Cuando estudiaba Magisterio me correspondió interpretarla en
el xilófono durante un festival que organizó la profesora de música. Y ahora me
acordé, después de tantos años, porque se comenta que Iñaki Urdangarin podrá
elegir la cárcel en la que quiere cumplir condena (que no es privilegio por ser
quien es, sino que es derecho de cada reo, salvo los terroristas) y la familia
sopesa la posibilidad de que lo haga en la de Badajoz, ubicada en la carretera
de Olivenza, muy cerca de la frontera portuguesa. Porque Cristina y sus cuatro
hijos fijarían su residencia en Lisboa, donde ella, eso leo, ya tiene trabajo.
Y eso sí que es toda una franquicia en los tiempos que corren. Me imagino que
irá de la mano de la entidad bancaria en la que yo tengo a buen recaudo los
ahorros de toda una vida, incluyendo la generosa indemnización que obtuve en
1987 cuando me echaron del ayuntamiento, al decir de periodistas bien informados
en las cloacas de cualquier emisario submarino.
Este centro penitenciario fue remodelado en 2014 por un
montante económico de tres millones de euros. Se reformaron las instalaciones
de aguas sanitarias y se mejoró la depuradora de aguas residuales. Ya en ese
año era previsible que el ahora condenado intuyera que podía dar con sus huesos
en alguna celda. Y como a uno le entra tremenda flojera cuando traspasa las
pesadas puertas de una cárcel (ya te conté tiempo atrás que a mí me pasó cuando
lo hice en Tenerife II), me imagino que la superioridad habrá estimado conveniente
arreglar las cañerías por si se producían más evacuaciones de las estrictamente
necesarias. Para que vean que en este país también somos previsores. Y ahí
tenemos este coqueto recinto, con una capacidad de 500 presos, que viene a ser
como un colegio de mediano porte.
Pero es que con anterioridad, junio de 2009, la obra social
La Caixa presentó en ese mismo lugar el proyecto CiberCaixa Solidaria, dirigido
a la enseñanza de informática a los internos. Y fue S.A.R. la Infanta doña
Cristina, junto con otros ejecutivos bancarios, la que tuvo el honor de dar a
conocer ese pionero plan de reinserción. Ahí la tienen en la foto haciendo el paseíllo
triunfal. Como la causa que ahora nos tiene entretenidos se inició en 2005
cuando el PSOE denunció en el Parlamento de Baleares los pagos al Instituto
Nóos, uno se pregunta si la monarquía fue tan previsora como para ir atando
cabos por si el desenlace podría desembocar en males mayores.
Cuando redacto estas líneas (tarde lluviosa del domingo 19
de febrero; previsor que asimismo es uno) el fiscal, y principal defensor de la
que no sabía nada, aún no ha movido
ficha para si envía al talego al Duque de Palma (¿o ya lo despojaron?). Puede
que cuando este comentario vea la luz nuestro hombre se halle en camino hacia
Extremadura, donde se encontrará un sinfín de cigüeñas en todo su apogeo de
reconstrucción de nidos y cortejos previos a puestas y cuidados. O quizás no,
que los vericuetos judiciales son difíciles y complicados.
Tengo la impresión de que sería conveniente una reforma en
profundidad de la justicia en este país. Porque con tanta parafernalia
olvidamos lo principal. No se trata, entiendo, de masificar cárceles para
presumir de vagos o donde un muy alto porcentaje de reclusos sale, tras cumplir
la condena, en peores condiciones de las que entró. Y con una sabiduría delictiva
que supera con creces los escasos conocimientos que poseía cuando le cayó la
sentencia. Vamos, que se doctora cum laude.
Se habla de reinsertar, pero me temo que no estamos
consiguiendo los objetivos teóricos programados. En la mayoría de supuestos no
nos enteramos si los dineros defraudados se recuperan, si lo robado es devuelto,
si los atentados medioambientales se restituyen, si se ponen a realizar
trabajos para el bienestar social a los que causan deterioros en la convivencia
ciudadana. Medimos castigos única y exclusivamente por años de encierro. Y no
abogo para que se vayan de rositas, pero que contribuyan con su esfuerzo a
reparar daños, con los intereses correspondientes para que la amortización sea
plena.
Y déjenlo así. No recurran al Supremo. Pues me temo que ni
Badajoz ni Tahíche (ya que Castro estuvo en Arrecife). Y de nuevo Suiza.
En suma, nadie sabe nada, el programa en el que puede pasar
de todo (Andreu Buenafuente y Berto Romero). Si hay que ir, se va, pero ir a
ver el Guadiana, sin más… Sin dejar de reconocer que su trayecto extremeño es
de película. Casi tan bello como el riachuelo en Las Mimbreras.
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