lunes, 5 de febrero de 2018

Vamos a la nieve

Otra semana de relax –que la vida de jubilado es muy estresante– en La Gomera, donde el tan difundido temporal apenas trajo unas lluvias moderadas y unas ventoleras nada significativas. Me tuve que tragar bastantes minutos de los (des)informativos de la televisión autonómica y casi provoco un estropicio en el apartamento porque me dieron ganas de arremeter contra el televisor. Qué culpa tendría el pobrecito, pero si llego a tener a mi alcance a cualquiera de los intrépidos reporteros que subieron a la nieve para contarnos que nosotros no deberíamos hacerlo porque era sumamente peligroso, lo mismo se tragan el micro. Cuando se confunde el servicio público con la novelería, flaco favor prestan a la profesión periodística. Y el esperpento rayó la obscenidad (torpe, más que impúdico, aunque también).
Cuando los servicios de seguridad tuvieron que rescatar a no sé cuántos atrevidos, mucha parte de la factura debería ser abonada por los principales instigadores para sumarse a la feria de los despropósitos. Debe ser la moda para captar audiencias. Claro, como después llaman los incondicionales de turno para alabar la calidad del “pograma”, aviados vamos. Se llevó la palma estos días de lluvia (líquida y sólida) ese bodrio denominado Buenas tardes, Canarias (BTC). Vulgar puesta en escena de cualquier reality show, donde cambiamos a los Jorge Javier, Belén Esteban, Lydia Lozano, Karmele, Terelu, Matamoros… por estos otros que reproduce la captura de pantalla del perfil de Facebook, y a dar chance para que este “magacín cargado de positividad” convierta las tarde de la Televisión Canaria en un “referente de entretenimiento e información”. Como cuando el ayuntamiento de Fuencaliente tuvo que emitir un comunicado en marzo del pasado año para desmentir una monumental farsa con un hipotético vecino aquejado de múltiples patologías al que los servicios sociales no le habían prestado el más mínimo caso.
Si Manolo Vieira no fuese tan dependiente de la gala de fin de año, le propondría el título del presente artículo para otra parodia estilo de la familia que se va a la playa en el Sur de Gran Canaria. Me temo, no obstante, que nos deberemos conformar con el paso por la curva del Tívoli.
Y para más inri, hasta los mismísimos de “este agua” y “ese agua”, particular que ya he tratado en múltiples ocasiones, y que junto al (a) grosso modo y (de) motu proprio [propio, según los sabihondos preposicionales], constituyen todo un paradigma del buen hacer periodístico. Cuánta pena que alguna de las enchumbadas sufridas no haya posibilitado un abundante remojón neuronal morfosintáctico.
Penoso el que los dineros públicos se arrojen al cubo de absurdos y desatinos. Pero es nuestro sino con programas de tanta enjundia. Y algo sabemos los realejeros al respecto. Por la mañana nos instruimos con chanchullos varios y por la noche nos iluminamos con privatizaciones populares. Somos unos afortunados.
Aproveché el tiempo y leí Guanajo, de Gregorio Dorta Martín. Quien fue perfectamente glosado por Salvador García en el prologo de dicha publicación. Y lo define, amén de su faceta de periodista deportivo (con el fútbol por bandera), como un lector empedernido y amigo de escribir cuentos. De ahí la síntesis narrativa que Letrame Editorial sacó a la luz. Y me quedo con dos del amplio muestrario: Un día en las grandes superficies y Al límite. No hay nada, es verdad, como la venta de toda la vida. Lo cotidiano, la cercanía, la familiaridad, frente a las avalanchas, lo impersonal. Y, cómo no, la angustia de una cola, de un atasco, y la impotencia ante una desgracia familiar. Y ya está, porque desvelar más supondría pérdidas en las ventas. Enhorabuena, Gregorio, y a por el siguiente.
Atendí más bien poco a las redes sociales. Y comprobé que las denuncias sufridas en Facebook dejaron de surtir efecto. Fueron, tras la pertinente comprobación –eso me comunicaron–, desbloqueados los enlaces del blog, por lo que seguiremos en la brecha. Las décimas diarias sí entraron en el capítulo de las obligaciones. Incluso sobraron algunas de la tarea prevista. Guardadas permanecerán. Nunca se sabe. Hoy, y para comenzar las entradas de febrero, dedico esta a quienes leen lo que no escribo y son capaces de interpretar lo que jamás pasó por mi mente. Se pergeñaron otras para los de soplos y chivatazos. No beben en fuentes, sino más bien en los Chorros de Epina:
O no quieren entender / o no captan la ironía, / más no cambio la manía / de entre líneas sorprender. / Y si alguno quiere ver / incluso lo no plasmado, / siga usted en plan (h)errado / soltando muchas sandeces, / eso alimenta con creces / como la alfalfa al ganado. De nada, suyo afectísimo.

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