Este pasado domingo, 18 de noviembre, el periódico El Día
publicó una prolija información en la que se nos daba detallada cuenta del
comportamiento del turismo en Puerto de la Cruz. Pudimos así comprobar que el
número de visitantes a la ciudad en este pasado verano fue similar a la habida
en 2017, años estos dos últimos en los que se superó con creces los inmediatamente
anteriores. Y pese al temido descenso que se viene vaticinando por la
recuperación de otros mercados competidores, en los nueve primeros meses de
2018 solo ha habido una disminución de algo más de seis mil turistas. Al tiempo,
las estadísticas globales conducen al planteamiento de que tiende a estabilizarse
la cantidad anual en torno a los 900.000 viajeros.
Pero no les voy a cansar con fríos datos. Porque ustedes
pueden echar mano de la edición que se menciona, bien en su versión digital,
bien en formato impreso, y contrastar cuanto crean menester. Sí destaco, parece
dato interesante, el hecho de que aumentan ligeramente las pernoctaciones. Si
ello se uniera al incremento en el gasto, miel sobre hojuelas. Y si no se
produjeran hechos como el cierre de algún que otro hotel, con el añadido de
total incertidumbre para quienes fueron sus empleados, encantados de la vida.
Como la crónica hacía referencia a los aspectos positivos, o
amables, de este importante sector en la economía canaria, no nos pareció –añado
al menos otra opinión de un allegado– muy convincente la fotografía que
ilustraba la reseña informativa y que un servidor se permite reproducir para
esta entrada de hoy. Porque deben existir miles de instantáneas de la Ciudad
Turística mucho más adecuadas para dar un toque amable a los párrafos
redactados. Ignoro si la elección se debió al redactor o dejó en manos de instancias
superiores tal cometido. Sea como fuere, no es esa parte del espigón, que
deberá dar cobijo a las instalaciones del futuro puerto pesquero, deportivo,
comercial y no sé cuántos atributos más, el lado más gratificante de un
municipio que nos brinda otros muchos encantos. Vaya que sí, y a millares.
Si se hubiese querido destacar las deficiencias notorias que
presentan las infraestructuras –que las hay, y muchas– ese tramo destruido, y
que bien puede sintetizar décadas de atraso y desidia, vendría como anillo al
dedo. Pero como no iba de eso la película, entiendo que flaco favor se prestó.
Es algo así como echar a perder un postre exquisito con el añadido de un ingrediente
extraño. Vamos, que no pega ni con cola.
Cáiganme chuzos de punta ante esta nueva opinión en Desde La
Corona. Blog en el que he señalado deficiencias observadas en Puerto de la Cruz
a lo largo de estos varios centenares de artículos. En los que he plasmado
notables críticas por el abandono secular de zonas que suelo transitar de vez
en cuando. Y para alguno de ellos, quizás, me habría venido bien la fotografía
de marras. Pero para este de El Día, va a ser que no.
Me recuerda este afer lo que acontecía no ha tanto en las
redacciones. Que se echaba mano del archivo para ilustrar las informaciones y
siempre se recurría a un número reducido de fotos. Debía ser que las publicadas
no se ponían en el fondo del montón, sino que se volvían a dejar en lo alto. Por
lo que era frecuente que en el transcurso de un solo mes se repitiesen hasta la
saciedad. Fue paradigmático el horno de incineración de basuras en Mendo, La
Palma. Casi se quema también la fotografía de tanto uso.
En fin, hoy me tocó romper una lanza en favor del municipio
vecino. Que tan necesitado está de buenos dirigentes. Y que a pesar de todo,
ahí se mantiene. Debe ser que el turista está muy arriba de avatares políticos.
Menos mal. Pero una manita para un remozado se antoja urgente. Y como el mar
bravo de estos días volvió a darle un estampido a otro turista atrevido, de los
que se saltan las señalizaciones cada tres por dos (como los retratados en la
foto de marras), sería conveniente recordar a los del gremio periodista, sección
de Sucesos, que no existe una nación llamada Extranjia, porque eso de que era de nacionalidad extranjera suena muy
raro.
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