Vamos saliendo poco a poco del negro túnel, o pozo, en el
que el maldito bicho nos introdujo. Y hemos de hacer bueno, una vez más, el
viejo aforismo de que no hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo resista.
En el convencimiento de que toda crisis nos refuerza. De los golpes se aprende.
Y todo lo que no mata, alimenta. Epidemias, catástrofes y desgracias varias las
ha habido desde siempre. Y aquí estamos.
Harto sabido es que Canarias se ha visto involucrada en una
situación que antes nunca había sucedido. El aislamiento por mar y aire ha
supuesto un duro revés económico. Que a los más afectados les ha hecho olvidar
años de abundancia. En los que se recogieron excelentes frutos. Pero, y a sus
declaraciones me remito, no debieron ponerse a buen recaudo por si los tiempos
cambiaban. Pues no parece razonable que el desastre de unos meses nos haga correr
tupido velo a largas épocas de llenar bolsillos. Por lo que afloran demasiados
lloros a la fábrica de hacer dinero. Aunque, aun no estando de acuerdo con los
planteamientos economicistas de ciertos empresarios, no irán por ahí los tiros
del presente comentario.
He puesto aposta una foto de La Gomera. Una de las posibles
razones se debe a que la consejera de Turismo del Gobierno de Canarias, Yaiza
Castilla (la otra foto), miembro de la Agrupación Socialista Gomera (ASG), natural de La
Villa, ha efectuado unas interesantes declaraciones en sede parlamentaria. Y en
consonancia con ellas, le recuerdo que ese discurso se lo he escuchado a
Casimiro en multitud de ocasiones. Pero cada vez que visito la isla y contemplo
ingente cantidad de bancales muertos de risa, pienso si estas épocas de vacas
flacas no han sido lo suficientemente graves como para que uno se recree la
vista con esas huertas cultivadas.
Sí, coincido con su planteamiento de que es hora de pasar
del storytelling al storydoing, del contar historias –que
está bien– al hacer historias, del narrarlas al vivirlas, del decir al hacer.
Pero son los más los políticos que cada día realizan declaraciones de volver a lo
mismo y, de ser posible, multiplicado por dos o tres. Porque el turismo lo es
todo y que las papas se sigan importando. Y cuando los productos de aquí no
puedan competir en precios, a pesar de una calidad infinitamente superior, al
barranco con la producción. No sería la primera vez.
Ojalá, desde ya mismo, se comience a planificar una hoja de
ruta bien diferente. Técnicos en la materia habrá para dar y repartir.
Siéntense las bases para que mañana no tengamos necesidad de escuchar repetidos
sus discursos. Las buenas intenciones se quedan en eso cuando gastamos energías
en lo inmediato. Es menester visiones mucho más amplias. Dejar de lado los
despachos durante unos días y echar mano de quienes, sin necesidad de estudios
universitarios, saben mucho de naturaleza, porque la han mamado desde siempre a
pesar de marginaciones y apatías.
Las tierras de Canarias, por sus especiales características
y condiciones meteorológicas favorables, pueden constituir una importante
fuente de manutención. Se impone una diversificación de cultivos que, bien
planificada a lo largo del año, nos permita la adecuada comercialización de los
productos sin la dependencia brutal a la que estamos sometidos. Aunque el
escepticismo nos invada al comprobar cómo los propios dirigentes de las
asociaciones del ramo se dedican a importar papas de Israel, querer es poder.
Concibamos otras maneras que no pasen por la subvención (a la caza del voto)
del pan para hoy y hambre para mañana. Si esta crisis del coronavirus fuese
capaz de hacernos cambiar de procederes, sería capaz de lanzar mi voz al viento
para gritar bien alto que este paréntesis nos ha valido para retomar la senda
del equilibrio. Nada ganamos con las avalanchas. Más bien todo lo contrario.
A perdonar, estimada consejera, si me pongo de ejemplo con
mi nueva cuenta de Facebook: pocos pero bien avenidos, antes que muchos y revoltillados. Y si tengo que ir para La
Gomera a coger el sacho, cuente conmigo.
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