miércoles, 7 de febrero de 2018

Aquellos maestros

Muchas son las páginas que contienen los diferentes capítulos de Prensa y Educación en el Norte de Tenerife entre la I y la II Repúblicas (1873-1931). Y muchos euros harían falta para publicar el trabajo. Esfuerzo al que no pienso someterme porque ya uno tiene sus años para semejantes trotes. Pero quizás sería necesario mucha menor cantidad, a pesar de lo que ha subido todo (a excepción de lo que baja por razones ya esgrimidas unos centímetros más atrás: la edad), que la que los diferentes ayuntamientos adeudaban a los sufridos maestros de escuela, y que la prensa de la época retrataba con total dureza. Lo malo es que únicamente sabían leer aquellos que debían apoquinar los salarios. Y no estaban por la labor.
Hoy me apetece reproducir un pequeñísimo fragmento del amplísimo muestrario. Pinceladas como las que Javier Lima viene publicando en diferentes medios, por ejemplo las últimas notas de Voz del Magisterio Canario, editado en La Orotava allá por la década de los veinte del pasado siglo.
“La información de los exámenes en la escuela de niños de Puerto de la Cruz el 22 de julio de 1897, da lugar a la felicitación pública a su maestro, el ilustrado D. Benjamín J. Miranda, en comentario inserto en Iriarte[1]. Se dice de él que una vez más ha sabido probar en público su celo, inteligencia y excelentes dotes en el noble y difícil arte de la enseñanza.
Quiera Dios que por largos años siga regentando esta escuela, para que, añadiendo nuevos laureles al historiador de su carrera, nuestro pueblo no pierda uno de sus elementos más valiosos.
Unos días después aparece en el citado periódico[2] la obligada referencia de los exámenes de la escuela de niñas, regentada por Doña Herminia Martín y Armas. La calidad de los trabajos de labores, contando con la falta de elementos que adolecen[3] las niñas pobres y la educación moral que pudimos apreciar en las mismas, ponen de relieve el esmero, la ilustración y honrado proceder en el cumplimiento de sus deberes de la respetable Maestra, quien de seguir la huella que se ha trazado, abrigamos la esperanza de que puede contar, desde luego, con la eterna gratitud de sus discípulas, lo mismo que con la de aquellas personas que, como nosotros, aman y estiman la instrucción cual se merece.
De los trabajos de las alumnas destacó un hermoso cojín bordado al realce por Etelvina Padrón[4], de la cual hemos oído decir que el Ayuntamiento de este pueblo piensa costearle la carrera de Magisterio, recompensando así su amor al estudio.
Un año más tarde, otra cita de exámenes[5] en Puerto de la Cruz, cuando ya existían dos escuelas de niños, una regida por el mencionado Benjamín J. Miranda y la segunda por Pablo Marrero. Aunque la obligada referencia se llevará a cabo en otro apartado, vayan dos apuntes de adelanto que nos hablan del reconocimiento a la labor educativa de ambos maestros:
Conocido el primero en toda la provincia por su vasta ilustración y especiales aptitudes para la enseñanza, débenle muchas generaciones de nuestro pueblo la cultura que poseen, adquirida mediante el incesante trabajo y constante estudio de este obrero de la inteligencia, que al producir el “Fiat Lux” en la mente de tantas criaturas, las redime de la ignorancia, único padrón infamante que reconocen las modernas sociedades.
Del Sr. Marrero, que hábilmente secunda al Sr. Miranda, se dice que es un joven muy estudioso e inteligente, que tiene decidida vocación por la enseñanza y que ocupará algún día brillante puesto en el Magisterio de Canarias.
‘El maestro de escuela’ es un interesante artículo que glosa la figura de este funcionario público, el más importante quizá de todos los empleados que sostienen los municipios y el estado, y que vio la luz en el republicano El Iriarte[6]:
El maestro de escuela es el encargado de cultivar las inteligencias tiernas; es el que prepara los hombres que mañana han de constituir las glorias nacionales; es el que despierta esos espíritus sólidos del claustro materno, sin dotes intelectuales para admirar la Naturaleza, sin conciencia para rendir el verdadero culto á la sublime, aunque desconocida é indefinida Causa Creadora. Es el que cimenta al hombre; es el padre de su talento, es la causa primera de que este último exista.
Y esta alta misión que tiene encomendada merece mayor respeto y consideración, porque la actual es tristísima y hasta humillante. Porque como tiene un sueldo miserable no puede estar en la clase de los desahogados y, en consecuencia, vive marginado. El aumento de su sueldo, economizando de los empleados superfluos; eliminar ese cobro de los fondos municipales y mayor exigencia y escrupulosidad en la carrera de magisterio, deben ser razones para colocar al maestro en el lugar que le corresponde”.
Es, en suma, un somero trazo de una situación en la que el analfabetismo era casi consustancial con la existencia humana. Las manos se requerían para aportes a la depauperada situación económica de las familias, por lo que el cultivo de la mente era circunstancia muy aleatoria. En fin, seguiré poniendo la Primitiva por si…


[1] Iriarte, Puerto de la Cruz, 25-julio-1897, año I, número 51, página 2.
[2] Iriarte, Puerto de la Cruz, 8-agosto-1897, año II, número 53, página 2.
[3] Obsérvese el uso correcto del verbo adolecer: padecer, y nunca carecer.
[4] Y de ella tendremos nuevas informaciones en los periódicos. Como que administró la primera escuela que se estableció en el barrio de Las Dehesas.
[5] Iriarte, Puerto de la Cruz, 7-agosto-1898, Año III, número 103, página 2.
[6] El Iriarte, Puerto de la Cruz, 13-mayo-1900, año I, número 6, página 2.

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