Y lo dicen Barragán y Ana Oramas. O a la viceversa. La una
era a los veinte años (1979) concejala del ayuntamiento de Santa Cruz de
Tenerife. Aquellos que ya cargamos unas décadas a nuestras espaldas sabemos de
su posterior andadura. Y a los más jóvenes, una ojeada a la Wikipedia seguro
que les basta para saber de su vasta trayectoria. El otro, un administrativo
contable majorero, que se subió al carro de CC cuando Hermoso traicionó a
Saavedra (ahora se rasgan las vestiduras por recientes mociones de censura),
comenzó su peregrinaje en 1989 en Tuineje. Contaba con 26 años de edad. Hagan
todos ustedes las cuentas que crean menester. Y acudan a hemerotecas para
comprobar sus declaraciones cuando la moción de censura en Granadilla.
Estos personajes proponen un cambio de liderazgo en
Coalición Canaria. Porque los últimos acontecimientos no han sido nada
favorables y es necesario, proclaman, una renovación importante en el partido.
¿Qué partido?, se me ocurre plantearles. Porque salvo un conglomerado de
intereses en torno al poder que han ostentado desde siempre, no atisbo
estructura política alguna. Y a los municipios donde los votos no les han sido
propicios (Los Realejos y Puerto de la Cruz, meros ejemplos) la deriva hacia la
nada es alarmante. Como despierte la gente de La Orotava –algún polvo mágico
debió echar Linares en las asociaciones vecinales– el talegazo será de órdago.
Nació CC allá por 1993. Un conglomerado que presume, de
boquilla, de canariedad, pero en el que el insularismo rezuma por todos los
poros de su piel. Aderezado con tintes de caciquismo barato que huele bastante
rancio. “Yo no hablo con medianeros, sino con el dueño de la finca”. ¿O ya nos
olvidamos del ramalazo de Clavijo? Porque nacieron desde el poder y se han afianzado
mediante su concurso. Comprobaremos el andar de la perrita ahora que deben
caminar por los complicados vericuetos de la oposición.
Debemos resetearnos, sostiene Ana Oramas. Elegiremos otros
líderes que reilusionen a los canarios. Pues ya probaron el experimento para
elevar de categoría a Paco Linares y no resultó. Y tan escaldado quedó que optó
por mantenerse en La Villa, donde el control férreo de todos los colectivos
permite que el voto cautivo siga produciendo pingües beneficios.
Los que se salvaron de la quema, y van a seguir cobrando
buena soldada como parlamentarios, no se hallan en condiciones de dar consejos,
ni creo estén capacitados para recetar pócimas mágicas. Y esos dirigentes que echarán
la cuerda para sacarlos del pozo no se adquieren en una tómbola de fiestas
patronales. Y como a las agrupaciones palmera y herreña (API y AHI) ya no les
queda el asidero, cuídense de las deserciones. Una vez que el poxipol y la
gotita, elementos que unían la componenda, han dejado de realizar la función
que les estaba encomendada, muy complicado va a ser la recomposición. Porque un
proyecto requiere algo más que declaraciones de la resignación.
Me encanta, no obstante, que resten atisbos de optimismo.
Como el de Clavijo cuando en el debate de investidura le espetó al nuevo
presidente que su discurso había sido continuista. Eso está bien. Como aquel
que se pega un estampido contra una farola y se va de bruces, pero se levanta,
se sacude un fisco, se pone bien los pantalones y exclama: ¡Aquí no ha pasado
nada! Porque si Ángel Víctor se hubiese limitado a pergeñar un proyecto que
venía a ser la continuación de una gestión de 26 años, bien podría haber votado
afirmativamente CC. Tranquilos, sin embargo, pues la ola que solicitó Carlos
Alonso ─y lo hizo con tanta
vehemencia que los barrió─ vendrá
algún día, con el mar más placentero, y los guiará hasta Candelaria, donde la
Patrona, en agradecimiento por los servicios prestados les perdonará sus pecados
a cambio de una penitencia de otras tres décadas, año arriba, año abajo, en el
rincón de pensar.
Estimados coalicioneros:
que nos engañen a los votantes, vale; pero que pretendan engañarse a sí mismos,
patético. Y no se preocupen demasiado porque Antona será, eso dijo, el
contrapeso a este gobierno ‘comunista’, el muro de contención. No me extraña,
con ese cuerpo que Dios le dio.
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