No hay manera. Ni entre las diez y las doce de la mañana, ni
en el intervalo de la tarde (de siete a ocho). Llego a casa envenenado. O
pierdo la vista a pasos agigantados o la gente se conserva de maravilla. Pero
me da que eso de las franjas horarias es una cuestión que ya muchas personas
debieron olvidar. Y no hay derecho, policías municipales, a que me tropiece en
el corto recorrido con dos de sus vehículos (dos agentes en cada uno de ellos)
sin que se dignen parar cuando ven, como yo, a un par de jóvenes, a una madre
con su niño, a no sé quién con el perro… Bueno, la casuística es amplia.
Y Jesús, 71 años, personal de riesgo según las autoridades
sanitarias, debe ir sorteando obstáculos. Si me habilitan un horario para
desentumecer los músculos y la orografía realejera no permite mayores alardes,
debería hallar el camino más libre de tropiezos. Máxime cuando nuestras
carreteras, sin aceras o espacios para salvar los tobillos del tráfico, no se
prestan demasiado a que podamos guardar las distancias mínimas exigidas.
Procede, entiendo, unas cuantas llamadas de atención, porque
el asunto se está relajando en cantidades industriales. Y los que intentamos
cumplir las normas procurando ser espejos ante la sociedad, nos vemos
imposibilitados por aquellos que merecen, como mínimo, un par de buenas
nalgadas. Y si se persiste en los incumplimientos, sanción al canto y santas
pascuas.
Como uno estuvo en la escuela hasta el otro día, me pregunto
qué tipo de educación puede trasmitir al infante la aludida anteriormente. Como
aquella otra que cruza la calle por donde mejor le convenga llevando de la mano
a un crío de pocos años. Y a lo mejor el paso de peatones se encuentra a menos
de diez metros. Eso sí, ambos van equipados con su correspondiente mascarilla.
Como si esta fuera la licencia para acometer, incluso, acciones prohibidas.
¿Estamos sufriendo las consecuencias de una plantilla corta
y envejecida? Tengo entendido que se ha jubilado un buen puñado (es símil). ¿Se
han cubierto esas plazas, así como las que faltaban para cumplir con la ratio
en consonancia con la población de la Villa de Viera? Me da que no. Mientras,
la pregunta del millón: ¿Para qué mantener al bien pagado de Marrón? Si los más
cercanos reconocen que bien poco ha aportado en estos años, ¿cómo es posible
que arriba se detraigan efectivos para ponerlos a su disposición, con la que la
presencia en la calle es aún menor?
Claro, llegamos a situaciones imprevistas como la que
sufrimos ahora y por aquello de la política mal entendida nos tiramos los
trastos o buscamos el cabeza de turco adecuado. Salvador Illa, por ejemplo. O
Fernando Simón. ¿Se imaginan ustedes que hubiese prosperado el abrir el grifo
totalmente, según propone el PP y Vox? Lo de los catalanes lo dejo aparte y les
echaré de comer en el siguiente pesebre. Si con restricciones hacemos lo que
nos viene en gana, quita, hasta escalofríos me da de solo pensarlo.
Puedo entender que con pocos agentes se antoja complicado
llevar a cabo todo lo que uno ve desde fuera. Pero no estaría de más que cuando
vaya una pareja en un coche patrulla a resolver cualquier asunto, hiciera un
alto en el camino para dar a entender al incumplidor que aún no nos encontramos
en condiciones de tirar voladores. En esta sociedad tan apegada a la vida
fácil, a la comodidad, es necesario, de vez en cuando, buscar modelos, espejos.
Que no todo se resuelve a base de arrumacos y tratos, cuando menos,
empalagosos. Lo digo por quien ustedes saben mejor que yo y que tiene la llave
del grifo en su mano para resolver problemas y solventar carencias. Ya que él
no quiere, sean otros los retratos, los ejemplos. En el buen hacer, porque para
postureos…
Hoy lunes ya entramos en fase 2. No quisiera salir a la
calle con más miedo del que ya soporta este cuerpo aún serrano. Pero un par de
sustos más y me quedo en casa viendo la tele. Jesús, que no gana uno sino para
disgustos. Ah, y si te digo una cosa, te digo la otra: también hay talluditos (pasan de los 70) que salen más temprano porque a las diez hace mucho calor. Y hoy se llenarán las playas, incluso con aquellos que antes de la pandemia no se bañaban ni en verano.
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