Entre tantos artículos de opinión, comentarios en las redes
sociales, reportajes en los medios de
comunicación audiovisuales e informaciones de todo tipo, qué difícil
plasmar unas líneas del tema que ha concitado nuestra atención en estos últimos
días. Que por cercano eclipsa, cuando no margina, un hecho que se reproduce en
demasiados puntos del globo terráqueo, pero que solo nos toca la fibra sensible
cuando sentimos que el peligro ronda nuestras cabezas.
Echamos la vista atrás, rebobinamos aconteceres angustiosos
y nuestros recuerdos no pasan de Londres, Berlín, París, Bruselas, Niza, Múnich…
Qué lejos nos quedan otros muertos. Igual de inocentes los que vieron
cercenadas sus vidas en Irak, Afganistán, Pakistán, Líbano, Siria, Turquía,
Somalia, Yemen, Nigeria, Argelia… Pero son los de ellos. Y visten diferente.
Profesan otros credos. Y son raros, para qué negarlo.
Y cuánto riesgo en lo que se propaga. Que suele comenzar con
el lamento, continúa con el párrafo de la supuesta comprensión y concluye con
el ojo por ojo y diente por diente. Porque lo visceral se destila. Es el ‘y tú
más’ de los políticos elevado al grado supremo del exacerbamiento. A la vuelta
de la esquina, licencia de armas para todos y a dar tiros llevando las
religiones –vale cualquiera– por bandera. Convirtámonos en cruzados y que corra
la sangre. Propaguemos el odio mediante los oportunos adoctrinamientos. Que el
miedo y el terror se conviertan en acicates que muevan conciencias. Demos
crédito a cachanchanes y bocazas. Que tienen especial predicamento en cierto
sector del periodismo, para general regocijo de los indocumentados de turno.
Qué ardua tarea por delante. Porque la patriotería ha
encontrado nuevo caldo de cultivo. Qué fácil lo tendría este opinador barato si
hubiese recurrido a recopilar barbaridades y sinrazones vertidas con mala bilis
en estas tristes y luctuosas jornadas. Pero, aun así, hubiese escuchado
aplausos de los seguidores del hay amores que matan. De los que se regodean con
el morbo y la insensibilidad. De los que se tapan los ojos para no contemplar
escenas escabrosas, pero dejan la oportuna rendija entre los dedos.
He podido captar demasiado cinismo, abundante hipocresía,
excesivo odio, descomunal xenofobia, inmenso racismo, desmedida insolencia,
exorbitante desvergüenza, exagerada falsedad, colosal fingimiento, considerable rencor,
imponente disimulo, gigantesco rencor, abultada hostilidad… En suma, toneladas de fanatismo.
Y no ayudan, no, los choques entre derechos (a la intimidad
y a la información). Claro, si no hay imagen no hay noticia. Como tampoco el
contabilizar muertos, catalanes y españoles, con evidentes sesgos de
confrontación y aprovechamiento (efectos colaterales). Y los medios, siempre
los medios, tras los cuales existen intereses económicos bien marcados, se privan
ante hechos que, por arriba de éticas y deontologías, susciten morbo (más que
debate), que venda.
Tengo, por qué no confesarlo, una rara sensación. Desde la
distancia (física y emocional), opino con sabor agridulce. Puede que hastiado
de singular ficción en asunto de tantos arrestos. Pues no sé si la CORDURA y el SENTIDO COMÚN han hecho
mutis por el foro.
El disfraz, la apariencia y el bien quedar son pruebas inequívocas
de una sociedad en la que la impudencia se ha convertido en un hábito más. Y
ante conflictos de intereses, privan audiencias, cuotas de pantalla y, en suma,
poderoso caballero don dinero. Cómo nos acordamos de don Domingo, el de La
Hoya, y su eterna ECUANIMIDAD.
Creo que me puede –me ha podido– el pesimismo. Y uno debe
sentarse ante el teclado libre de todo prejuicio. Pero como no van conmigo las
caretas, hay ocasiones –esta es una de ellas– en que los sentimientos no quedan
al margen. Y como iniciamos la semana, lo hago resaltando sublimes conceptos
como APOYO, RESPALDO, AYUDA, PROTECCIÓN, SUSTENTO, DEFENSA, ADHESIÓN, HAZ, SOSTÉN, SERVICIO. En resumen: SOLIDARIDAD.
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