Cuando no se tiene nada que hacer, uno debe entretenerse en
algo. Y como hemos estado confinados (seguimos, pero menos), la casuística se
dispara. El periodismo no es ajeno a la situación. Con el agravante de querer
seguir el juego que se desarrolla en las redes sociales. Lo que desemboca en
demasiados esperpentos en una profesión que se debe regir por otros cánones
bien diferentes a la liviandad que se nos muestra y donde sobren las
frivolidades que, incluso, se nos brindan cada día en las preguntas que se elevan
a los representantes gubernamentales en las múltiples comparecencias que se
suceden desde la implantación del estado de alarma.
Ayer nos sorprendía ABC con otra de sus ingeniosas
encuestas. En la que el PP, como premio a su comportamiento mezquino, que no ha
sido bien visto en foros internacionales ni en le dirigencia de fuerzas
políticas afines, y en su línea de emular los andares, por aquello de la
competencia electoral, de la más rancia, xenófoba y despreciable facción de la
ultraderecha que representa Vox, casi empata en número de escaños con el PSOE.
Pero es que se llega a cuantificar que capta 250.000 votos del propio PSOE y
650.000 de Ciudadanos y Vox. Hombre, eché en falta que afinaran algo más y no
redondearan de tan burda manera. De paso, a ser posible, que se aclarara si en esta
también se dieron a conocer los resultados antes de que concluyeran las entrevistas.
En otro medio impreso compruebo que se ha hecho un
concienzudo examen a Pedro Sánchez durante sus intervenciones públicas. Que no
han sido pocas. Y que a un servidor, al igual que las de Ángel Víctor, le han
servido para valorar muy positivamente el aplomo y talante en una situación tan
complicada como la que aún estamos viviendo. Porque las comparo con las de
Trump y Bolsonaro (parece que Boris ya va marcando otros derroteros después de
que le tocó bien cerca el paso del bicho) y el fiel de la balanza no se presta
a error ni engaño.
Le ponen (a Pedro) los micrófonos tan cerca que se escucha
su respiración y se le nota cansado. Con lo que el estudio, o examen, concluye
que ese aumento de intensidad en la toma de aire se relaciona con el bostezo, y
este no solo con la fatiga, sino también con la ansiedad. Todo ello en
consonancia con una investigación de la Universidad de Pisa, que sostiene que
cuando nos sentimos amenazados se necesita aumentar los niveles de atención.
¿Tú has entendido algo? Tranquilo, yo tampoco. Debemos estar como la torre:
cambados.
Estas tomas extras por el aparato respiratorio del
presidente suponen una inyección de aire nuevo que permite a su procesador
central (cerebro) mantener el estado de alerta (tal cual) y un funcionamiento
óptimo cuando más lo necesita. Se observa, además, en él una fuerte carga
cognitiva (muy alta concentración en lo que está diciendo), lo que implica un
notable descenso de la gestualidad corporal, un discurso más errático y una
ralentizada velocidad del habla.
¿En qué se traduce todo esto? En una leve sacudida corporal
(un sutil sobresalto, nos ilustra el examen) que se asocia a la preparación del
organismo para entrar en acción…
Ya está. Vale por hoy. El resto del análisis (morfológico y/o
sintáctico) tendré que llevarlo a cabo en la siguiente comparecencia. Porque
con este bagaje de conocimientos psicológicos, cuando este próximo fin de
semana lo vislumbre en la tele, prestaré caso omiso a lo que alegue, recomendaciones
incluidas, y fijaré mi atención en cómo se le mueven los ojos. O las orejas. O
si lleva el nudo de la corbata algo tumbado hacia la izquierda.
Esta pandemia nos está enseñando mucho. Y la proliferación
de especialistas en cualquier materia (la psicología no podía quedarse al
margen) es tal que van a sobrar las universidades. Asunto que ya tiene Casado
en su agenda. ¿Lo cogiste? Si acaso dejará la de Wyoming para que nos convalide
los diplomas de las tómbolas. Y no me gusta señalar. ¿Lo volviste a coger?
Y mi reconocimiento a los seguidores, porque, aun con cuenta
nueva en Facebook y con pocos amigos (pero selectos) por ahora (que no
televisión), que las visitas alcancen los tres dígitos (que diría el maestro Salvador),
es digno de darme un abrazo (virtual). A estas alturas de la vida, si no me
quiero yo, ¿quién me va a prestar ese servicio?
No hay comentarios:
Publicar un comentario