Vine a enterarme ayer que pareidolia es la capacidad que
tenemos para ver caras en lugares inesperados. Quién no las ha vislumbrado en
las nubes, por ejemplo. Y nada digamos de animales y otras escenas. O cuántas
veces has mirado la Luna y piensas que ella te observa a ti. Y te apuesto, y
esto no lo he visto escrito aún, que a todos nos pasa cuando estamos esperando
en el cuarto de baño a que se vacíe la tripa y te pones a escudriñar la
cerámica que recubre sus paredes. A buen seguro que hemos localizado diversas
figuras, también rostros humanos, en los decorados de los mismos. Incluso si
son blancos del todo, porque las sombras de sus relieves te conducen a
escenarios raros. Concluí que todos los días se aprende algo nuevo. Al tiempo
que nos vamos olvidando de otro tanto, pues de lo contrario se nos habría ya llenado,
y rebosado, la talega.
Este pasado lunes se despidió Cospedal de su puesto en la
cúpula nacional del PP. Así empezó Cifuentes. A cuentagotas. Soraya debe estar
frotándose las manos, henchida de gozo. Mientras, qué desilusión con Casado. El
progre que venía a regenerar el partido. Da más tumbos que el Madrid.
Acostumbrados a estar sin competidores durante tantos años que aglutinaron todo
el espectro diestro del panorama político, el hecho de que hayan surgido
Ciudadanos y Vox para disputar el mismo partido y en una cancha de dimensiones reducidas,
conduce al contexto del chiste en que diez mil chinos juegan un partido de fútbol
dentro de una cabina telefónica. Sí, que finaliza con un gol y el lamento del
portero, quien a voz en grito exclama: ¡Claro, si lo dejaron solo!
Ya saben que en cualquier faceta de la vida cada cual ve la
película como mejor le conviene. Pero es en la política cuando cualquier
situación puede convertirse en paradigma de cómo un hecho, objetivo, imparcial,
puede convertirse en magnífico ejercicio de tiro. Y los medios de comunicación,
arrimados al mejor postor (económico), quizás como nunca se había constatado,
no aportan ecuanimidad y sosiego para revertir la situación.
Leo, con respecto a unas intervenciones en el Congreso de
los Diputados, que “Casado desmonta a Sánchez en cuatro minutos”. Y digo yo que
para que tal hecho ocurra antes lo habrá tenido que montar. Cuidado, sin
dobleces. Porque el prefijo des, según el diccionario, denota negación o
inversión del significado de la palabra simple a la que va antepuesto. Porque
si al menos se hubiese dignado el periodista en aclarar que se refería a los
planteamientos del presidente del Gobierno, habríamos echado mano de la riqueza
léxica de nuestro idioma para irnos a contemplar cualquier otra acepción. Pero
si montar es ponerse o subirse encima de algo, desmontar será deshacer el
entuerto. Así que, señores journalistes,
sean más serios y rigurosos y guarden sumo cuidado con las expresiones utilizadas.
Y mucho más con los titulares, pues son demasiados los lectores que se quedan
ahí y no entran en el meollo, o en el intríngulis. Luego acceden al sucedáneo de
las redes sociales y se lanzan a la aventura de comentar cosas feas de ambos.
Porque, a veces, ese verbo implica connotaciones que no vienen al caso.
Ocurre tal hecho en horas bajas del periodismo. Donde los
medios se venden con pasmosa facilidad. Y los lectores debemos realizar
cursillos acelerados de formación para evitar tentaciones. El titular
mencionado en el párrafo anterior te lo puedes encontrar sin problema alguno,
puede que con idéntico desarrollo argumental, para ubicar a Sánchez en el lugar
de Casado y a la viceversa. Aunque no es necesario irnos tan lejos. Por estas
peñas tropezamos con una Gran Canaria superdotada y un Tenerife deprimido si
compraste el diario en la provincia occidental, mientras que si aprovechas los
descuentos y viajas a la oriental, como por arte de magia, se viran las tornas.
Vamos que por aquí nos desmontamos, y nos la montamos, con más desparpajo que
en la mismísima Andalucía. Donde, por cierto, se van a celebrar elecciones
autonómicas y no he escuchado a los dirigentes políticos hablar de los
problemas de aquella vasta región, sino de Cataluña, banderas, guardias civiles
y otros aconteceres que poca o nula relación guardan con la convocatoria
anunciada en el BOJA para el 2 de diciembre.
Claro, entre dependencia o sujeción al poder económico y el
poco cuidado en la redacción informativa, nos estamos cargando ─desmontando─ un edificio que si Herbert Marshall McLuhan levantara la
cabeza se bajaba inmediatamente de ‘La galaxia Gutenberg’, mandaba a la porra
su ‘aldea global’ y cuestionaba la cantidad de tertulianos que proliferan como
las setas. Y de opinadores baratos, como yo mismo.
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