martes, 13 de febrero de 2018

Simbología

Persiste un sector del independentismo catalán en mantener a Puigdemont como presidente simbólico. Es decir, a continuar chupando del bote en Bélgica, con todos los gastos pagados, mientras otro, u otra, ejerce aquí las funciones inherentes al cargo de máximo responsable de la Generalitat. Y como los sueldos en esta autonomía son de los más elevados del país, mientras la hacienda española siga apoquinando los cuartos, contemplaremos, a la par que sufriremos, otro sumidero por el que desaparecen buenos fajos de billetes.
Pero si te sonó fuerte el contenido del párrafo anterior, no sé de qué te sorprendes, realejero, si en el pueblo acontece tres cuartos de lo mismo. ¿O no es nuestro alcalde también simbólico? Lo que ocurre es que en estas cercanías no ha habido fuga al extranjero, salvo saltos madrileños esporádicos, y reaparece en las lides locales cada vez que haya sesión fotográfica. Porque aquí se gobierna en proporción directa al número de retratos. Por eso, Domínguez es, y con diferencia, el mejor alcalde del siglo XXI. Y como ha sabido rodearse de un nutrido grupo de fotogénicos (vamos, que les gusta más un posado que a un burro dos puñados de millo), van a tener que implementar las redes sociales un nuevo pograma, o aplicación, para dar abasto a las avalanchas. Entre las instantáneas oficiales y las otras, hay momentos en los que uno duda de quién es la reina del carnaval. Así que, señores catalanes, nada de presumir que ya por el Realejo tenemos patentada esa figura desde hace tiempo.
Por cierto, me dijeron que vino Moncho Borrajo como miembro del jurado en el carnaval del pueblo. Me hubiese gustado intercambiar dos palabras. Yo le hubiese concedido el honor de presentar la gala, pero donde manda comandante, quítese capitán.
Simbólicos son, también los titulares de los digitales gomeros. Ni siquiera se molestan en cambiar el que le envían desde la institución insular (que me expliquen, si no, el porqué se repiten en medios diferentes) y no hacen honor al contenido informativo, sino a la conveniencia cabildera de que salga favorecido el de la eterna cantinela de las islas marginadas. En piche, desde luego que no. Sí, el que, con motivo del cierre nocturno del aeropuerto del Sur, aprovecha para rememorar tiempos muy pretéritos en los que las comunicaciones brillaban por su ausencia, y deleitarnos con otra encíclica bajo el título de Ahora nos entenderán mejor. En esa época yo también viajé a La Gomera. Pero es que para ir de mi pueblo a la capital había que superar fuerte odisea. Y caminaba cada día muchos kilómetros para ir al colegio en San Agustín. Mañana y tarde. Así que menos llanto, porque todos estábamos jodidos no muchas décadas atrás.
La foto de hoy se acompaña con un sugerente La Gomera con sus mayores. Pues no, mejor Curbelo con su vivero. Porque en aquella isla ocurre con lo que en mi pueblo. Se necesita, y de manera urgente, gran cantidad de gafas. Y si tienen un mecanismo que se pueda acoplar a las dendritas neuronales, lo mismo harían ver para fuera y para adentro. Puesto que es muy peligroso quedarse en la superficialidad, en la fachada, en el pan para hoy.
Simbólico, cuando no rayano el esperpento, el echadero en que se ha convertido el cargo de Diputado del Común. Qué pléyade de aspirantes. Basta ojear sus currículos (carreras de la vida) para comprobar que valen para todo. Y, cómo no, para este postrer acomodo. Algo parecido a la Audiencia de Cuentas, donde sin saber nada de economía, se puede vivir placenteramente. Luego existen lamentos por la desafección. No, miren si quieren que aplaudamos con las orejas.
Todo un símbolo, asimismo, la remodelación del auditorio Teobaldo Power en la Villa de La Orotava. El ayuntamiento saca a concurso la licitación de las obras y pierde entre líneas de la detallada información que es el Cabildo el organismo que aporta el 80% del presupuesto. Táctica que debió copiar del consistorio de la otra villa del Valle. Con el agravante de que Linares y Alonso son destacados militantes de una misma formación política.
“Los periodistas nos hemos convertido en perritos falderos, salvo honrosas excepciones” (Ferrán Monegal). ¿Símbolo? ¿Alegoría? Más bien realidad, ¿no?
“La capacidad del periodista está muy limitada por los peajes existenciales que tiene que pagar”. Dicho en lenguaje más coloquial: Se debe. Y si le añadimos el intrusismo de los denominados comunicadores (con las redes sociales, todos lo somos), qué porvenir para el noble oficio.
Por lo que, simple deducción, se puede llegar a la conclusión de que “los medios públicos son cada vez más serviles y están más alejados del concepto de periodismo”. Los comprobamos, desgraciadamente, cada día en los más cercanos. Y lo peor es que si hablas con la gente que solo busca la distracción fácil y el cotilleo de rigor, te justifican esa manera de hacer las cosas con argumentos tan peregrinos como que con ello se consigue publicidad. No intentes desmontar el castillo con lo del sostenimiento con fondos públicos porque prima lo inmediato. Los problemas relacionados con el nivel cultural (que podrían limitarse a los ligados al sentido común) no se solventan en dos días.
Eso, toda una simbología.

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