miércoles, 27 de mayo de 2020

Emergencia (1)

Ni se corta un pelo. Ni se pone ante un espejo. Perdón, sí que lo hace, y mucho, pero solo para (ad)mirarse. Porque si lo hiciese con visión crítica, atisbaría ya alguna arruga. Mil excusas, de nuevo, me refería a que, quizás, pudiese establecer alguna comparación entre el decir y el hacer, entre el predicar y el dar grano.

En una entrevista concedida a Diario de Avisos, Manuel Domínguez, el pluriempleado –también conocido por Los Realejos como el ausente– ha criticado duramente el cambio normativo constante del Ejecutivo Nacional ante este inédito episodio del coronavirus. No esperábamos menos. Cumplir el manual de instrucciones, máxime en un alto cargo orgánico, es norma inexcusable. De las ‘colaboraciones’ del Partido Popular, de ese arrimar el hombro en situaciones complicadas, ya se han hecho eco medios internacionales, poniendo a nuestro país de ejemplo en cómo una formación política se aprovecha de la pandemia para intentar ganar adeptos. Además, en la disputa de unos puñados de votos, contemplamos, no sin cierto asombro y sonrojo, que voxianos y populares compiten por medir sus atributos. El ver quién la tiene más grande (la bandera) se ha convertido en leitmotiv.

Durante el confinamiento he sentido mucha preocupación y abandono, comenta Domínguez a la periodista. Lo de la preocupación lo entiendo perfectamente. Más de dos meses sin tomar la medicina diaria, debe constituir una durísima prueba. Esa maldita distancia mínima de dos metros ha debido suponerle un quebranto, mental y físico, de imprevisibles consecuencias. Espero y deseo que no implique secuelas irreversibles. Pero el que usted se atreva a hablar de abandono, sin contar antes hasta diez –ten, en inglés, por lo de Wyoming–, excede, y con creces, las lindes del descaro más despreciable que todo político pueda demostrar. ¿No le da vergüenza achacar a un Gobierno enfrentado a un enemigo invisible –no creo sea menester recurrir a los ejemplos de otros que puedan ser más afines a sus principios ideológicos, como Estados Unidos, Brasil o Gran Bretaña–, que se enfrenta cada hora con imprevistos insoslayables, de abandono? ¿Usted, que es el rey del mambo, erigido en el adalid del escaqueo y que más que dejarnos plantados a los realejeros, ya nos puso el abono y el estiércol con el riego por goteo? Calificar su comportamiento de cínico se nos quedaría muy corto. ¿Impudencia, obscenidad descarada, insolencia, desvergüenza? Más, mucho más.

No se ha destacado nuestro pueblo, en sus largos años de mandato al frente del Consistorio, por ser un ejemplo en el fomento del empleo. Y cada vez que alguien se lo recordaba, nos salía por peteneras con la cantinela de que los ayuntamientos no tenían competencias en la creación de puestos de trabajo, sino, en todo caso, echar una mano al sector privado (bien le encanta) para que contrate lo más posible. Y ahora, tras su formación política negar el pan y la sal para que salieran adelante lo decretos del Gobierno encaminados a paliar el gravísimo problema planteado, se lamenta amargamente de que hay más de dos mil personas en el municipio sujetos a expedientes temporales de regulación de empleo y “muchos de ellos todavía no han cobrado”. ¿Muchos son lo que han debido ser revisados por documentación incompleta? ¿Muchos son los que deben ser examinados por aquello de la suspicacia y picaresca, tan inherentes a la idiosincrasia de un país en el que incluso más de un partido político se ha prestado a componendas extrañas? Pues menos mal que solo un diez por ciento aún se halla en proceso de inspección, porque de haber prosperado las tesis de Casado (¿lo conoce, no?) estarían todos mirando pa´l palomo. Las mentiras –en este caso, las triquiñuelas– tienen las patas muy cortas. Y yo noto últimamente, señor alcalde, que hasta sus asesores (todos sabemos cómo funciona esto de las entrevistas, que son redactadas en un despacho mediante el relleno de un simple cuestionario) le ponen chinas en el zapato. Si yo lo fuera, pondría sumo cuidado en todo aquello que pudiera ser echado en cara por razones más que evidentes. Como yo lo estoy haciendo en estos momentos. Por lo que invito a que sean rebatidos mis planteamientos. Usted no, que no tiene tiempo.

(Finalizaremos mañana)

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