miércoles, 13 de mayo de 2020

Expedito

Sí, desembarazado y libre (de todo estorbo) como el viento parece ser que ha encontrado el camino la juventud desde este pasado lunes, día en que toda Canarias quedó encuadrada en la denominada fase 1. En esa jornada tuve que resolver unos cuantos asuntos por la mañana, amén de la compra semanal –ya pude ir de chófer con mi mujer– por lo que salí un rato a caminar a las siete de la tarde. Rapidito, porque por la mar océana venían avanzando unas nubes amenazadoras.

Subí por Pablo García, costado oeste del estadio municipal Los Príncipes, hasta la carretera de Icod el Alto. No tomé en esta ocasión hacia La Azadilla, como en otros días, porque ya saben ustedes que todo el tráfico hacia San  Juan de la Rambla, La Guancha, Icod de los Vinos y la Isla Baja está desviado por esta vía debido a los desprendimientos habidos la pasada semana. Así que bajé hacia la calle El Medio. Más que los automóviles (chiquitas caravanas), que también, iba sumamente asustado pues no me cruzaba con nadie de mi franja horaria.

Después de un rápido garbeo por algunas calles de Realejo Alto, se me llenó la cachimba cuando terminaba el recorrido por Godínez. Los que conocemos esta zona, sabemos que no se destaca, precisamente, por su anchura. Y debí recorrerla por el centro de la calzada casi en su totalidad. Hasta un grupo de ocho jóvenes inconscientes debí esquivar. Y ellos, tan felices de risas y fiestas. Y yo, acojonado. Coño (mis excusas por los prontos coloquiales), si tú no guardas aprecio a la vida, tiéndete debajo de las ruedas de un camión de 50 toneladas, pero déjame seguir disfrutando de la mía. Me da que estas excentricidades (por no escribir gilipolleces) nos pueden causar más de un disgusto, más de un quebradero de cabeza.

Luego, ya en casa, viendo ciertas imágenes en los informativos de televisión, relaciono lo uno con lo otro y no me queda más remedio que comenzar a nombrar a muchísimos familiares directos de estos energúmenos. Que uno se meta cincuenta y ocho días encerrado, para que, cuando abran la veda con la retirada de algunas restricciones, nos volvamos locos y pretendamos, de golpe y porrazo, volver al ritmo y modos de la vida anterior, podría, llana y simplemente, conducirnos a un confinamiento brutal, mientras la vacuna no haga acto de presencia. Somos el garbanzo negro de la especie animal. Nosotros solos, sin ayuda externa, somos capaces de dirigirnos hacia la exterminación. Y luego presumimos del adjetivo racional.

Sé que Manuel Domínguez, diputado regional y alcalde de mi pueblo en sus escasos ratos libres, no lee a este ignorante (no graduado en Wyoming) que se alonga Desde La Corona. Pero sí que lo pone al tanto su cohorte de alcahuetes. Pues tardando están los susodichos correveidiles en trasladarle la preocupación de quien intenta cumplir con las reglas establecidas, pero no lo dejan. Echo en falta paseos policiales por las calles del pueblo. A lo peor ahora nos damos cuenta de que la plantilla no es suficiente y ni siquiera cumple con las ratios recomendadas. Pues uniforme a concejales liberados y cargos de confianza y póngalos a patrullar, en vez de ir a lucir palmito en vídeos promocionales de fiestas virtuales. Lo mismo así se ganarían el aparente inmerecido sueldo.

Es muy triste que los mayores, aquellos que hemos sido catalogados como personal de riesgo, no podamos desentumecernos adecuadamente sino participando en una carrera de obstáculos permanente. Sí, Manolo, estoy cabreado. Me niego a ser cobaya experimental de negligencias ajenas. Del “mejor quédate en casa” hemos pasado, sin solución de continuidad, a la desbandada de los irresponsables. Y no se me alegue que son los menos –que lo sé– porque los contagios pueden volver a crecer exponencialmente, ya que no dependen de simples factores numéricos. A no ser que usted, tan dado a sobredimensionar sus actuaciones de vendehúmos mediante los postureos a los que nos tiene acostumbrados, esté pensando en obtener réditos electorales. Como hizo al comienzo de este negro episodio con una familia contagiada en un viaje por territorio peninsular. Y como su formación política se ha significado, y mucho, por remar en dirección contraria, se me plantean serias dudas. Los mimbres de un buen gestor se ponen de manifiesto en las situaciones complicadas. Y esta lo es. Vaya que sí.

Pongamos freno a los desmanes o nos lamentaremos amargamente. No contribuyan, insensatos, a que se disparen los miedos propios de mi edad. Ya está. Más desahogado quedé.

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