Durante la pasada semana hubo dos hechos bastante significativos
que han debido escocer sobremanera al grupo de gobierno en el ayuntamiento de
Los Realejos. Tanto que el propio alcalde estuvo desaparecido y ni siquiera
hizo acto de presencia en el homenaje que cada 21 de febrero se le rinde a Viera
y Clavijo, con lo que se priva (complacer o gustar extraordinariamente) por una
foto nuestro hombre.
De una parte, los jubilados han plantado cara a la formación
política que rescata bancos mientras sume en la miseria a millones de personas
que, tras entregar buena parte de su vida al trabajo, comprueban ahora que su
pensión no corre paralela al coste de la cesta de la compra. Asunto que se
agrava en infinidad de hogares cuya única tabla de salvación es el abono que el
abuelo percibe. Para comprobarlo basta con acudir en los últimos días de cada
mes a cualquiera de las grandes superficies comerciales del pueblo. En este mes
de febrero no se ha podido localizar al señor Domínguez en Mercadona, Lidl, La
Hucha (por citar solo a los que se ubican en La Gañanía) repartiendo sus
consabidos besos a todas las doñas que transitan por sus pasillos.
El PP –y el realejero no constituye un hecho diferencial– ha
repartido su argumentario y hay que seguirlo al pie de la letra. Con respecto a
los “yayoflautas”, mutismo absoluto. Será Mariano, y así lo ha llevado a cabo
este fin de semana en Zaragoza, el que cuestione a los atrevidos, populistas e
ilusos que sugieren un incremento en consonancia con la subida del IPC, el cómo
van a buscar los capitales para semejante despilfarro. Porque la recuperación
portuguesa, a base de potenciar el consumo y hacer que pague más el que más
tiene, es un invento de los malvados partidos de izquierda, que ahí justo al lado
sí fueron capaces de mirar al ciudadano y considerarlo como el fin o la meta de
su gestión.
Las seis concejalas populares del Consistorio de la Villa de
Viera, tan dadas a los arrumacos con los mayores (de tal palo…), no las tienen
todas consigo. Se las ven y se las desean para explicar que no somos los de
cierta edad los que más sufrimos la crisis, según les ha indicado el
vicesecretario más progre de sus filas, el señor Maroto. Y, claro, cuando se
vive la realidad de un pueblo, donde todo es más cercano, qué difícil se hace el
matrimonio entre lo teórico y lo práctico. Pero del vitoriano podemos esperar
cualquier cosa desde que sentenció que en el PP hay muchísimos gays y lesbianas,
porque si todos estuvieran en la Izquierda ni habría habido avances, ni, probablemente,
existiese el matrimonio igualitario. Son capaces de recurrir al Tribunal
Constitucional y luego, en inverosímil cuádruple salto mortal hacia atrás,
negar la mayor.
Pero lo más complicado para este grupo de mujeres será el
afrontar la huelga del próximo 8 de marzo. Aunque les bastará una indisposición
repentina para desaparecer. Cuando más lejos de todo acto público que
reivindique la igualdad, mejor que mejor. Si ya el consabido argumentario significa
una pesada losa, el que la supuesta cuota más liberal, encabezada por el ya
mentado Maroto (algo a lo que el PP realejero se ha intentado apuntar desde
siempre para buscar la diferencia con el sector duro nacional y mantener ese
equilibrio casi imposible cara a la opinión pública) ordene no apoyar la
movilización (de Pablo Iglesias y Podemos, según él, sin percatarse de que el
peligro político real de su partido no pasa por ahí), pocos argumentos tendrá
esta media docena de representantes locales.
Y como, asimismo, callan (o a lo peor ríen gracietas) las
burlas y tomaduras de pelo a las que se somete a un conjunto de señoras, con el
agravante de la amplificación etérea, mejor harían en tomarse un largo fin de
semana y volver el lunes 12 como si nada hubiese pasado. Si ya lo hace el jefe
de forma asidua, por qué no un impasse para las subordinadas. Aprovechen los días
de asueto para trazar estrategias que compensen el desgaste madrileño, porque
puede ser toda una novedad que diez millones de jubilados (mucho más de la
mitad jubiladas) tengamos en nuestras manos el poder decisorio. Ya el voto mío,
verbigracia, lo perdieron. Mi mujer se lo está pensando. Y yo no soy de los que
sostienen que en las locales es diferente porque los de aquí son buenos chicos
(y chicas). Tienen una magnífica oportunidad para demostrarlo haciendo caso
omiso a las directrices de la capital del reino. ¿Se atreven? Me temo que
perder la pasta mensual supondría un dolor de incalculables consecuencias. Peor
que un cólico nefrítico. Cuánta tristeza que Cospedal argumente que las que van
a la huelga constituyen una “élite feminista y no un conjunto de mujeres reales
con problemas cotidianos”. Qué incongruencia, por no escribir qué necedad.
¡Ah!, eso excede las competencias municipales. ¿Y pagar casi
cinco mil euros mensuales por estar desaparecido no lo es? ¿Robo, caradura,
desvergüenza, cinismo, desfachatez…? No, gilipollez de un pueblo abducido por vendedores
de humo que quizás no superen un sencillo test. ¿Ya dimitió?
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