miércoles, 1 de febrero de 2017

Unas propuestas

Ayer, mientras caminaba desde el Parque de la Magnolia hasta La Montaña, y como no pude escuchar la radio porque se me quedó en el coche, me dediqué a pensar. Que también es bueno, a veces, que decía la canción. Y dado que nadie del ayuntamiento se ha dignado a responderme a las preguntas que dejé planteadas en mi ‘Mejunje’ del viernes pasado, qué mejor que lanzar mi primera propuesta al grupo de gobierno realejero. A cuyo frente se halla Manuel Domínguez, cazador en sus ratos de ocio, del que me extraña mucho que responda con evasivas (eso es asunto del Seprona) en su perfil de Facebook ante planteamientos ciudadanos en el tristemente famoso caso de los podencos. Habrá que seguir a pie juntillas aquel dicho periodístico de perro no come carne de perro. Algo, o mucho, me huele mal. ¡Fos!
A pesar de que he entrado en varias ocasiones en la web municipal (cuyo apartado del portal de transparencia ofrece alguna sombra sospechosa), no sé qué concejal ostenta la responsabilidad de ordenación del tráfico en el municipio. A él, o al superior jerárquico, va la proposición: Campaña contra los conductores que aparcan sus vehículos en los pasos de peatones.
Es ahora, desgraciadamente, cuando la pierna me imposibilita varias acciones, cuando me doy cuenta de lo difícil que se lo ponemos a los que padecen alguna minusvalía. Lo que me va a conducir, inexorablemente, a que me compre un móvil con el que retratar anomalías. A las mencionadas en el comentario de ayer, deberé añadir otras muchas. Como dos flagrantes observadas en las confluencias de la TF-333 con la calle El Laurel (La Montañeta) y con la calle La Grimona (entrada al barrio del mismo nombre). Dos elegantes vehículos ocupaban todo el espacio a rayas. Como la convalecencia aún no me permite pasar por arriba (a fe que lo haría si estuviera en buenas condiciones), debe armarse uno de paciencia, no decir palabrotas (qué culpa tiene la familia) y sortear los obstáculos como buenamente pueda.
Bien podría la policía local pararse de vez en cuando. Cuando no se cumplen las más elementales normas de tráfico, cuando no se respetan señales y se pisotean derechos de terceros, algo habrá que hacer. Y poner un par de sanciones a los infractores puede ser buen recurso para que cundan otros modales. Y si no, ahórrense la pintura, volvamos a la ley de la selva y el que no pueda brincar, como yo, que se quede en la casa.
No creo estar demandando un imposible. Sabido es que la circulación se ha vuelto complicada. Y que las administraciones no lo ponen fácil. Pero habrá que considerar el hecho de que siguen existiendo peatones. Para los que no se han habilitado los suficientes circuitos exclusivamente peatonales. Por lo que deben –debemos– realizar auténticas carreras de estorbos, trabas y dificultades, porque los médicos lo aconsejan. Y un consejo final: Compren una pintura decente. Si no hay dinero porque el impuesto de circulación no da, hagan una derrama entre los concejales liberados. Porque una pobre señora, ayer, delante de mis narices, se metió un culazo de campeonato al resbalar en el que se halla justo al lado del ayuntamiento, a la entrada a la calle Taoro, por donde se accedía a un edificio en el que se podía aparcar, previo pago. Y las grandes superficies comerciales de San Jerónimo ríen a mandíbula batiente.
Va la segunda: Como las autoridades competentes no quieren cerrar cierto chiringuito audiovisual, ilegal, de este Norte de la isla (o ya lo hicieron y yo no me he enterado para comprar los voladores), podríamos imitar esas invitaciones que se propagan por las redes sociales y dejar de comprar los productos que se anuncian en la susodicha. Aunque dejemos de ir a desayunar a un afamado restaurante ubicado en una montaña de este Valle. Existen alternativas suficientes. Aunque no bebamos agua embotellada en cuya etiqueta alude al pico más alto de España. Hay muchas más en el mercado. Aunque no encarguemos la lápida mortuoria en cierta curva de la carretera de acceso a Puerto de la Cruz por Las Arenas. Quedan opciones a porrillo. Aunque no acudamos al final del alfabeto griego para arreglar el televisor. Tíralo y compra otro.
Si son varias plataformas las que ya intentan llevar a cabo un boicot a los productos norteamericanos por las locuras del señor del tupé (que también tiene sus defensores en gimnasios y barrancos), ¿qué de malo ves en la que yo propongo? Si las instituciones públicas, que aún aportan dineros para publicidad, dejan de hacerlo porque primero es la legalidad, y nosotros no contribuimos a que ciertas empresas se promocionen en medio de componendas y acciones (verbales) de dudoso proceder, cerrado el grifo, a lanzar improperios a voz en grito desde lo alto del Macizo de Tigaiga. Imprecaciones al viento.
Y finalizo con un apéndice a esta segunda propuesta: Suprímase, asimismo, todo tipo de publicidad, por competencia desleal, en cualquier medio de titularidad pública. Es justo y necesario.
Hemos comenzado febrero y ya mañana es festivo. Medio país jubilado, el otro medio en paro, chiquito porvenir. No, este año no iré caminando a Candelaria. ¿Y en agosto? Ya se verá.

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