martes, 10 de julio de 2018

No lo entiendo

Creo haber dejado plasmado mi parecer en anteriores ocasiones acerca de los concursos de belleza. Tanto en este blog (Desde La Corona), como en el que se halla en reposo (Pepillo y Juanillo), al igual que en la etapa de colaboraciones periodísticas, allá cuando con una máquina de escribir suplíamos carencias. Con los avances ocurre que olvidamos con frecuencia que tuvimos un pasado del que sobrevivimos de milagro. Máxime cuando lo narras a quienes nacieron con un pan bajo un brazo y un ordenador u otro dispositivo bajo el otro.
Cuando llega la época carnavalera, y como los años van pesando, me suele ocurrir que noto que el cuerpo se me subleva al contemplar esas galas en las que una joven arrastra un pesadísimo traje (según los entendidos puede alcanzar varios centenares de kilos de peso). Y uno, bruto a más no poder (las reminiscencias plataneras de La Gorvorana ya forman parte de mis genes), se ha preguntado en infinidad de ocasiones si no es mejor, y más liviano para las chicas, que dejen aparcada la carroza (o carreta) y se den un garbeo más ligeras de equipaje.
Las dos fotografías (las escaneé por separado y luego las uní) que ilustran el comentario de hoy aparecen en el programa de las fiestas del Carmen realejeras. Me lo dejaron ayer en el ayuntamiento (fui a una rueda de prensa del grupo socialista, en la que se llegó a plantear la posibilidad de recurrir a los tribunales ante las reiteradas negativas del alcalde a que se debatan ciertas mociones que él entiende no son de interés para Los Realejos, verbigracia, depuradora comarcal y hospital del Norte) y en el corto trayecto hasta mi casa intercambié opiniones con varios amigos. Y amigas, que conste en acta. Nadie entendía a santo de qué las candidatas adultas a Reina y Princesa del Mar aparecían de tal guisa. Las infantiles van más recatadas y se cubren con tul (Tulle, Francia, ciudad conocida en el siglo XVIII por la seda y el encaje) de color blanco. Menos lo entendí aún.
Dado mi espíritu reacio a tales certámenes, puede que me halle condicionado a la hora de emitir juicios de valor. Pero las opiniones son libres. Como libertad total y absoluta disfrutan quienes son partidarios de estos eventos. Al igual que lo son los responsables del estudio fotográfico y la concejalía de fiestas. Faltaría más. Quizás se englobe en ese toque de originalidad tan necesario para no caer en la monotonía. Con el tiempo, tal vez –y este podría ser buen precedente–, proceda elegir la sirena del Guindaste. Con las fotos de este año algo ya hemos adelantado.
Lo que ya no me cuadra es que los que muestran la cara de progres son los mismos que en su momento recurrieron ante el TC la ley que regulaba los matrimonios homosexuales. Y que ahora, también, nos pintan los bancos con los colores de la bandera arcoíris. Se pasa de un extremo al otro con facilidad pasmosa. Al menos en apariencia, en esa política de gestos –cara a la galería y a la posible captación de votos– que choca frontalmente con otros procederes de su trayectoria pública.
Me apena que se utilice a la mujer por sus atributos y no por su capacidad. Y no se trata de la pataleta clásica a la que se recurre cuando fallan los argumentos. No fomentemos la manida matraquilla del uso maquiavélico de un recurso que se atribuye a estúpidas feministas feas, cargadas de prejuicios y repletas de toneladas de envidia. Pero tampoco pongan el grito en el cielo quienes exhiben cuerpo en competiciones de belleza exterior con patentes vacíos de otras capacidades. Le suena el no me lo esperaba, ¿o no?
En todos los ayuntamientos encontramos concejalías de Igualdad con el cometido evidente de luchar por el cumplimiento de los objetivos del artículo 14 de la CE y de las directrices emanadas de la Ley Orgánica 3/2007. Me temo que en el consistorio realejero, dadas sus otras ocupaciones en Educación, Participación Ciudadana, Mayores y Discapacidad, que la hacen estar muy entretenida en giras y cuchipandas varias, a la concejala no le queden resquicios para manifestar qué opinión le merecen las páginas centrales del programa que se deja citado. Y si en este particular no abre la boca, que elimine la foto en la que se la ve sentada con Manolo en unos de los bancos multicolores. ¿Más postureo?
A un servidor, por las líneas plasmadas, no le ha parecido bien. Unan, si les apetece, la profunda convicción, y hago mías las palabras  de John Stuart Mill, recogida en la exposición de motivos de la mentada ley, de “perfecta igualdad que no admitiera poder ni privilegio para unos ni incapacidad para otros”. Me enfadan estas utilizaciones que casi siempre proceden de organizadores masculinos. Los que, ante la avalancha de contestatarios, han sabido obtener más beneficios ampliando el negocio con nuevos eventos en los que tienen cabida un amplísimo abanico de edades en ambos sexos. Y como nos encanta que nos usen y nos manejen, tarta para todos.
Como no lo entiendo, repito, lo digo. Y ya está. Disfruten de las fiestas. Hasta mañana.

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