Las tradicionales sequías informativas veraniegas –no tan
acentuadas en la actualidad como décadas atrás– dan pábulo a la proliferación
de rumores. Que son, eso dicen, la antesala de la noticia. Lo que me parece
otra aberración más en este convulso mundo de los excesos. En el periodístico,
ni te cuento.
Sostiene algún lumbrera que la acumulación de jóvenes (en
prácticas) en las redacciones de cualquier medio hace disminuir la calidad del
producto. Lo que viene a ser más falso que un billete de tres euros, porque
ojalá más de un encumbrado alcanzase la preparación de estas hornadas
universitarias. Y no me apetece poner ejemplos no sea que los ejemplares que
llevan muchos años en la cosa puedan sentirse ofendidos. Como si el tiempo
fuese el único medicamento para conseguir la mejoría. Conocí a un futbolista al
que le repetían los entrenadores –puede que para consolarlo– que en la siguiente
temporada alcanzaría el cénit de su carrera. Contaba su historia cuando debía
ayudarse de bastón sin haber cumplido aquel sueño de juventud. Se quedó con las
ganas.
Qué arma de doble filo este mundillo de las redes sociales.
En el que nos desenvolvemos con total desparpajo y sin medir consecuencias de
los peligros que entraña. Porque el vivir conectados de manera permanente nos
ha provocado tal subidón de adrenalina que todos nos hemos convertido en
expertos. Y de ahí a periodista o reportero gráfico, un paso.
Ayer tuvo que salir a la palestra Sanidad para señalar que
el brote de hepatitis A (hecho cierto) con que estos calores nos han
sorprendido, nada tiene que ver con el tan cacareado asunto de las microalgas
que han poblado nuestras playas en los últimos días. Es que no hay nada más
fácil que divulgar cualquier direte, etiquetar a unos amigos y que ruede el
bulo. Al cuarto de hora es tema contrastado. Y si aderezamos la movida con una
fotografía, aunque sea de la Cochinchina, a ponerle el cuño.
Algo parecido debió acontecer con el señor Hernández Bento. El
que fuera amigo entrañable de Soria, y desaparecido de la escena política tras
su fallido intento de hacerse con el mando del PP en Canarias en un proceso de
primarias que fue recurrido en los tribunales, se elevó hace unas horas a
candidato a la alcaldía de Las Palmas por Ciudadanos. Minutos después era
públicamente defenestrado al no aceptarse su afiliación a la formación naranja.
Algo que para otro medio era afer elevado a los altares desde el pasado julio.
¿Otra serpiente? Chi lo sa.
Puedo confirmar –esto no es rumor– que Juana no está en mi
casa. Y si por un casual así fuese, lo primero que le recomendaría es un cambio
urgente de abogada. Porque las directrices de quien lleva su triste dilema la
han abocado a un camino de difícil retorno. La comisión de un delito es la peor
decisión que pudo adoptar. La presión social a través de los medios de
comunicación y el juego de los sentimientos no suelen ser buenos aliados ante
el fundamento de la razón. Convertirse en prófugo de la justicia quizás no sea
la mejor decisión para proteger a sus hijos.
El 10 de agosto de 1982 (35 años atrás), las Cortes
aprobaban el Estatuto de Autonomía de Canarias. Ayer nos lo recordaba un
periódico con una fotografía de Bravo de Laguna, quien en aquel entonces ya transitaba
por la cosa pública y algo tuvo que ver con la redacción del documento. Nuestro
hombre sigue hoy tan campante y ahora mismo estudia la posibilidad de integrar
su grupito grancanario en Ciudadanos. Puede que tenga más suerte que el anteriormente
citado Hernández Bento. Y espero que no vuelva a caer en la tentación de
llevarse algo para casa, que ya con el episodio londinense habrá salido
escaldado. Y no fue un rumor.
La viñeta de Morgan (vi su exposición en Las Palmas el
verano pasado, qué maravilla) me conduce a dos temas con un denominador común:
los deportes extremos. Como el de las esperpénticas carreras para coger una
hamaca en la piscina del hotel (no es nada nuevo pero los canales de difusión
elevan al estrellato de las visitas las tramas más nimias) y la grave preocupación
(esta sí es cuestión de calado) por las exigencias a que exponemos el cuerpo,
con unos esfuerzos tan inhumanos que se corre el peligro evidente de que el
motor se gripe ante un sometimiento que trasciende los límites de la sensatez.
Y finiquito estos otros, que no son rumores. Se nos marcha Clavijo
hasta El Líbano. Siguiendo los pasos de otros presidentes y ministros, va a
girar visita al contingente militar del Mando de Canarias. Luego, entiendo, le
harán un reportaje para ese maravilloso programa televisivo denominado
Noveleros. Que podría extenderse al Somos costeros. A este rebenque de la
platanera le gustaría que fuera a entrevistarse, verbigracia, con Eduardo
Álvarez (lo nombro en representación de tantos canarios que se han ido por esos
mundos en busca de un porvenir que aquí no hallaron) y sacara conclusiones de penurias
y esfuerzos. Y siempre llevando la bandera de Canarias por delante. Esos
valientes sí que necesitan estímulos. Lo de los otros entra en el capítulo de
las obligaciones que adquirieron cuando libremente pasaron a formar parte del
Ejército. Deja ver si tengo suerte y algún día nuestros dirigentes se quitan la
venda y se dejan de ‘postureos’.
Lo mismo nos encontramos mañana. Ya se verá.
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