Este próximo sábado, 4 de agosto, celebrará la Sociedad
Valle de Taoro una asamblea general extraordinaria (junta general que se decía
antaño) con el fin de adecuar sus estatutos a la legislación vigente, a saber,
Ley Orgánica 1/2002, de 22 de marzo, reguladora del Derecho de Asociación, Ley
4/2003, de 28 de febrero, de Asociaciones de Canarias y el Decreto 12/2007, de
5 de febrero, por el que se aprueba el Reglamento de Asociaciones de Canarias.
Y se preguntarán ustedes, estimados y amables lectores, cómo
se ha dejado transcurrir tanto tiempo para este trámite. Recuerden que en comentarios
publicados los días 22 de enero y 11 de abril de este mismo año, y cuyos
enlaces te dejo a continuación por si no tuviste la oportunidad de leerlos en
su momento, o te apetece el repaso de rigor, aludía a la penosa situación en la
que se encontraba la actividad social y al completo estado de abandono de sus
instalaciones y pertenencias.
La nueva Junta Directiva, surgida de la Asamblea celebrada el
21 de enero, ha tenido que bregar duro para adecentar un patrimonio que se ha
ido forjando con el tiempo desde aquel ya lejano 8 de abril de 1922, fecha en
la que los 31 socios que figuran en la relación que se contempla en la
ilustración adjunta, pusieron los cimientos del que popularmente se ha conocido
siempre como el Casino de La Dehesa.
Y todo ello (impermeabilización de la cubierta, nuevas
canalizaciones de luz y agua, pintura, limpieza en profundidad…) partiendo de
la negra perspectiva de un capital social que solo ascendía a deudas contraídas
en mandatos directivos tan opacos como nefastos. Tanto que estamos hablando de unos
cuantos miles de euros que poco a poco se irán enjugando, gracias a la buena
voluntad de quienes abonaron en un solo pago la cuantía anual de la cuota y de
las entidades acreedoras, que han recurrido al viejo adagio de donde tanto
hemos esperado…
A los requerimientos de la Dirección General de
Transparencia y Participación Ciudadana del Gobierno de Canarias (Consejería de
Presidencia, Justicia e Igualdad), la anterior Junta Directiva (o más bien, al
decir de los más allegados, órgano unipersonal) sí remitió copia de supuestos
nuevos estatutos, sin aprobación previa de la Asamblea General (si no había ni
socios, que otra cosa podía esperarse), en los que se reconocía como única
actividad el juego del dominó. Y en los que no se contemplaba un principio que
desde los inicios ha significado un santo y seña en la entidad: la cesión de los
bienes sobrantes, en el hipotético caso de disolución, y tras la designación de
la pertinente Comisión Liquidadora, al Hospital de la Inmaculada Concepción de
Puerto de la Cruz. A lo peor se pretendía por parte del dueño del chiringuito
(a perdonar la comparación) vender el destartalado edificio sin tener que
rendir cuentas a nadie.
No te rías, que no es cuestión de guasa, aunque pudiese
aparentarlo, porque me estoy quedando muy corto. Y es que el respeto hacia las
personas, por muy erradas que hayan sido sus conductas, es norma de obligado
cumplimiento. La trayectoria de casi cien años de historia avala la ejemplar
dedicación de directivos que se
desvelaron porque el Casino siempre fuera santo y seña de este barrio
portuense. Por todos los que dedicaron tiempo y esfuerzo a tan noble causa, y
por quienes han tomado las riendas en momentos tan difíciles para encaminarse a
ese primer centenario, que ya está ahí, casi a la vuelta de la esquina, merece la
pena correr tupido velo, hacer de tripas corazón y arrimar el hombro para que
la Sociedad sea capaz de reverdecer viejos laureles.
Se han acomodado los estatutos a los tiempos actuales, pero
se han sabido mantener los pilares de siempre, los que han sustentado un amplísimo
itinerario, cuyos hitos, puestos los pros y los contras en los platillos de la
balanza, serán patentes, a buen seguro, por un fiel inclinado hacia el de los
aspectos positivos.
Corresponde olvidar –o enterrar, mejor– unos años nefastos.
E impulsar la nave hacia ese puerto del 2022. Cada cual aportando lo que a su
alcance esté. Hagámoslo por aquellos que lo hicieron posible en un contexto de
necesidades y penurias. El primer paso, sacar al enfermo del estado de coma,
está dado. Ahora, a mirar el futuro con optimismo. A partir del sábado
volveremos a ser legales. Que no es poco. Hasta ese punto de la fosa habíamos
descendido.
Concluyo con un párrafo extraído de aquella misiva que
Florencio Sosa dirigiera desde Sevilla con motivo del 50º aniversario:
“Mis votos más entusiastas porque sigáis todos los socios
actuales manteniendo este Centro de esparcimiento y cultura, orgullo de nuestro
tan querido barrio, lugar de unión, paz, pasatiempo y sana alegría para todos. ¡Viva
la Sociedad Valle de Taoro!”. ¿Vamos a defraudar su memoria?
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