miércoles, 4 de julio de 2018

¡Cuánto tiempo, Paulino!

Me tropecé con un artículo del expresidente del Gobierno de Canarias, mi estimado amigo Paulino Rivero, publicado en el periódico Canarias7. Luego me cercioré de si su blog (paulinorivero.com) seguía activo y comprobé que, efectivamente, continúa insertando una entrada semanal. Siento comunicarle que no me atreví a echar una ojeada a todos los comentarios que han visto la luz desde que abandonó el cargo allá por 2015, pues comprenderá que otras obligaciones me tienen ocupado. Tanto que ni siquiera me dio tiempo de localizar una foto en la que se le ve ordeñando una cabra y otra en la que maneja un arado con una maestría increíble. Después descubro el porqué.
Parece que, a tenor de lo que capté del precitado artículo (La pelota está en el tejado del PP), no se halla nada disgustado con el nuevo ejecutivo nacional. Es conveniente recordar que sus relaciones con los populares, o con José Manuel Soria, para ser más exactos, no acabaron de manera muy armoniosa. Y de ahí su pacto con el socialista José Miguel Pérez.
Escribe Rivero:
El otro peligro que acecha a Pedro Sánchez es el exceso de postureo en el ejercicio de su responsabilidad como presidente, que le pueden marcar como una persona demasiado insustancial, frívola. El comienzo de su mandato está marcado por un abuso de gestos insustanciales que están siendo objeto de poco favorables comentarios en las redes sociales y en los ámbitos políticos e informativos. Sánchez en excelente forma física, practicando running; Sánchez con cariñosos gestos hacia su perra; Sánchez al estilo Kennedy con gafas de sol dentro de Airbus o Sánchez en varias instantáneas consecutivas transmitiendo con sus manos, según el comentario que se adjunta en la cuenta oficial de Presidencia en Twitter, “audacia, fuerza y decisión”.
Parece mentira, Paulino, que hayas olvidado aquellos años en que tú cometías idéntico pecado. Te repito que como no me quedan muchos ratos me he limitado solamente a darme un pequeño paseo por ese fascinante mundo de la Internet y rescaté estas cuatro reproducciones. Valgan de ejemplo. De haber dispuesto de unas horas, a buen seguro que no me hubiesen cabido en un solo post. Y bien lo sabes.
Permíteme que te aconseje. Haz como yo. Mecachis, que no puedes. ¿Ves lo que pasa por eternizar las estancias políticas? Se te nota, incluso, en la redacción del texto que antes reproduje. Repásalo y te percatarás de algún desliz. Esa falta de mayor rodaje en las aulas, esa costumbre de que te redacten los discursos y esos privilegios que disfrutan los cargos públicos de escalones superiores, amén de otras menudencias de menor porte, provocan situaciones en las que al ciudadano no le queda más remedio que establecer las correspondientes comparaciones. Y como la naturaleza me hizo así, amén de remembranzas de las clases de lengua, no me queda más remedio que ponerme a tu disposición para lo que se tercie. Si hay que subir a echarse un vinito en la parte alta, ahí me tendrás. La única condición es que nos acompañe el común amigo Antonio Martín. Él se encargará de la química.
Tus casi cuatro décadas en la cosa pública –tantos años fueron los transcurridos desde El Sauzal, 1979, hasta la salida nada airosa de la presidencia gubernamental, 2015, que cumpliste los requisitos para jubilarte en la enseñanza sin necesidad de coger una tiza– no te reprocho que cometas estos deslices gramaticales. Es culpa del sistema, no tuya. Porque no debería permitir ausencias tan prolongadas, máxime cuando el material sensible que tenemos en muestras manos (alumnos), y que los padres ponen a nuestro cuidado, requiere de una dedicación exquisita a la par que altamente cualificada. Salvo que, y apoyaría una propuesta en tal sentido, se exija a quien se haya apartado de la docencia más de ocho años (dos mandatos o legislaturas) un curso completo de adecuación y perfeccionamiento.
De nada, hombre, para eso estamos los amigos. ¿Ya te apuntaste a los viajes del Imserso? A ver si coincidimos en alguno.

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