lunes, 13 de febrero de 2017

Autocomplacencia

Ha celebrado el PP en Madrid su 18 Congreso Nacional bajo el lema España, Adelante! Lo único que me ha quedado claro, según las excelentes referencias feisbuccianas del cronista oficial del partido en la Muy Noble e Histórica Villa de Viera, es que no hacía maldita falta este montaje (con un gasto que no debieron cubrir los condenados valencianos de la Gürtel, ¿o sí?) para decidir el futuro político de la pluriempleada Dolores. Viene todo esta parafernalia a ratificarnos que Spain is different.
Como te iba contando, este chiquillo (o, quizás, no tanto, aunque inocente, cándido, y puede que gilipollas –ver DRAE–), que ‘bebe los vientos’ por todo lo azulado (y cada cual es libre de elegir el color que más le convenga), me tuvo debidamente informado. Un gran despliegue fotográfico, como bien gusta al que es olfateado con sumo deleite (consulta en Internet el significado de la expresión entrecomillada y comprobarás que no hay connotación negativa alguna en lo olido, husmeado, rastreado, en suma, olfateado), nos confirmó que entre selfies y sesiones retratistas se lo pasaron chachi piruli. Vamos, como si en los salones hubiesen cubierto las paredes con espejos. Ni los chicos guapos de Ciudadanos, la marca blanca, lo habrían hecho mejor. Hasta pude atisbar a Mariano con unas gafas de traducción simultánea y que se las puso cuando alguien le insinuó lo del relevo generacional. El interlocutor de Trump ante la mal denominada América Latina es así de ingenuo. Por eso tiene tanto predicamento en cierto sector de mi pueblo que pudo haber pasado por las aulas, pero que estas no produjeron mella alguna, no obraron el fin que se les presupone, de lo que, como docente, me lamentaré eternamente. Cada vez que me acuerdo, me doy cabezazos contra la pared. Aunque después medito y dígome que vaya relajo; empalagoso hasta decir basta.
De un verdadero ejercicio de autocomplacencia pudimos ser testigos este pasado fin de semana. Salvo las honrosas excepciones. La de aquellos dos que denunciaron un pucherazo en el recuento de los votos que permitieron a Cospedal seguir aupada a sus machitos. Y dimitieron. O fueron invitados al atraque en algún puerto de Castilla-La Mancha.
Pero yo quiero venirme más cerca. A un municipio del norte de Tenerife llamado Los Realejos. En el que manda (gobernar es otra cosa bien diferente que no se contempla en su manual de instrucciones) con una comodísima mayoría absoluta un Partido Popular, que se vio beneficiado por la debacle electoral de una Coalición Canaria que le dio la espalda a su propia candidatura por las peleas no tan internas de su organización y cuyos votantes optaron por prestarle el voto a Domínguez, aunque ya lo lamentan públicamente. Y no les va a quedar más remedio que esperar a 2019, porque ni en el fastuoso Reglamento de Participación Ciudadana van a tener la opción de elevar quejas, ya que ha sido redactado para que el tutelaje gubernamental sea condición sine qua non. Estaremos al tanto de las sugerencias de las entidades vecinales y otros grupos políticos.
Don Manuel Domínguez ha sido designado por el dedo todopoderoso vocal del Comité Ejecutivo del PP nacional. Y algo que, como realejero, debería llenarme de satisfacción, me ha provocado un nuevo quebradero de cabeza. Si ya la presidencia insular de su formación política causaba notorias ausencias traducidas en decretos para delegar la alcaldía en el segundo de la nave, échale ahora guindas al pavo. Si la condición de consejero en el Cabildo Insular de Tenerife añadía desapariciones del puesto por el que nuestra villa le abona catorce espléndidas pagas en el año, arráyale otro millo a la partida. Si sus aficiones cinegéticas también suscitaban deserciones para irse detrás de los conejos, manda podencos desaparecidos. Y las que desconozco de sus habilidades empresariales. El que vale, vale, carajo, y el que no, pa´ maestro de escuela.
En resumen, si de los cinco días laborables, tres no estaba en la Avenida de Canarias (salvo si el protocolo exigía una sesión fotográfica), a partir de la próxima semana tendrá que irse cada siete días a la capital del reino. Y lo mismo no le da con las 24 horas. Nuestros impuestos seguirán nutriendo la caja de la que se llevará  a cabo la transferencia bancaria. Será nuestro alcalde como aquel funcionario que cobraba sin dar un palo al agua y cuyo singular proceder conocimos por las redes sociales. Esta nueva guinda será puesta en valor por los tenientes de alcalde cuando sigan sosteniendo que estas infidelidades para con el cargo de máximo responsable de un municipio que pierde población, y asolado por un paro que desciende porque la gente emigra, nos vienen de maravilla por las ingentes cantidades de dinero que nos trae el otro pluriempleado en maletines llenos de 500 euros con los que… seguir pagando las reuniones mensuales de los concejales no liberados del grupo de gobierno y algún que otro marrón.
Tardando está Manolo para redimirnos de la carga económica. Sería todo un detalle por su parte que renunciara al sueldo de alcalde. Que le pague el partido. Con lo que seguiremos siendo los contribuyentes los que apoquinemos la pasta, pero quedaría como un caballero. Aunque me temo que mi gozo en un pozo (My joy in a well, por si me lee Rajoy). Tendría derecho, por supuesto, a que los fines de semana coronara todas las reinas de las infinitas fiestas que disfrutamos. Actos a los que le acompañará, faltaría más, mi cronista, fotógrafo, mánager y recogepelotas.
No, yo no me alegro de tener un vocal en Madrid. Demasiadas incompatibilidades para desarrollar una buena gestión en MI pueblo. “El que mucho abraca, poco atraca”, refrán adecuado y pertinente. A no ser que deje paso y se dedique plenamente a sus legítimas aspiraciones orgánicas para los ascensos que tenga en mente. Por todo ello, y no es poco, me negué a poner un Me gusta en Facebook.
Y con esto me afucho, y hasta mañana.

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