.
Aclaro, antes de continuar, que la fotografía fue también, como ayer, ‘robada’ de Diario de Avisos. No se quejarán de que les vengo haciendo publicidad gratuita.
Se aprueban leyes de Protección de Espacios Naturales. Que está muy bien, es indudable. Pero nos olvidamos, o se dilata demasiado, la redacción de los respectivos planes de uso y gestión. Y si por un casual ya se elaboró la norma que rija el desarrollo del sitio a preservar, no se ejecuta por la más nimia traba, o por excusas peregrinas, o por ocultos intereses.
Centrémonos en nuestro Teide. Cuyo acceso en teleférico constituye un goteo permanente. ¿Podrá su cono seguir sufriendo la erosión descontrolada de tanto excursionista? Claro que es un potencial turístico a explotar. Pero hagámoslo de manera racional. Y sentemos las bases para otro tipo de visitas. Encaminadas a quienes comprenden y respetan el mundo de la vulcanología, de aquellos enamorados del mundo de cráteres, erupciones y lavas y no de quienes la conservación de estos lugares emblemáticos se les importa un comino. Si quieres denominarlo turismo selecto, hazlo. Yo prefiero mentarlo como curioso, interesado, versado, respetuoso. Y así, por extensión, si me apuras, con el resto de Las Cañadas y con tantos ejemplos de este mundo apasionante en la diferentes islas. En el que la aventura es componente constante. Junto a otros conceptos de suma trascendencia como la historia, la geología, la geografía y otras tantas ramas del saber. Porque, ¿es normal que las visitas a las Montañas del Fuego se midan, exclusivamente, por el número de vehículos que acceden al Islote de Hilario, lo que se traduce en varias decenas de miles de euros diarios?
O racionalizamos los recursos o el invento nos puede explotar (nunca mejor expresado) en cualquier momento. Se nos va de las manos en el afán de superar récords. Y cuando nos quedemos con tres palmos de narices, no valdrán lamentos. Porque tiempo hemos tenido para regularizar situaciones. Pero nos pierden las cuentas. Cuanto más, mejor. Y no, no pueden ser los números los únicos componentes de la ecuación. Hay otras incógnitas a despejar. Corremos el peligro de cargarnos la gallina. Y muerta esta, ¿con qué suplimos los huevos perdidos?
¿Se acuerdan de que había que fomentar un turismo de alto poder adquisitivo, un turismo selecto y orientado hacia los sectores que la naturaleza nos brinda de manera tan generosa? Sí, algo más que sol y playa. Que también, no vayamos a cortar por lo sano. Palabras, nunca hechos.
La Graciosa está en gravísimo peligro. Me alegro de que algunos conejeros ya tomen conciencia de la situación. Creo que César no hubiese permitido estos excesos. Y Lobos va en camino. A lo mejor –y no me cuelguen– sería bueno que otros destinos turísticos (Norte de África, por ejemplo) volvieran a la normalidad para que en Canarias aterrizáramos, pusiéramos los pies en el suelo.
Mañana acaba agosto. Pero quedan días de verano. Aprovéchenlos. Pero con cabeza. Y cuidemos nuestro entorno. Nos va la vida en ello.

No hay comentarios:

Publicar un comentario