miércoles, 21 de febrero de 2018

P.E.D.O.

Hay días en los que uno está espeso, opaco, oscuro. Y le das vueltas a la cabeza y no se te ocurre nada. Te sitúas ante el teclado del ordenador, miras fijamente la pantalla y esperas pacientemente por si se te enciende la bombilla. Incluso piensas en qué necesidad tienes de cumplir cada día con la manía de subir a La Corona. Pero si ya uno está felizmente jubilado y sin obligaciones ni compromisos, te dices a ti mismo en los instantes de bajona. Aunque se te pasa rápido.
Así que, ante la falta de argumentos informativos cercanos, me acordé de cierto pasaje que me llamó poderosamente la atención. De ahí el extraño titular. Que nació, previsor que es uno, como el Plan Especial para los Días Oscuros. Ya saben que vivimos en el mundo de las siglas. Sin embargo, coincide este con lo que el DRAE define como ventosidad que se expele del vientre por el ano. También conocido en las islas con el más benévolo gufo, de igual significado, pero con el añadido de sin ruido. Habrás escuchado lo de los voladores gufiados, ¿no? Eso, se pierden y ya está. Y desaparecido el cuerpo del delito, nada se sabe del culpable.
Hoy, pues, vuelvo a ir de figurado. Como todos los que acuden a declarar por el tema de la independencia de Cataluña. Fue una declaración simbólica. Y los que opinan diferente se hallan de excursión por Europa. Para que luego critiquemos a De Guindos por pasar a cobrar unos mil euros al día. Y yo debo darme por satisfecho con un incremento de 4 euros mensuales. Bueno, a lo que íbamos.
Todo aquel que aún cree que expulsamos gran cantidad de metano durante ese instante de verdadero compromiso (vergüenza, de hallarte en compañía de alguien), es decir, en la denominada flatulencia, siento indicarle que está en un error, porque el mayor porcentaje del gas contiene nitrógeno. Relájense, pues, que no somos los artífices del efecto invernadero. Eso sí, háganlo con recato, puesto que los carnívoros contribuimos con muchos más olores que los herbívoros. Y la culpa es del ácido butírico (mantequilla rancia) y del sulfuro de hidrógeno (huevos podridos).
Como me informé debidamente, y no como los que han ‘matado’ en Facebook a Silvester Stallone en varias ocasiones, sigo en plan maestro. Dicen los entendidos que esas flatulencias (para no escribir lo otro) llegan a su salidero natural (ano) siguiendo los mismos movimientos peristálticos que las heces (deyecciones, deposiciones, defecaciones, excrementos… vamos, dilo tú). Las terminaciones nerviosas del recto establecen la correspondiente discriminación según vengan las unas o las otras. Lo malo es que cuando estamos descompuestos (otra manera elegante para no especificar que es diarrea el sujeto, u objeto, a expulsar), los sensores se confunden y puede ocurrir que tú crees tirarte aquello y acabas con los calzoncillos en la lavadora.
Si has alcanzado este punto de la lectura y puedes estar pensando que en este artículo me he propuesto ir de escatológico perdido, siento contradecirte de manera rotunda. Porque ya existen en el mercado (parece ser que fue un francés el artífice de la grata noticia) una pastillas que obran el milagro de que vayas al baño, si no se te escapa antes, y no te veas en el compromiso de que el ambiente quede enrarecido, y debas recurrir a encender un fósforo para que se disipen los miasmas deletéreos, concepto que alegaban los maestros de hace un siglo cuando acudían al ayuntamiento para que arreglara el retrete de las escuelas.
Y lo más interesante, aparte de que el precio del frasco de las grageas apenas supone unos diez euros, es que esa materia gaseosa, hasta ahora repugnante y asquerosa, ha dejado de ser un problema y ahora despide un agradable olor a chocolate y rosas. Extensible, claro, al resto de faenas excretoras. De donde antes salías compungido, ahora brincas de alegría. Ni colonia te hace falta. Aquellos que, como yo, realiza esa acción nada más bajarse de la cama cada mañana, tendrán un día de sonrisa continua. Y por si fuera poco, el medicamento te reduce la hinchazón del estómago tras una comida copiosa y los gases casi pasan a ser pura anécdota. ¿Y los ingredientes? 100% naturales. Otro éxito asegurado. Como cuando los polvos del Dr. Meléndez.
Ya está. Qué aliviado me siento.

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