Y para justificar el título debemos seguir la táctica de
alguno de sus acérrimos defensores a la hora de vilipendiar al adversario con
la coletilla de políticamente hablando. En mi caso, escribiendo. Apostilla que
debe valer para todo. Mucho más en los supuestos en los que cualquier pregunta
o asunto que se plantee siempre derivará en la misma dirección, a saber, la que
interese para poner en solfa todo aquello que se mueva en otra trayectoria que
no haya sido la que previamente dictó la superioridad. Estamos en ello podría
ser la versión más suave del amplísimo repertorio. Aunque ya en alguna sesión
plenaria se atisba más de un sesgo autoritario en quienes eran tremendamente
modositos no ha tanto.
Como ya me cansé de mirar el Boletín Oficial de la Provincia,
pues solo recoge los anuncios de las delegaciones del cargo de alcalde en los supuestos
que la ausencia supere un tiempo prudencial, te adjunto una ilustración gráfica
con una mínima muestra de los paseos del señor Domínguez. Como me siento en la
obligación de recordar a los realejeros que cada fin de mes ingresamos en su
cuenta corriente unos buenos cuantos miles de euros, deberán conocer los
abducidos que son tantas las horas que no cumple con lo estipulado en el
contrato (remontarse a cierta sesión plenaria en junio de 2015), que en
cualquier empresa ya habría motivos más que suficientes como para ponerlo de
patitas en la calle. Seguro que en las de su propio entorno familiar no se permiten
tantas veleidades.
Lo malo es que nuestro alcalde –eso sí, a tiempo muy parcial–
creyéndose dotado de una impunidad absoluta, ya transita más las calles de
otros pueblos que las del nuestro. Tanto que observarás en la foto de la
presentación de las Fiestas del Carmen que no está ni se le espera. Y no
busques detrás del cartel porque no lo vas a encontrar. Tal es la
despreocupación por la gestión de los asuntos municipales –por los que bien
percibe buena soldada; sí, te lo recordaré mil veces hasta que te despiertes,
zorullo del carajo, que te roban y tú tan feliz– que ya ni un acto de tanta
trascendencia para los que se declaran católicos practicantes –aunque vivan en
pecado en la intimidad por mor de leyes que recurrieron a altas instancias
judiciales– es motivo para suprimir alguna de las múltiples giras.
Como mi agnosticismo está cada vez más potenciado, te juro
que ya olvidé cuales son las penitencias para quitar la mancha de los pecados
mortales. Porque veniales no son las sajadas que don Manuel nos pega cada mes.
Doble en los meses de junio y diciembre. Y como todavía queda una nutrida
congregación, o cofradía, que entiende perdonadas las faltas –y nunca mejor
dicho, o escrito– con unos besos a lo Judas, siento deseos incontrolados de
aplaudirles vehementemente en la cara a ver si con tal medicina abandonan el
estado catatónico. Latente, pues no se acompaña todavía de la excitación que
marcan los cuadros médicos.
Creo vivir en un pueblo inteligente. Con gentes que
presumimos de dos dedos de frente. Bueno, de uno y medio al menos. Y aunque el
padrón municipal de habitantes nos sigue sorprendiendo con descensos, no hemos
alcanzado aún líneas rojas como para tirarnos de los pelos. Pero me da cierto
pavor con los que aguantamos aquí, porque este es nuestro pueblo y a él nos
debemos. Temo que el grupo de gobierno esté echando en esos frascos pequeños
algo más que el humo que nos venden como elixir del todo va bien y qué buenos
somos. Ayer contemplé a un parapentista, de los que se lanzan en La Corona –y ahí
lo tengo todo controlado–, cómo daba unos giros raros a la altura de El Lance.
Y pensé si los posibles efluvios de las redomas provocaban algo más que amnesia
temporal. Me preocupé, qué quieres que te diga. Pero, quizás, se les vire la tortilla.
Y esos polvos mágicos deriven en contraindicaciones y comiencen a sacudirse
ciertas modorras.
Pues sí, estimados, Manuel Domínguez nos estafa. Pero como
ha vendido bien hasta la compra de un marrón, le perdonamos ausencias y
deslices. Y permitimos, incluso, que no cumpla con sus obligaciones sin detraerle
un céntimo. Igual que te pasa a ti en el trabajo. Como escuché hace poco:
dejemos hacer a los profesionales. Le faltó añadir: lo que les dé la realísima gana.
Que mi alcalde aspira a más, salta a la vista. Que se arrima
al sol que más calienta (por ahora Casado más que Santamaría), hemerotecas al
canto. Y como el bilbaíno, y nacionalizado palmero, Asier Antona, ha sugerido a
Pedro Sánchez que coja el Falcon para darse un volteo por las islas, pienso reunirme
con unos cuantos realejeros para darnos un salto a la Avenida de Canarias y
solicitar prestado cualquier vehículo oficial –a ser posible el de alcaldía–
con el que recorrer el pueblo e ir anotando anomalías en las infraestructuras. Todas
del pasado, por cierto, porque nuevas… Como Manolo, el ausente, no debe
utilizarlo por razones obvias, qué menos que darle uso. Nos gastaremos en
gasolina idéntico montante económico al que nos sisa el mandatario cada mes con
sus garbeos partidarios. Es justo y necesario. Y es nuestro deber.
Ya está bien, alcalde, devuelve lo cobrado de más. Si al
menos hubiésemos obtenido algún beneficio de tus rajadas. Menos mal que el PSOE
actúa como cortafuego ante Carlos Alonso en el Cabildo y llegan millones al
Realejo, porque si nos limitásemos a contemplar tus enfrentamientos, o cosas de
chicos menudos, en las redes sociales, la Avenida de Canarias, por ejemplo, seguiría
tan en standby como el proyecto de La
Gorvorana. Pero de patrimonio hablaremos otro día. Cuando tú dispongas de tiempo,
verbigracia.
Y tú, realejero, despierta, que la panza de burro te tiene anestesiado.
¿O es Manolo? Una buena erupción volcánica, con abundantes movimientos sísmicos
previos, está haciendo falta. Amén.
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