jueves, 18 de julio de 2019

Amortizados

Casi todos los medios de comunicación se hicieron eco del cariño que se profesaron Clavijo y Rivero en la toma de posesión de Ángel Víctor Torres. Las dos fotografías que ilustran el presente son botones de un muestrario más amplio. Como no soy nada sospechoso de mis ‘querencias paulinas’ (y a múltiples comentarios, en este y en el anterior blog, me remito), entiendo que un observador neutral, ante semejantes composturas, haya pensado que el maleducado presidente saliente parece no haber sabido encajar deportivamente la derrota electoral. A lo peor es que el porte y los modales quedaron en la mochila, y como no fue posible que accediera con ella al salón donde se celebró el acto de la toma de posesión del dirigente socialista, olvidó Fernando que eso de dar la espalda está muy mal visto y retrata a la perfección a quien comete tal fechoría.
Se despachó el sauzalero, quien sigue con el cogote estirado, días atrás en una entrevista, publicada en Diario de Avisos, con cierto periodista –y voy a dejarlo ahí para no extenderme demasiado– que debe ostentar el récord de vaivenes en sus juicios de valor. Vino a reconocer Rivero en la misma que los culpables del resultado de las pasadas elecciones autonómicas, así como del proceso posterior para intentar alcanzar algún tipo de pactos que les permitieran no perder las cotas, y cuotas, de poder a las que desde los inicios de Coalición Canaria han estado arregostados, tienen nombre y apellidos: Ana Oramas, Carlos Alonso y Fernando Clavijo.
Y el condenado protocolo jeringó la velada. Porque para dar el espectáculo que pudimos contemplar, mejor se hubiesen quedado en casa los dos. Si ese es el previsible camino que les queda por recorrer durante estos próximos cuatro años, me temo que ni Barragán va a solucionar el entuerto. Máxime cuando se elevan voces exigiendo un cambio generacional. ¿Y qué podemos esperar de una formación que argumenta que no opina sobre opiniones? Que es fórmula sibilina de echar tierra sobre las heridas que pretende reabrir el que fuera bautizado por Juan Manuel García Ramos como ‘El chiquito de El Sauzal’. Me da que tendremos otra guerra. Si de los treinta o cien años, dependerá de cómo lleva a cabo la gestión gubernamental este Pacto del Progreso. O de Las Flores.
No aludo al que resta en este reparto peliculero porque no está el bilbaíno Antona como para lanzar voladores. Y no he puesto el gentilicio a posta, sino que le queda muy ancho el aditivo de palmero porque no lo es. O, al menos, no siente como tal. Parece desconocer la idiosincrasia del natural de aquella isla. ¿No alimentaste durante la campaña que había que echar a CC de cuantos más sitios mejor? Por lo que lanzar órdagos acerca de revertir la situación ante la moción de censura presentada en el cabildo no le va a suponer ventaja alguna ante la previsible defenestración por los mandamases nacionales. Es sintomática la declaración de que cuenta con el apoyo de Madrid. Primer paso para el sepelio. Y más risa provoca el que extienda la ¿sugerencia? a Lanzarote. Porque si ahora dieran marcha atrás al acuerdo alcanzado para compartir PP y PSOE el ayuntamiento de la capital y el cabildo conejero, qué manera más elegante de dejar las vergüenzas al aire. Y cuando manifiestas que "estás con Paulino porque a Coalición le pudo la soberbia", parece interesante recordarte el viejo aforismo de 'hombre chiquito, hombre currito'; dedicado a los dos, claro.
A todas estas, me imagino que alguien cercano se debe estar frotando las manos. Sin percatarse de que solo es mirlo blanco en su pueblo, puesto que los dos intentos de escalar peldaños en otras administraciones públicas (Cabildo y Parlamento) han demostrado que su gancho electoral a mayor escala queda bastante lejos de las aspiraciones de su formación política. Once diputados de un total de setenta dice más bien poco del atractivo de aquellos que formaron las candidaturas regional e insulares. Pero como es seguidor del ande yo caliente, puede que le venza su apetito. Ojalá. Nos libraríamos de dos marrones. Y lo sentiría por las adictas a los arrumacos que, cual plañideras al uso, llorarían desconsoladas.

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