Si partimos de la base de que existe un total descontrol en
el nombramiento de cargos de confianza en las diferentes instituciones (el
ejemplo de Coalición Canaria, de la mano de Fernando Clavijo, es de manual), no
es menos cierto que para que tales hechos se produzcan no son necesarios
requisitos previos. Es decir, para convertirte en asesor no se requiere que
vayas a formarte en cualquier faceta de la vida, sino que debes limitarte a
mover la cabeza en sentido vertical (de arriba hacia abajo) cada vez que tu
jefe político habla. Como cuando en declaraciones rimbombantes (menos
comprometido el adjetivo que importantes) ante cualquier medio de comunicación,
los que están detrás del líder no son capaces de sujetar el cuello. No me digas
que no te has dado cuenta.
Los ayuntamientos no quedan al margen de estas situaciones.
Y no suelen, qué casualidad, ser tan descarados como ocurre en administraciones
de rango superior. Puede que se deba por la cercanía al ciudadano, y de tal
guisa se esmeran algo más en la designación de ese personal de confianza.
Tampoco es condición sine qua non la
posesión de valías académicas y profesionales; al contrario, porque los
llamados a ocupar lugares tan privilegiados suelen ser quienes jamás han dado
gongo en su vida (ni en bajada), porque, simple y llanamente, no saben hacer
otra cosa que cantar alabanzas de quien porta el dedo, como el de ET, que
alumbrará el futuro y desbrozará los intrincados vericuetos de la
incertidumbre. Ños, qué bonito me quedó.
Nada tiene que ver, asimismo, que la corporación esté
conformada mayoritariamente por una misma formación política, puesto que en los
supuestos de pactos es aún peor, al tener que llevar a cabo filigranas para
contentar a mucha más gente.
En mi pueblo, y el comentario sigue vigente en la calle, no
fue bien visto el enchufe de José Juan Marrón Herrera como Director de
Seguridad. Y mucho menos cuando se supo que pasaba a cobrar la nada
despreciable cantidad de 85.000 euros anuales. Sigue siendo una incógnita el
porqué el alcalde realejero nos metió sin calzador a una persona que estuvo muy
ligada a CC en Santa Cruz, ciudad en la que ejerció de portavoz de la policía
municipal, y al que solo se le reconoce la copia de un Plan de Seguridad y
Emergencias (Internet hace maravillas y San Google en un conseguidor nato).
Y ya que aludo a quien consigue (no en la acepción
mejicana), y por razones obvias de similitud, saco a colación este fragmento
referido a otro popular: “Antonio Alarcó, que duda de todo y de todos menos de
sí mismo, y al que le dieron la carrera de periodismo –y hasta el doctorado–
yendo poco por allí…”. De su autoría y contenido puedes obtener mayores
detalles si pinchas en el siguiente enlace: http://diariodeavisos.elespanol.com/2018/02/la-facultad/ El
periodista, de quien solamente reconozco un buen estilo para escribir (los
contenidos son otro cantar), sabrá, y en fuentes habrá bebido, a qué viene tan contundente
afirmación. Y ahí lo dejo, ¿o no te percataste de la existencia de ciertas
analogías? Algún otro me queda en el tintero.
En septiembre del pasado año se conocía (BOP nº. 107, de 6
de septiembre de 2017) que la apuesta de Domínguez era uno de los aspirantes a
la plaza de Subcomisario de la Policía Local realejera. Y los grupos de la
oposición elevaron sus voces para mostrar su total disconformidad, al
considerarlo como una falta de ética flagrante, amén de que pudiera sospecharse
que el puesto de mando en la plantilla se hubiese configurado para el perfil
que ya te puedes imaginar. Todo ello al margen de una denuncia ante la
Fiscalía, interpuesta por la asociación Vigía de los Derechos Públicos y
Privados, al entender que Marrón no acreditaba la titulación adecuada para
desempeñar la función de seguridad encomendada.
Y en el periódico digital, a cuyo enlace te remito por si
deseas una mayor información al respecto
(http://www.eldigitaldecanarias.net/index.php/politica/31386-el-hombre-de-confianza-del-pp-de-tenerife-denunciado-en-anticorrupcion-suspende-el-examen-para-subcomisario-local),
se da norte de que el aspirante José Marrón no ha superado el primer paso del
concurso-oposición (un test de 90 preguntas), por lo que ha quedado descartado
para continuar en el proceso selectivo. Dije en una red social que no me
extrañaba lo más mínimo, y me ratifico, porque quienes ostentan estos puestos
de privilegio no están acostumbrados a los esfuerzos de hincar codos ya que en
la vida todo les ha venido rodado. Suerte que tienen.
Uno pregunta si una
vez cubierta dicha plaza vamos a seguir pagando el desorbitado sueldo para que
el susodicho pasee, móvil en ristre, por las calles de Realejo Alto (por lo
visto eso se pega), mientras el déficit de agentes sigue siendo más que
notable, mientras el malestar de los que verdaderamente dan el callo en las
situaciones conflictivas (habría que sumar a la plantilla de policías los
diferentes grupos de voluntarios que no han disimulado jamás la contrariedad de
que se les pretenda imponer criterios desde estamentos extraños) no ha
disminuido un ápice.
Cuando uno ostenta un cargo público, y se le viran las tornas
en apuestas personales, deber ser capaz de recapacitar, reconocer el error de
bulto y dar marcha atrás. Esos puestos están sujetos a los vaivenes políticos y
procede, por esa moral que invocan cuando les conviene, que alguien firme un
decreto de revocación, o que otro alguien, por vergüenza torera, presente su
dimisión irrevocable. Yo me estaría escondiendo debajo de una piedra.
Lo dicho: algo más que un simple examen. Con 85.000 euros se
pueden conseguir bastantes objetivos, ¿no creen?
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