jueves, 26 de julio de 2018

Luna sangrienta

Todos los años, lo mismo. O todos venden lo mismo, que nos señalaba cierta publicidad. Cuando no es la Luna, será Marte. Y si no, una conjunción de planetas, pero siempre existirá un fenómeno astronómico que deberá ser calificado como el no va más del siglo. Aunque al año siguiente quedará eclipsado, y nunca mejor dicho, por cualquier otro de mayor trascendencia. O menor, que todo es posible con lo olvidadizos que somos.
Mañana viernes se producirá otro eclipse del satélite terrestre. Y aparte de verla grande y hermosa, adquirirá un especial tono rojizo que parecerá que sangra. De ahí el titular que prolifera por los medios de comunicación. Nada nuevo, por cierto, si te dedicas a repasar estos acontecimientos a lo largo de un periodo no demasiado largo. Pero como somos de memoria frágil, este 27 de julio nos pegaremos tres horas mirando al cielo. Porque será lento para poder degustarlo con deleite. Salvo en este Norte, donde la panza de burro, como cada verano, hace honor a la tradición y habrá que subir unos metros si nos puede la novelería. O el afán científico, que de todo hay, aunque menos.
Como a Marte se le conoce también como el planeta rojo, es conveniente recordar que cada cierto tiempo crece tanto que casi llega a vislumbrarse del tamaño de la Luna. Y no exagero ni tanto así. Nos lo retratan como las fotos que saca Isidro Felipe con teleobjetivo desde Icod el Alto, por ejemplo, y salen los bañistas de La Fajana, o Gordejuela, con todo lujo de detalles. Y nada te cuento cuando nos sorprende con cualquier tipo de ave, faceta en la que es un auténtico especialista. Por cierto, ¿para cuándo el libro de fiestas y tradiciones? No entiendo la postura de los organismos públicos, cuando va a constituir, a buen seguro, un documento de incalculable valor histórico. Algo, o mucho, tendría que aportar nuestro ayuntamiento. También en la faceta económica, por supuesto.
Debemos reconocer que todos los inventos son buenos hasta que llega el golfo de turno y le da la vuelta a la tortilla. No pueden quedar al margen las redes sociales. Y hasta los medios tradicionales se han dedicado a jugar con sensacionalismos baratos e intentan vender la mercancía a base de engañar al lector desde el mismo título, tan obsceno, a veces, que en nada concuerda con el contenido informativo.
De tal suerte, y gracias a Facebook (no tengo WhatsApp), no nos ha hecho falta pisar un aula para convertirnos en astrónomos, periodistas, cocineros, fotógrafos, escritores, investigadores… Los puntos suspensivos abarcan una lista interminable. Y, en consecuencia, los astros cambian de tamaño y color a conveniencia, la Luna sangra (cuando no llora), pero lo que más preocupa es el asunto de las profecías. Porque vale que pueda ser una canción, un libro o un romance en París, mas los mensajes apocalípticos afloran asimismo. Y ya tenemos a Trump con el dedo dispuesto, por lo que añadir más incertidumbre causa cierto repelús.
Así que, estimados pensionistas, como mañana también, eso escuché, nos van a pagar los atrasos, les propongo que gastemos esos euros por la tarde en una buena cuchipanda, no sea que por la noche se nos caiga la Luna y rompa todas nuestras expectativas. Y ya saben que herencias las justas, que luego se pelean por ellas los que nos van a velar en el duelo.
No sé, si no tengo nada mejor que hacer, este viernes me acostaré temprano y si pasa algo que me trinque durmiendo. Esas de se quedó en la cama y se murió de repente eran las causas de muchas defunciones de cuando no había luz eléctrica. Que ya uno es mayor y puede contar.
Bueno, mañana sí vuelvo, pero el lunes queda pendiente. Por si acaso.

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