Persiste un sector del independentismo catalán en mantener a
Puigdemont como presidente simbólico. Es decir, a continuar chupando del bote
en Bélgica, con todos los gastos pagados, mientras otro, u otra, ejerce aquí
las funciones inherentes al cargo de máximo responsable de la Generalitat. Y
como los sueldos en esta autonomía son de los más elevados del país, mientras
la hacienda española siga apoquinando los cuartos, contemplaremos, a la par que
sufriremos, otro sumidero por el que desaparecen buenos fajos de billetes.
Pero si te sonó fuerte el contenido del párrafo anterior, no
sé de qué te sorprendes, realejero, si en el pueblo acontece tres cuartos de lo
mismo. ¿O no es nuestro alcalde también simbólico? Lo que ocurre es que en
estas cercanías no ha habido fuga al extranjero, salvo saltos madrileños
esporádicos, y reaparece en las lides locales cada vez que haya sesión
fotográfica. Porque aquí se gobierna en proporción directa al número de
retratos. Por eso, Domínguez es, y con diferencia, el mejor alcalde del siglo
XXI. Y como ha sabido rodearse de un nutrido grupo de fotogénicos (vamos, que
les gusta más un posado que a un burro dos puñados de millo), van a tener que
implementar las redes sociales un nuevo pograma,
o aplicación, para dar abasto a las avalanchas. Entre las instantáneas oficiales
y las otras, hay momentos en los que uno duda de quién es la reina del carnaval.
Así que, señores catalanes, nada de presumir que ya por el Realejo tenemos
patentada esa figura desde hace tiempo.
Por cierto, me dijeron que vino Moncho Borrajo como miembro
del jurado en el carnaval del pueblo. Me hubiese gustado intercambiar dos
palabras. Yo le hubiese concedido el honor de presentar la gala, pero donde
manda comandante, quítese capitán.
Simbólicos son, también los titulares de los digitales
gomeros. Ni siquiera se molestan en cambiar el que le envían desde la
institución insular (que me expliquen, si no, el porqué se repiten en medios
diferentes) y no hacen honor al contenido informativo, sino a la conveniencia
cabildera de que salga favorecido el de la eterna cantinela de las islas marginadas.
En piche, desde luego que no. Sí, el que, con motivo del cierre nocturno del
aeropuerto del Sur, aprovecha para rememorar tiempos muy pretéritos en los que
las comunicaciones brillaban por su ausencia, y deleitarnos con otra encíclica
bajo el título de Ahora nos entenderán mejor. En esa época yo también viajé a
La Gomera. Pero es que para ir de mi pueblo a la capital había que superar fuerte
odisea. Y caminaba cada día muchos kilómetros para ir al colegio en San Agustín.
Mañana y tarde. Así que menos llanto, porque todos estábamos jodidos no muchas
décadas atrás.
La foto de hoy se acompaña con un sugerente La Gomera con
sus mayores. Pues no, mejor Curbelo con su vivero. Porque en aquella isla ocurre
con lo que en mi pueblo. Se necesita, y de manera urgente, gran cantidad de
gafas. Y si tienen un mecanismo que se pueda acoplar a las dendritas
neuronales, lo mismo harían ver para fuera y para adentro. Puesto que es muy
peligroso quedarse en la superficialidad, en la fachada, en el pan para hoy.
Simbólico, cuando no rayano el esperpento, el echadero en
que se ha convertido el cargo de Diputado del Común. Qué pléyade de aspirantes.
Basta ojear sus currículos (carreras de la vida) para comprobar que valen para
todo. Y, cómo no, para este postrer acomodo. Algo parecido a la Audiencia de
Cuentas, donde sin saber nada de economía, se puede vivir placenteramente.
Luego existen lamentos por la desafección. No, miren si quieren que aplaudamos
con las orejas.
Todo un símbolo, asimismo, la remodelación del auditorio Teobaldo
Power en la Villa de La Orotava. El ayuntamiento saca a concurso la licitación
de las obras y pierde entre líneas de la detallada información que es el
Cabildo el organismo que aporta el 80% del presupuesto. Táctica que debió
copiar del consistorio de la otra villa del Valle. Con el agravante de que
Linares y Alonso son destacados militantes de una misma formación política.
“Los periodistas nos hemos convertido en perritos falderos,
salvo honrosas excepciones” (Ferrán Monegal). ¿Símbolo? ¿Alegoría? Más bien realidad,
¿no?
“La capacidad del periodista está muy limitada por los
peajes existenciales que tiene que pagar”. Dicho en lenguaje más coloquial: Se
debe. Y si le añadimos el intrusismo de los denominados comunicadores (con las
redes sociales, todos lo somos), qué porvenir para el noble oficio.
Por lo que, simple deducción, se puede llegar a la
conclusión de que “los medios públicos son cada vez más serviles y están más
alejados del concepto de periodismo”. Los comprobamos, desgraciadamente, cada
día en los más cercanos. Y lo peor es que si hablas con la gente que solo busca
la distracción fácil y el cotilleo de rigor, te justifican esa manera de hacer
las cosas con argumentos tan peregrinos como que con ello se consigue
publicidad. No intentes desmontar el castillo con lo del sostenimiento con
fondos públicos porque prima lo inmediato. Los problemas relacionados con el
nivel cultural (que podrían limitarse a los ligados al sentido común) no se
solventan en dos días.
Eso, toda una simbología.
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