jueves, 21 de mayo de 2020

Expectativas

Vamos saliendo poco a poco del negro túnel, o pozo, en el que el maldito bicho nos introdujo. Y hemos de hacer bueno, una vez más, el viejo aforismo de que no hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo resista. En el convencimiento de que toda crisis nos refuerza. De los golpes se aprende. Y todo lo que no mata, alimenta. Epidemias, catástrofes y desgracias varias las ha habido desde siempre. Y aquí estamos.

Harto sabido es que Canarias se ha visto involucrada en una situación que antes nunca había sucedido. El aislamiento por mar y aire ha supuesto un duro revés económico. Que a los más afectados les ha hecho olvidar años de abundancia. En los que se recogieron excelentes frutos. Pero, y a sus declaraciones me remito, no debieron ponerse a buen recaudo por si los tiempos cambiaban. Pues no parece razonable que el desastre de unos meses nos haga correr tupido velo a largas épocas de llenar bolsillos. Por lo que afloran demasiados lloros a la fábrica de hacer dinero. Aunque, aun no estando de acuerdo con los planteamientos economicistas de ciertos empresarios, no irán por ahí los tiros del presente comentario.

He puesto aposta una foto de La Gomera. Una de las posibles razones se debe a que la consejera de Turismo del Gobierno de Canarias, Yaiza Castilla (la otra foto), miembro de la Agrupación Socialista Gomera (ASG), natural de La Villa, ha efectuado unas interesantes declaraciones en sede parlamentaria. Y en consonancia con ellas, le recuerdo que ese discurso se lo he escuchado a Casimiro en multitud de ocasiones. Pero cada vez que visito la isla y contemplo ingente cantidad de bancales muertos de risa, pienso si estas épocas de vacas flacas no han sido lo suficientemente graves como para que uno se recree la vista con esas huertas cultivadas.

Sí, coincido con su planteamiento de que es hora de pasar del storytelling al storydoing, del contar historias –que está bien– al hacer historias, del narrarlas al vivirlas, del decir al hacer. Pero son los más los políticos que cada día realizan declaraciones de volver a lo mismo y, de ser posible, multiplicado por dos o tres. Porque el turismo lo es todo y que las papas se sigan importando. Y cuando los productos de aquí no puedan competir en precios, a pesar de una calidad infinitamente superior, al barranco con la producción. No sería la primera vez.

Ha dicho usted que “debemos aprovechar las enseñanzas de esta crisis para mejorar en la gestión, en el medioambiente, en la sostenibilidad y en la reducción de la dependencia exterior a base de impulsar la producción local”. Le pregunto: ¿Y quién no ratifica esas palabras? Lo malo es que todo se  quede ahí. En declaraciones. Porque, estará conmigo que no es la primera vez que escuchamos la canción. Me remito al discurso de Wladimiro Rodríguez Brito. ¿Cuántas veces ha escrito acerca de la potenciación del agro isleño, de modificar el paisaje con el simple ejercicio de practicar la siembra, de cuidar nuestro entorno de las traicioneras malezas –perjudiciales en grado sumo– que coadyuvan a la propagación de incendios forestales? Pero que jamás alude a cuando ejerció durante muchos años un cargo público y bien poco se hizo en lo que reiteradamente predica. Porque entre unos y otros nos pasamos la pelota y la casa sin barrer.

Ojalá, desde ya mismo, se comience a planificar una hoja de ruta bien diferente. Técnicos en la materia habrá para dar y repartir. Siéntense las bases para que mañana no tengamos necesidad de escuchar repetidos sus discursos. Las buenas intenciones se quedan en eso cuando gastamos energías en lo inmediato. Es menester visiones mucho más amplias. Dejar de lado los despachos durante unos días y echar mano de quienes, sin necesidad de estudios universitarios, saben mucho de naturaleza, porque la han mamado desde siempre a pesar de marginaciones y apatías.

Las tierras de Canarias, por sus especiales características y condiciones meteorológicas favorables, pueden constituir una importante fuente de manutención. Se impone una diversificación de cultivos que, bien planificada a lo largo del año, nos permita la adecuada comercialización de los productos sin la dependencia brutal a la que estamos sometidos. Aunque el escepticismo nos invada al comprobar cómo los propios dirigentes de las asociaciones del ramo se dedican a importar papas de Israel, querer es poder. Concibamos otras maneras que no pasen por la subvención (a la caza del voto) del pan para hoy y hambre para mañana. Si esta crisis del coronavirus fuese capaz de hacernos cambiar de procederes, sería capaz de lanzar mi voz al viento para gritar bien alto que este paréntesis nos ha valido para retomar la senda del equilibrio. Nada ganamos con las avalanchas. Más bien todo lo contrario.

A perdonar, estimada consejera, si me pongo de ejemplo con mi nueva cuenta de Facebook: pocos pero bien avenidos, antes que muchos y revoltillados. Y si tengo que ir para La Gomera a coger el sacho, cuente conmigo.

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