Cuando llega la época carnavalera, y como los años van
pesando, me suele ocurrir que noto que el cuerpo se me subleva al contemplar
esas galas en las que una joven arrastra un pesadísimo traje (según los entendidos
puede alcanzar varios centenares de kilos de peso). Y uno, bruto a más no poder
(las reminiscencias plataneras de La Gorvorana ya forman parte de mis genes),
se ha preguntado en infinidad de ocasiones si no es mejor, y más liviano para
las chicas, que dejen aparcada la carroza (o carreta) y se den un garbeo más ligeras
de equipaje.
Las dos fotografías (las escaneé por separado y luego las uní) que ilustran el comentario de hoy
aparecen en el programa de las fiestas del Carmen realejeras. Me lo dejaron
ayer en el ayuntamiento (fui a una rueda de prensa del grupo socialista, en la
que se llegó a plantear la posibilidad de recurrir a los tribunales ante las
reiteradas negativas del alcalde a que se debatan ciertas mociones que él
entiende no son de interés para Los Realejos, verbigracia, depuradora comarcal
y hospital del Norte) y en el corto trayecto hasta mi casa intercambié
opiniones con varios amigos. Y amigas, que conste en acta. Nadie entendía a
santo de qué las candidatas adultas a Reina y Princesa del Mar aparecían de tal
guisa. Las infantiles van más recatadas y se cubren con tul (Tulle, Francia,
ciudad conocida en el siglo XVIII por la seda y el encaje) de color blanco.
Menos lo entendí aún.
Dado mi espíritu reacio a tales certámenes, puede que me
halle condicionado a la hora de emitir juicios de valor. Pero las opiniones son
libres. Como libertad total y absoluta disfrutan quienes son partidarios de estos
eventos. Al igual que lo son los responsables del estudio fotográfico y la
concejalía de fiestas. Faltaría más. Quizás se englobe en ese toque de originalidad
tan necesario para no caer en la monotonía. Con el tiempo, tal vez –y este
podría ser buen precedente–, proceda elegir la sirena del Guindaste. Con las
fotos de este año algo ya hemos adelantado.
Lo que ya no me cuadra es que los que muestran la cara de progres
son los mismos que en su momento recurrieron ante el TC la ley que regulaba los
matrimonios homosexuales. Y que ahora, también, nos pintan los bancos con los
colores de la bandera arcoíris. Se pasa de un extremo al otro con facilidad
pasmosa. Al menos en apariencia, en esa política de gestos –cara a la galería y
a la posible captación de votos– que choca frontalmente con otros procederes de
su trayectoria pública.
Me apena que se utilice a la mujer por sus atributos y no
por su capacidad. Y no se trata de la pataleta clásica a la que se recurre
cuando fallan los argumentos. No fomentemos la manida matraquilla del uso
maquiavélico de un recurso que se atribuye a estúpidas feministas feas,
cargadas de prejuicios y repletas de toneladas de envidia. Pero tampoco pongan
el grito en el cielo quienes exhiben cuerpo en competiciones de belleza
exterior con patentes vacíos de otras capacidades. Le suena el no me lo
esperaba, ¿o no?
En todos los ayuntamientos encontramos concejalías de
Igualdad con el cometido evidente de luchar por el cumplimiento de los
objetivos del artículo 14 de la CE y de las directrices emanadas de la Ley
Orgánica 3/2007. Me temo que en el consistorio realejero, dadas sus otras
ocupaciones en Educación, Participación Ciudadana, Mayores y Discapacidad, que
la hacen estar muy entretenida en giras y cuchipandas varias, a la concejala no
le queden resquicios para manifestar qué opinión le merecen las páginas
centrales del programa que se deja citado. Y si en este particular no abre la boca,
que elimine la foto en la que se la ve sentada con Manolo en unos de los bancos
multicolores. ¿Más postureo?
A un servidor, por las líneas plasmadas, no le ha parecido
bien. Unan, si les apetece, la profunda convicción, y hago mías las palabras de John Stuart Mill, recogida en la exposición
de motivos de la mentada ley, de “perfecta igualdad que no admitiera poder ni
privilegio para unos ni incapacidad para otros”. Me enfadan estas utilizaciones
que casi siempre proceden de organizadores masculinos. Los que, ante la
avalancha de contestatarios, han sabido obtener más beneficios ampliando el
negocio con nuevos eventos en los que tienen cabida un amplísimo abanico de edades
en ambos sexos. Y como nos encanta que nos usen y nos manejen, tarta para
todos.
Como no lo entiendo, repito, lo digo. Y ya está. Disfruten de
las fiestas. Hasta mañana.
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