jueves, 22 de noviembre de 2018

La Gomera, libre de plástico

Si creías que hoy iba a escribir del espectáculo rufianesco, erraste del todo. Porque ese impresentable no merece que yo desperdicie el tiempo en seguir extendiendo su aureola de matón dialéctico y chulesco barriobajero. Cuando se pierden las formas con escenas de tal porte en el lugar donde la sana divergencia debería constituir el acicate del progreso y la vitamina para el desarrollo y progreso sociales, complicado es profundizar en el fondo de los temas debatidos. Si es que alguna vez se ha pretendido por parte del susodicho aportar elementos de juicio para alcanzar un entendimiento. Y del supuesto escupitajo, cada cual se califica como mejor crea menester. Punto.
Con un tal Nacho Cosidó, que fichará por Sálvame dentro de poco, donde priman, como saben, la vacuidad, banalidad e indecencia, podríamos hacer una yunta. ¿O es que, acaso, el Congreso de los Diputados no refleja los diferentes sectores sociales y reproduce los esquemas de cada cual? Pues dicho queda. Presenten propuestas de resolución.
Hace unos meses que no me doy un salto a La Gomera. Y tendré que hacerlo porque quiero comprobar las mejoras habidas en el capítulo del reciclado: papel, cartón, plásticos, envases, cristal… Y de si se ha dotado de recipientes suficientes a las distintas poblaciones (incluyo Alajeró, municipio donde gobierna el PSOE y… leña al mono) para que sus habitantes cumplan con el cometido pretendido.
Se ha presentado la segunda fase de la campaña que lleva por título el mismo que he utilizado para el comentario de hoy. Y se van a repartir en los comercios cuarenta mil bolsas de papel reciclable. Que se unirán a las ochenta mil de la fase inicial. Ciento veinte mil parece una cantidad importante para una población que no debe superar las veinte mil almas (así se decía antes, ahora como somos menos creyentes, vaya usted a saber).
Dinero tiene el Cabildo para eso y para más. Y si no bastará un simple movimiento de cabeza de Casimiro y Clavijo abrirá la caja de manera inmediata. Es el tipo de socialismo que la semana pasada pontificó el cabeza visible (bueno, y resto del cuerpo) de ASG, única formación, habida y por haber, que representa tal modelo de ideología. Y no le busquen las cosquillas porque no le va a costar lo más mínimo imitar a Luis XIV con la famosa sentencia de L´État, c´est moi.
Yo pienso traerme tres o cuatro bolsas. De recuerdo. Lo mismo consigo autógrafo. Como harán los visitantes de un día. Los que no dejan nada. O mejor sí, basuras. Ya que en la exposición de motivos para esta campaña se alude a “minimizar el impacto del plástico en el medio ambiente, a fin de reducir al máximo la huella que dejan tanto turistas como residentes en la geografía insular”. Y añade la consejera de Turismo: “Somos un destino que apuesta por la excelencia y la calidad en sus servicios desde la perspectiva de la sostenibilidad”.
Como siempre, excelente el capítulo de buenas intenciones. Y uno se alegra, faltaría más. Pero que no quede en amagos. Como el control del rabo de gato. O las sensaciones de descuido y abandono que podemos observar cuando subimos hacia Los Chejelipes (no presenta el barranco un aspecto demasiado agradable); o cuando accedemos a La Lomada para continuar hasta la playa de Avalos; o determinados sectores de Valle Gran Rey o Hermigua… Y si profundizamos en los millones (de euros) sepultados en infraestructuras que jamás abrieron sus puertas, uno, sufridor de colas y carencias sanitarias en este Norte tinerfeño, se rebela ante tanto despilfarro por mor de tres votos.
Insisto, reitero y machaco: muy buena iniciativa. Pero los antecedentes le dejan a uno el cuerpo de mal fario. Y estoy cansado de promociones que con el paso del tiempo quedan diluidas en el vacío y fracasos más estrepitosos. Díganme, si no, que coño –con perdón– pintan otros trescientos mil euros para mobiliario en el Mirador del Santo (Arure), si aquello está que da pena por haberse dejado de la mano (del Santo, o de Dios) y se encuentra, más o menos, en las condiciones del nuestro de Humboldt.
O inventamos un plástico que se deshaga a los cinco días de utilizarlo desde la tienda hasta casa o prohibimos de manera tajante su uso. Todo lo demás serán remiendos que no conducen a nada. Y mientras tanto, si no facilitamos a la gente la posibilidad de ser depositado en receptáculos desde los que se trasladen a centros de reciclaje con fundamento, o acabarán en El Revolcadero para seguir contaminando. O ardiendo de vez en cuando.
En fin, estaré atento. Y si para ello debo aumentar las frecuencias de viajes, por mí que no quede. Si no fuera tan rebenque y dejara de cuestionar las políticas de Curbelo, seguro que me sufragaría los gastos de traslado y alojamiento. Y me nombraría hijo adoptivo. El potajito de berros me lo seguiría pagando yo.

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