Ni se corta un pelo. Ni se pone ante un espejo. Perdón, sí
que lo hace, y mucho, pero solo para (ad)mirarse. Porque si lo hiciese con
visión crítica, atisbaría ya alguna arruga. Mil excusas, de nuevo, me refería a
que, quizás, pudiese establecer alguna comparación entre el decir y el hacer,
entre el predicar y el dar grano.
En una entrevista concedida a Diario de Avisos, Manuel
Domínguez, el pluriempleado –también conocido por Los Realejos como el ausente–
ha criticado duramente el cambio normativo constante del Ejecutivo Nacional
ante este inédito episodio del coronavirus. No esperábamos menos. Cumplir el
manual de instrucciones, máxime en un alto cargo orgánico, es norma
inexcusable. De las ‘colaboraciones’ del Partido Popular, de ese arrimar el
hombro en situaciones complicadas, ya se han hecho eco medios internacionales,
poniendo a nuestro país de ejemplo en cómo una formación política se aprovecha
de la pandemia para intentar ganar adeptos. Además, en la disputa de unos
puñados de votos, contemplamos, no sin cierto asombro y sonrojo, que voxianos y populares compiten por medir
sus atributos. El ver quién la tiene más grande (la bandera) se ha convertido
en leitmotiv.
Durante el confinamiento he sentido mucha preocupación y
abandono, comenta Domínguez a la periodista. Lo de la preocupación lo entiendo
perfectamente. Más de dos meses sin tomar la medicina diaria, debe constituir
una durísima prueba. Esa maldita distancia mínima de dos metros ha debido
suponerle un quebranto, mental y físico, de imprevisibles consecuencias. Espero
y deseo que no implique secuelas irreversibles. Pero el que usted se atreva a
hablar de abandono, sin contar antes hasta diez –ten, en inglés, por lo de Wyoming–, excede, y con creces, las
lindes del descaro más despreciable que todo político pueda demostrar. ¿No le
da vergüenza achacar a un Gobierno enfrentado a un enemigo invisible –no creo
sea menester recurrir a los ejemplos de otros que puedan ser más afines a sus
principios ideológicos, como Estados Unidos, Brasil o Gran Bretaña–, que se
enfrenta cada hora con imprevistos insoslayables, de abandono? ¿Usted, que es
el rey del mambo, erigido en el adalid del escaqueo y que más que dejarnos
plantados a los realejeros, ya nos puso el abono y el estiércol con el riego
por goteo? Calificar su comportamiento de cínico se nos quedaría muy corto.
¿Impudencia, obscenidad descarada, insolencia, desvergüenza? Más, mucho más.
No se ha destacado nuestro pueblo, en sus largos años de
mandato al frente del Consistorio, por ser un ejemplo en el fomento del empleo.
Y cada vez que alguien se lo recordaba, nos salía por peteneras con la
cantinela de que los ayuntamientos no tenían competencias en la creación de
puestos de trabajo, sino, en todo caso, echar una mano al sector privado (bien
le encanta) para que contrate lo más posible. Y ahora, tras su formación
política negar el pan y la sal para que salieran adelante lo decretos del
Gobierno encaminados a paliar el gravísimo problema planteado, se lamenta
amargamente de que hay más de dos mil personas en el municipio sujetos a
expedientes temporales de regulación de empleo y “muchos de ellos todavía no
han cobrado”. ¿Muchos son lo que han debido ser revisados por documentación
incompleta? ¿Muchos son los que deben ser examinados por aquello de la suspicacia
y picaresca, tan inherentes a la idiosincrasia de un país en el que incluso más
de un partido político se ha prestado a componendas extrañas? Pues menos mal
que solo un diez por ciento aún se halla en proceso de inspección, porque de
haber prosperado las tesis de Casado (¿lo conoce, no?) estarían todos mirando pa´l palomo. Las mentiras
–en este caso, las triquiñuelas– tienen las patas muy cortas. Y yo noto
últimamente, señor alcalde, que hasta sus asesores (todos sabemos cómo funciona
esto de las entrevistas, que son redactadas en un despacho mediante el relleno
de un simple cuestionario) le ponen chinas en el zapato. Si yo lo fuera,
pondría sumo cuidado en todo aquello que pudiera ser echado en cara por razones
más que evidentes. Como yo lo estoy haciendo en estos momentos. Por lo que
invito a que sean rebatidos mis planteamientos. Usted no, que no tiene tiempo.
(Finalizaremos mañana)
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