martes, 26 de mayo de 2020

Enfados

Noto el ambiente bastante enrarecido. Los nervios afloran con facilidad pasmosa. Nos erigimos en jueces, aunque no tengamos ni la más remota idea del asunto que se discute. Debe ser que nos pasamos mucho tiempo ante la tele culturizándonos con esos programas de largos debates en los que los tertulianos de turno hacen gala de… una estolidez supina. Me da que el contagio de las redes sociales causa profunda mella en todos los ámbitos.

La complicada situación que atravesamos, con demasiada gente encerrada en casa y dándole al coco, está provocando graves espasmos. Se requiere una pronta normalización para que nos entretengamos en otros quehaceres. El trabajo, por ejemplo. Porque tanto gandulismo (no está en el diccionario, pero tú lo entendiste) no es bueno para el cuerpo. Y mucho menos para el alma. Si eres creyente. En caso contrario, en ese algo que llevamos dentro y que nos hace tilín de vez en cuando. Tanto ocio, en suma, acaba por dañar las neuronas. Quienes tengan más de una, que otros no podemos presumir de pluralidades.

De lo esbozado en los párrafos precedentes, se colige que los enfados saltan como las chispas de las ruedas de fuego. Que aunque virtuales en este mayo atípico, no dejan de provocar escozores si no vas bien protegido. Y aun no siendo mi fuerte los eventos festivos, por lo que habituarme a la clausura no me ha supuesto mayores quebraderos de cabeza, entiendo que más de uno debe estar pasándolo mal. De ahí que cuando se abrió la veda de los paseos, saliera a caminar hasta aquel cuyos tenis habían criado moho de tenerlos guardados. Lo de los perros es capítulo aparte.

Me temo que en estos días de inicio en la fase 2, los enojos se hayan trasladado a las playas. Donde han acudido a remojarse el culo aquellos que en veranos anteriores, según señalábamos ayer, no habían visto el mar sino de lejos. Por ello, no hay derecho a que en el pueblo se haya retrasado la apertura de la de El Socorro. Según todos pudimos leer, el alcalde se escudó en la tardanza de confeccionar un protocolo con las normas a establecer. Y yo, que no pienso bajar, me pregunto cómo sí fue posible en otras donde la afluencia es, incluso, mayor que en la nuestra. ¿Será que los regidores de esos otros municipios dedican todas las horas del día a resolver problemas municipales? ¿Será que dan prioridad a los asuntos de sus respectivos municipios antes que las distracciones partidarias? Y de los catorce restantes, ¿no existe siquiera uno que sea capaz de llevar adelante ese cometido? ¿Quedan todos a la espera de las órdenes del licenciado en Wyoming?

¿Que yo estoy enfadado? A ti te lo oigo. Si me he dedicado, desde hace más de setenta días, a expresar mi profunda gratitud, a las siete de la tarde, mediante un sonoro aplauso –me acompaña mi mujer– a mi estimado Manolo por el ímprobo trabajo (maneja el móvil y la mascarilla que es un disgusto verlo por la tele) que realiza en… la sede insular de su partido y, a veces, en un edificio de la santacrucera calle de Teobaldo Power.

¿Pero saben una cosa? La culpa no es de él, sino de las miles de gilipollas (y centenares de gilipollos) que lo votaron, pues era el mejor alcalde que ha tenido la Villa de Viera desde los remotos tiempos en que los guanches corrían por las laderas de Tigaiga, y daba besitos. Bien daba besitos. Pues toma besitos, porque la gestión brilla por su ausencia. Como él. En 2023 nos encantará por enésima vez con el hipódromo, la piscina, remodelación de todo lo modelable y… ahí correrán como locas todas las admiradoras a la caza y captura del zalamero, llevando de la mano a los que guardan sus criterios en el hueso formado por la unión de las últimas vértebras y articulado por su base con el sacro.

¿Cómo puede extrañarnos, con estos antecedentes, que este pueblo se conforme, verbigracia, con unas golosinas culturales? Toma, mi niño, un caramelo y vete chupando un ratito, que mientras lo hagas no te dedicas a pensar. Por si acaso.

¿Que yo estoy enfadado? A ti te lo oigo. No bajo a la playa a desahogarme porque no sé nadar. Lo poquito que sabía, ya se me olvidó porque lo de la piscina va para muy largo. Si algún día volviera, o volviese, tendrá que tirarse Orlando a rescatarme. ¿Habrá waterpolo submarino? Y ya está.

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