Si creías que hoy iba a escribir del espectáculo rufianesco,
erraste del todo. Porque ese impresentable no merece que yo desperdicie el
tiempo en seguir extendiendo su aureola de matón dialéctico y chulesco
barriobajero. Cuando se pierden las formas con escenas de tal porte en el lugar
donde la sana divergencia debería constituir el acicate del progreso y la
vitamina para el desarrollo y progreso sociales, complicado es profundizar en
el fondo de los temas debatidos. Si es que alguna vez se ha pretendido por
parte del susodicho aportar elementos de juicio para alcanzar un entendimiento.
Y del supuesto escupitajo, cada cual se califica como mejor crea menester.
Punto.
Con un tal Nacho Cosidó, que fichará por Sálvame dentro de
poco, donde priman, como saben, la vacuidad, banalidad e indecencia, podríamos
hacer una yunta. ¿O es que, acaso, el Congreso de los Diputados no refleja los
diferentes sectores sociales y reproduce los esquemas de cada cual? Pues dicho
queda. Presenten propuestas de resolución.
Hace unos meses que no me doy un salto a La Gomera. Y tendré
que hacerlo porque quiero comprobar las mejoras habidas en el capítulo del
reciclado: papel, cartón, plásticos, envases, cristal… Y de si se ha dotado de recipientes
suficientes a las distintas poblaciones (incluyo Alajeró, municipio donde
gobierna el PSOE y… leña al mono) para que sus habitantes cumplan con el
cometido pretendido.
Se ha presentado la segunda fase de la campaña que lleva por
título el mismo que he utilizado para el comentario de hoy. Y se van a repartir
en los comercios cuarenta mil bolsas de papel reciclable. Que se unirán a las
ochenta mil de la fase inicial. Ciento veinte mil parece una cantidad
importante para una población que no debe superar las veinte mil almas (así se
decía antes, ahora como somos menos creyentes, vaya usted a saber).
Dinero tiene el Cabildo para eso y para más. Y si no bastará
un simple movimiento de cabeza de Casimiro y Clavijo abrirá la caja de manera
inmediata. Es el tipo de socialismo que la semana pasada pontificó el cabeza
visible (bueno, y resto del cuerpo) de ASG, única formación, habida y por
haber, que representa tal modelo de ideología. Y no le busquen las cosquillas
porque no le va a costar lo más mínimo imitar a Luis XIV con la famosa
sentencia de L´État, c´est moi.
Yo pienso traerme tres o cuatro bolsas. De recuerdo. Lo
mismo consigo autógrafo. Como harán los visitantes de un día. Los que no dejan
nada. O mejor sí, basuras. Ya que en la exposición de motivos para esta campaña
se alude a “minimizar el impacto del plástico en el medio ambiente, a fin de
reducir al máximo la huella que dejan tanto turistas como residentes en la
geografía insular”. Y añade la consejera de Turismo: “Somos un destino que
apuesta por la excelencia y la calidad en sus servicios desde la perspectiva de
la sostenibilidad”.
Como siempre, excelente el capítulo de buenas intenciones. Y
uno se alegra, faltaría más. Pero que no quede en amagos. Como el control del
rabo de gato. O las sensaciones de descuido y abandono que podemos observar
cuando subimos hacia Los Chejelipes (no presenta el barranco un aspecto
demasiado agradable); o cuando accedemos a La Lomada para continuar hasta la
playa de Avalos; o determinados sectores de Valle Gran Rey o Hermigua… Y si
profundizamos en los millones (de euros) sepultados en infraestructuras que
jamás abrieron sus puertas, uno, sufridor de colas y carencias sanitarias en
este Norte tinerfeño, se rebela ante tanto despilfarro por mor de tres votos.
Insisto, reitero y machaco: muy buena iniciativa. Pero los
antecedentes le dejan a uno el cuerpo de mal fario. Y estoy cansado de promociones
que con el paso del tiempo quedan diluidas en el vacío y fracasos más
estrepitosos. Díganme, si no, que coño –con perdón– pintan otros trescientos
mil euros para mobiliario en el Mirador del Santo (Arure), si aquello está que
da pena por haberse dejado de la mano (del Santo, o de Dios) y se encuentra,
más o menos, en las condiciones del nuestro de Humboldt.
O inventamos un plástico que se deshaga a los cinco días de
utilizarlo desde la tienda hasta casa o prohibimos de manera tajante su uso. Todo
lo demás serán remiendos que no conducen a nada. Y mientras tanto, si no
facilitamos a la gente la posibilidad de ser depositado en receptáculos desde
los que se trasladen a centros de reciclaje con fundamento, o acabarán en El
Revolcadero para seguir contaminando. O ardiendo de vez en cuando.
En fin, estaré atento. Y si para ello debo aumentar las
frecuencias de viajes, por mí que no quede. Si no fuera tan rebenque y dejara
de cuestionar las políticas de Curbelo, seguro que me sufragaría los gastos de
traslado y alojamiento. Y me nombraría hijo adoptivo. El potajito de berros me
lo seguiría pagando yo.
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