Acción y efecto de excitar. Eso nos señala el DRAE. Bien te
gusta un diccionario. Sí, y me fui a excitar, porque seguro que ya tu mente se
dirigió –inconscientemente, por supuesto– a la acepción quinta: despertar deseo
sexual. Y como te veía venir, te puse la ilustración de la tentación de Adán.
Que se nos ha venido contando que fue una manzana la fruta de la discordia,
cuando en realidad se trató de una banana (plátano en canario). Por razones que
ya te imaginas. Aunque, a decir verdad, el comentario de hoy se enfoca hacia la
provocación de reacciones, estimular sentimientos, o causar entusiasmos,
enojos, alegrías.
Escribía ayer que los nervios comienzan a jugar malas
pasadas con el confinamiento. Y los políticos se suman a los irresponsables de
los paseos. De no haber superado la prórroga del estado de alarma en el
Congreso de los Diputados, lo mismo no tendríamos camas hospitalarias en una
semana para atender la avalancha. Salgo cada mañana a las diez. Como ya
caminaba antes de que el virus hiciera acto de presencia, no debo ser uno de
los sospechosos que se ha sumado a la novelería. Así que me pongo el sombrero –única
cosa para la que me sirve la cabeza, al decir de algún (o alguna) lumbrera, de
los muchos que pululan por los éteres– y estoy una hora moviendo el esqueleto. De
todos los supuestamente humanos con los que me tropiezo en el garbeo, ni uno de
más de setenta años. Imagínate sin normas.
Se va Girauta (y una tal Mejías) de Ciudadanos. Al hombre no
le gusta ser bisagra. Lo malo es que otros de esa misma formación la ven
tremendamente útil. Yo también, sobre todo cuando entro en casa o paso de una habitación
a otra. Y raro me parece su planteamiento actual, cuando él la ha utilizado
mucho más que cualquier otro. Empezó en el Partido Socialista Catalán, estuvo
luego jugando de extremo derecho en el Partido Popular, fichó más tarde en
Ciudadanos y ahora tendrá acomodo, a buen seguro, en Vox, porque los andares de
Abascal no le deben ser desconocidos. En Ciudadanos, por cierto, la armó en
Toledo cuando se presentó por esa provincia y los militantes de Talavera de la
Reina se largaron en masa ante tamaña osadía del catalán. Algo parecido al
vasco Javier Maroto, ahora senador por Segovia, tras haberse empadronado en el
pueblo de Sotosalbos (un centenar de habitantes), aunque creo que el marido se
quedó en Álava. Ahora que ya está bien protegido en su puesto, se atreve a dar
lecciones a Pedro Sánchez en la comparecencia del pasado martes y sin ponerse
colorado.
Fernando Clavijo desautoriza a Carlos Alonso con respecto al
puerto de Fonsalía. Mejor que hagan como Ana Oramas: absténganse, que ya habrá
tiempo de cambiar de opinión. Mientras, el máximo defensor de la instalación
portuaria, Casimiro Curbelo, demanda que se hagan test en Los Cristianos.
Resulta que ahora somos apestados. En época de vacas gordas se petaba la isla
sin contraindicaciones. Algo parecido ocurrió en El Hierro semanas atrás cuando
unos trabajadores de la construcción se trasladaron a El Pinar. Templen los
nervios y no contribuyan a que aumente la desazón. Todo a su debido tiempo, sí,
pero sin criminalizar.
Que los independentistas catalanes quieran darnos lecciones
de principios democráticos al resto de españoles (con la Constitución en la
mano, si les pica, rásquense), suena, como mínimo, a chiste. Porque edulcorar
los planteamientos para votar negativamente, como hace, por cierto, la derecha
más recalcitrante, con subterfugios inverosímiles, solo conduce a demandarles
que sean valientes y destapen de una vez por todas los verdaderos intereses que
se esconden en la trastienda y que no son otros que los beneficios,
momentáneamente paralizados, de la burguesía empresarial, para la que despidos,
ertes, incluso muertes, son meros efectos colaterales del crisis.
“El virus no está en la calle”, manifestó al director del
Servicio Canario de la Salud, Antonio Olivera. Y le han saltado a la yugular.
Pues yo sí entiendo lo que quiso decir. Y comparto el parecer de que el peligro
de los contagios no está tanto en espacios abiertos como en recintos cerrados.
Lo demás es sacar las cosas de quicio. ¿Producto de los nervios? Seguramente.
Si no se dialoga: tirano, dictador… Si se dialoga: bajada de
pantalones. Sí, creo que estamos nerviosos, excitados. Y ojalá fuera en el
sentido de la acepción quinta, porque se nos pasaría en un rato.
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