miércoles, 6 de mayo de 2020

Escéptico

Tercer artículo de mayo y, como los anteriores, su titular comienza por e. Lo que, efectivamente, significa que estoy algo más que escéptico. Sí, me invade la suspicacia. Hállome desconfiado y dudo de casi todo. Y si el meollo está relacionado con la religión, apaga y vámonos. Pero con la política también me encuentro bajo mínimos. Máxime en tiempos pandémicos. En los que persistimos en aprovecharse de todo, y más, para las luchas intestinas. Si en época de aparente normalidad, las cúpulas partidarias demuestran en sus actuaciones que distan mucho del necesario temple para desempeñar el papel que el electorado dictó, nos hallamos ahora en el culmen de los despropósitos. Ni los muertos son respetados por esta manada de bergantes. Y bergantas. Que las hay, incluso con mascarillas patrióticas. Ay, las cegueras ideológicas.

Cuando ante un conflicto de tal magnitud priman burdas estrategias de acomodos, cuando se obnubila la razón por meras cuestiones numéricas del pesebrismo más infame, solo queda, y entiendo que no es poco, la fortaleza de la palabra. Y como en mi particular caso, además, la atalaya de La Corona, vaya en estas líneas, a modo de condena, el más rotundo rechazo al barriobajerismo tan obsceno que se ha afincado en el noble quehacer de la política.

Como mis dotes de adivinación se encuentran, asimismo, a la altura del betún, ignoro cómo va a quedar el asunto de la prórroga del estado de alarma. Conjeturas, pues, las justas. Pero para qué te voy a engañar, el andar de las perritas (autonómicas) no me gusta nada. Ese afán de primero lo mío y el manido interés general que se vaya a freír espárragos, no pinta nada bien. De ahí al pensamiento trumpiano de al carajo los muertos (a perdonar el coloquialismo) si los empresarios (verbigracia, él mismo) campan a sus anchas en el mundo de la ignominia, una delgada raya muy fácil de traspasar.

A pesar de todo, en La Corona sigo, divagando, evocando, elucubrando:

Los nervios ya van surgiendo en todos los estamentos, dimes, diretes y cuentos con el virus estoy viendo. El encierro va pudriendo el tejido neuronal, se decae la moral pues la razón se obnubila, el dialogar no se estila y echamos mano al puñal.

Reprochar sin argumentos sino más bien divagando, solo te va retratando como vocero de cuentos. Se esparcirán con los vientos tus decires de libelo y cargarás el mochuelo de odiosas comparaciones: no alardees de razones si no vales de modelo.

Mucho más que miserables algunos comportamientos, tan burdos como violentos, de estas gentes insociables, con decires deleznables, en tiempos que es menester enfocar nuestro quehacer para vencer el azote y hacer que España reflote sin tanta mierda verter.

Mal lo debe estar pasando el alcalde realejero con el virus traicionero que lo trae satinando. Él, que vive “besuquiando”, no termina de adaptarse y no quiere resignarse a estar todo el día aislado, por eso tiene pensado ante un espejo abrazarse.

A Casado se le importa este virus una mierda, más le interesa que pierda –pegándose fuerte torta, y es que ni un pelo se corta– Pedro Sánchez el gobierno y él vendrá desde el infierno, con su amiguito Abascal, a subirse al pedestal… y váyase el resto al cuerno…

Ha empezado a correr una ligera brisa. Y aquí en lo alto se nota. Sacudo la neurona. Me voy con un recordatorio: Facebook, para un servidor, no es un espacio para competir. Solo es un trampolín para que los amigos accedan al blog. Y muy poco más. A estas alturas de la vida, el petate ya va servido. Y como famas no pretendo… Hasta mañana.

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