Casi todos los medios de comunicación se hicieron eco del
cariño que se profesaron Clavijo y Rivero en la toma de posesión de Ángel
Víctor Torres. Las dos fotografías que ilustran el presente son botones de un
muestrario más amplio. Como no soy nada sospechoso de mis ‘querencias paulinas’
(y a múltiples comentarios, en este y en el anterior blog, me remito), entiendo
que un observador neutral, ante semejantes composturas, haya pensado que el
maleducado presidente saliente parece no haber sabido encajar deportivamente la
derrota electoral. A lo peor es que el porte y los modales quedaron en la
mochila, y como no fue posible que accediera con ella al salón donde se celebró
el acto de la toma de posesión del dirigente socialista, olvidó Fernando que
eso de dar la espalda está muy mal visto y retrata a la perfección a quien
comete tal fechoría.
Se despachó el sauzalero, quien sigue con el cogote estirado, días atrás en una entrevista,
publicada en Diario de Avisos, con cierto periodista –y voy a dejarlo ahí para
no extenderme demasiado– que debe ostentar el récord de vaivenes en sus juicios
de valor. Vino a reconocer Rivero en la misma que los culpables del resultado
de las pasadas elecciones autonómicas, así como del proceso posterior para
intentar alcanzar algún tipo de pactos que les permitieran no perder las cotas,
y cuotas, de poder a las que desde los inicios de Coalición Canaria han estado
arregostados, tienen nombre y apellidos: Ana Oramas, Carlos Alonso y Fernando
Clavijo.
Y el condenado protocolo jeringó la velada. Porque para dar
el espectáculo que pudimos contemplar, mejor se hubiesen quedado en casa los
dos. Si ese es el previsible camino que les queda por recorrer durante estos
próximos cuatro años, me temo que ni Barragán va a solucionar el entuerto.
Máxime cuando se elevan voces exigiendo un cambio generacional. ¿Y qué podemos
esperar de una formación que argumenta que no opina sobre opiniones? Que es
fórmula sibilina de echar tierra sobre las heridas que pretende reabrir el que
fuera bautizado por Juan Manuel García Ramos como ‘El chiquito de El Sauzal’.
Me da que tendremos otra guerra. Si de los treinta o cien años, dependerá de
cómo lleva a cabo la gestión gubernamental este Pacto del Progreso. O de Las
Flores.
No aludo al que resta en este reparto peliculero porque no
está el bilbaíno Antona como para lanzar voladores. Y no he puesto el
gentilicio a posta, sino que le queda muy ancho el aditivo de palmero porque no
lo es. O, al menos, no siente como tal. Parece desconocer la idiosincrasia del
natural de aquella isla. ¿No alimentaste durante la campaña que había que echar
a CC de cuantos más sitios mejor? Por lo que lanzar órdagos acerca de revertir
la situación ante la moción de censura presentada en el cabildo no le va a
suponer ventaja alguna ante la previsible defenestración por los mandamases
nacionales. Es sintomática la declaración de que cuenta con el apoyo de Madrid.
Primer paso para el sepelio. Y más risa provoca el que extienda la ¿sugerencia?
a Lanzarote. Porque si ahora dieran marcha atrás al acuerdo alcanzado para
compartir PP y PSOE el ayuntamiento de la capital y el cabildo conejero, qué
manera más elegante de dejar las vergüenzas al aire. Y cuando manifiestas que "estás con Paulino porque a Coalición le pudo la soberbia", parece interesante recordarte el viejo aforismo de 'hombre chiquito, hombre currito'; dedicado a los dos, claro.
A todas estas, me imagino que alguien cercano se debe estar
frotando las manos. Sin percatarse de que solo es mirlo blanco en su pueblo,
puesto que los dos intentos de escalar peldaños en otras administraciones
públicas (Cabildo y Parlamento) han demostrado que su gancho electoral a mayor
escala queda bastante lejos de las aspiraciones de su formación política. Once
diputados de un total de setenta dice más bien poco del atractivo de aquellos
que formaron las candidaturas regional e insulares. Pero como es seguidor del
ande yo caliente, puede que le venza su apetito. Ojalá. Nos libraríamos de dos
marrones. Y lo sentiría por las adictas a los arrumacos que, cual plañideras al
uso, llorarían desconsoladas.
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