jueves, 7 de mayo de 2020

Excitación

Acción y efecto de excitar. Eso nos señala el DRAE. Bien te gusta un diccionario. Sí, y me fui a excitar, porque seguro que ya tu mente se dirigió –inconscientemente, por supuesto– a la acepción quinta: despertar deseo sexual. Y como te veía venir, te puse la ilustración de la tentación de Adán. Que se nos ha venido contando que fue una manzana la fruta de la discordia, cuando en realidad se trató de una banana (plátano en canario). Por razones que ya te imaginas. Aunque, a decir verdad, el comentario de hoy se enfoca hacia la provocación de reacciones, estimular sentimientos, o causar entusiasmos, enojos, alegrías.

Escribía ayer que los nervios comienzan a jugar malas pasadas con el confinamiento. Y los políticos se suman a los irresponsables de los paseos. De no haber superado la prórroga del estado de alarma en el Congreso de los Diputados, lo mismo no tendríamos camas hospitalarias en una semana para atender la avalancha. Salgo cada mañana a las diez. Como ya caminaba antes de que el virus hiciera acto de presencia, no debo ser uno de los sospechosos que se ha sumado a la novelería. Así que me pongo el sombrero –única cosa para la que me sirve la cabeza, al decir de algún (o alguna) lumbrera, de los muchos que pululan por los éteres– y estoy una hora moviendo el esqueleto. De todos los supuestamente humanos con los que me tropiezo en el garbeo, ni uno de más de setenta años. Imagínate sin normas.

Se va Girauta (y una tal Mejías) de Ciudadanos. Al hombre no le gusta ser bisagra. Lo malo es que otros de esa misma formación la ven tremendamente útil. Yo también, sobre todo cuando entro en casa o paso de una habitación a otra. Y raro me parece su planteamiento actual, cuando él la ha utilizado mucho más que cualquier otro. Empezó en el Partido Socialista Catalán, estuvo luego jugando de extremo derecho en el Partido Popular, fichó más tarde en Ciudadanos y ahora tendrá acomodo, a buen seguro, en Vox, porque los andares de Abascal no le deben ser desconocidos. En Ciudadanos, por cierto, la armó en Toledo cuando se presentó por esa provincia y los militantes de Talavera de la Reina se largaron en masa ante tamaña osadía del catalán. Algo parecido al vasco Javier Maroto, ahora senador por Segovia, tras haberse empadronado en el pueblo de Sotosalbos (un centenar de habitantes), aunque creo que el marido se quedó en Álava. Ahora que ya está bien protegido en su puesto, se atreve a dar lecciones a Pedro Sánchez en la comparecencia del pasado martes y sin ponerse colorado.

Fernando Clavijo desautoriza a Carlos Alonso con respecto al puerto de Fonsalía. Mejor que hagan como Ana Oramas: absténganse, que ya habrá tiempo de cambiar de opinión. Mientras, el máximo defensor de la instalación portuaria, Casimiro Curbelo, demanda que se hagan test en Los Cristianos. Resulta que ahora somos apestados. En época de vacas gordas se petaba la isla sin contraindicaciones. Algo parecido ocurrió en El Hierro semanas atrás cuando unos trabajadores de la construcción se trasladaron a El Pinar. Templen los nervios y no contribuyan a que aumente la desazón. Todo a su debido tiempo, sí, pero sin criminalizar.

Que los independentistas catalanes quieran darnos lecciones de principios democráticos al resto de españoles (con la Constitución en la mano, si les pica, rásquense), suena, como mínimo, a chiste. Porque edulcorar los planteamientos para votar negativamente, como hace, por cierto, la derecha más recalcitrante, con subterfugios inverosímiles, solo conduce a demandarles que sean valientes y destapen de una vez por todas los verdaderos intereses que se esconden en la trastienda y que no son otros que los beneficios, momentáneamente paralizados, de la burguesía empresarial, para la que despidos, ertes, incluso muertes, son meros efectos colaterales del crisis.

“El virus no está en la calle”, manifestó al director del Servicio Canario de la Salud, Antonio Olivera. Y le han saltado a la yugular. Pues yo sí entiendo lo que quiso decir. Y comparto el parecer de que el peligro de los contagios no está tanto en espacios abiertos como en recintos cerrados. Lo demás es sacar las cosas de quicio. ¿Producto de los nervios? Seguramente.

Si no se dialoga: tirano, dictador… Si se dialoga: bajada de pantalones. Sí, creo que estamos nerviosos, excitados. Y ojalá fuera en el sentido de la acepción quinta, porque se nos pasaría en un rato.

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