Me tropecé con un artículo del expresidente del Gobierno de
Canarias, mi estimado amigo Paulino Rivero, publicado en el periódico
Canarias7. Luego me cercioré de si su blog (paulinorivero.com) seguía activo y
comprobé que, efectivamente, continúa insertando una entrada semanal. Siento
comunicarle que no me atreví a echar una ojeada a todos los comentarios que han
visto la luz desde que abandonó el cargo allá por 2015, pues comprenderá que
otras obligaciones me tienen ocupado. Tanto que ni siquiera me dio tiempo de
localizar una foto en la que se le ve ordeñando una cabra y otra en la que
maneja un arado con una maestría increíble. Después descubro el porqué.
Parece que, a tenor de lo que capté del precitado artículo
(La pelota está en el tejado del PP), no se halla nada disgustado con el nuevo
ejecutivo nacional. Es conveniente recordar que sus relaciones con los populares,
o con José Manuel Soria, para ser más exactos, no acabaron de manera muy
armoniosa. Y de ahí su pacto con el socialista José Miguel Pérez.
El otro peligro que
acecha a Pedro Sánchez es el exceso de postureo en el ejercicio de su
responsabilidad como presidente, que le pueden marcar como una persona
demasiado insustancial, frívola. El comienzo de su mandato está marcado por un
abuso de gestos insustanciales que están siendo objeto de poco favorables
comentarios en las redes sociales y en los ámbitos políticos e informativos.
Sánchez en excelente forma física, practicando running; Sánchez con cariñosos
gestos hacia su perra; Sánchez al estilo Kennedy con gafas de sol dentro de
Airbus o Sánchez en varias instantáneas consecutivas transmitiendo con sus
manos, según el comentario que se adjunta en la cuenta oficial de Presidencia
en Twitter, “audacia, fuerza y decisión”.
Parece mentira, Paulino, que hayas olvidado aquellos años en
que tú cometías idéntico pecado. Te repito que como no me quedan muchos ratos
me he limitado solamente a darme un pequeño paseo por ese fascinante mundo de la
Internet y rescaté estas cuatro reproducciones. Valgan de ejemplo. De haber
dispuesto de unas horas, a buen seguro que no me hubiesen cabido en un solo
post. Y bien lo sabes.
Permíteme que te aconseje. Haz como yo. Mecachis, que no
puedes. ¿Ves lo que pasa por eternizar las estancias políticas? Se te nota,
incluso, en la redacción del texto que antes reproduje. Repásalo y te percatarás
de algún desliz. Esa falta de mayor rodaje en las aulas, esa costumbre de que
te redacten los discursos y esos privilegios que disfrutan los cargos públicos
de escalones superiores, amén de otras menudencias de menor porte, provocan
situaciones en las que al ciudadano no le queda más remedio que establecer las
correspondientes comparaciones. Y como la naturaleza me hizo así, amén de
remembranzas de las clases de lengua, no me queda más remedio que ponerme a tu
disposición para lo que se tercie. Si hay que subir a echarse un vinito en la
parte alta, ahí me tendrás. La única condición es que nos acompañe el común amigo
Antonio Martín. Él se encargará de la química.
Tus casi cuatro décadas en la cosa pública –tantos años
fueron los transcurridos desde El Sauzal, 1979, hasta la salida nada airosa de la
presidencia gubernamental, 2015, que cumpliste los requisitos para jubilarte en
la enseñanza sin necesidad de coger una tiza– no te reprocho que cometas estos
deslices gramaticales. Es culpa del sistema, no tuya. Porque no debería
permitir ausencias tan prolongadas, máxime cuando el material sensible que
tenemos en muestras manos (alumnos), y que los padres ponen a nuestro cuidado,
requiere de una dedicación exquisita a la par que altamente cualificada. Salvo
que, y apoyaría una propuesta en tal sentido, se exija a quien se haya apartado
de la docencia más de ocho años (dos mandatos o legislaturas) un curso completo
de adecuación y perfeccionamiento.
De nada, hombre, para eso estamos los amigos. ¿Ya te apuntaste
a los viajes del Imserso? A ver si coincidimos en alguno.
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