sábado, 5 de octubre de 2019

Aparcamientos

No creo que constituya una novedad el que manifieste que no existen los suficientes en Los Realejos. Y en otros muchos pueblos. También. Aparte de mucho coche en calles y carreteras, no hemos estado nunca los canarios por el transporte colectivo. Basta echar una ojeada cada mañana a las insufribles colas de las autopistas tinerfeñas para comprobar cuántos usuarios van en cada uno de los vehículos sumergidos en el atasco.

Los realejeros íbamos escapando con el terreno de la Finca El Llano. Pero es, asimismo, justo y necesario que puedan vivir los artistas del circo que nos han visitado en estos días. Pero surge la incompatibilidad entre lo uno y lo otro. Por más que de payasos se trate.

Tuve que acudir por dos veces en la pasada semana al parking que observas en la foto. El del ayuntamiento, que mentamos por estos contornos. Uno de los dos que este grupo de gobierno se empeñó en sacar adelante –cuando cogobernaba con Coalición Canaria– y cuyos excelentes resultados hemos pagado los contribuyentes para general regocijo de las huestes de Domínguez.

El arrendamiento previsto acabó como el rosario de la aurora. Tuvo que rescatarlo el consistorio, limpiarle la cara y abrirlo al público en unas condiciones que, a buen seguro, no se lo hubiese permitido a cualquier empresa concesionaria. Porque un remiendo dura lo que dura. Es más, me atrevo a escribir que aquel cuchitril no cumple las más mínimas normas de seguridad. Esas que tanto encanta exigir al señor Marrón a las comisiones de fiestas y organizadores de eventos varios.

Ya que tanto gusta el colgar fotos en las redes sociales, ¿por qué no una que ilustre acerca de la situación de luces, limpieza, escaleras, ascensor y demás? Y ni se te ocurra bajar al último piso si no quieres morir del susto. Tétrico.

Como los concejales disfrutan de uno particular en el edificio de la Avenida de Canarias, no tienen la necesidad de transitar por el que usa la ciudadanía corriente y moliente. Porque, a lo peor, si se les ocurriese echar una visual, podrían llevarse el susto de que cada cual circula por allí adentro como mejor le venga en gana, pasándose las flechas indicadoras por el forro de los calzoncillos (o de lo otro, en el supuesto de ellas), subiendo por las rampas de bajada (y viceversa) y dejando el coche arrimado a cualquier esquina para no molestarse demasiado.

No sé si ha habido algún ruego o pregunta al respecto. Aunque, en caso de respuesta afirmativa, me imagino la respuesta. Porque “el ausente” no asume responsabilidad alguna. La culpa deberá ser de los que tuvieron la ocurrencia de levantar el ayuntamiento en aquel lugar. Con lo fácil que hubiese sido fabricar al lado del flamante hipódromo, donde el espacio para aparcar coches y caballos es inagotable.

A poder que yo pueda –expresión muy al uso por aquellos que ya rondamos cierta edad– allí no meto más el fotingo ni de coña. Yo no quiero morir del susto, a pesar de que a estas alturas de la vida no pienso que ya me pueda atracar nadie. Y menos si el asaltante es joven (o jóvena); qué ilusión.

Me gustaría conocer el estado de los flamantes locales comerciales de la parte alta. Vaya duda más tonta: como la piscina municipal, la casa de La Gorvorana… Y la cuanta corriente de todos los liberados. También la del que cobra del Parlamento. ¿Vas a seguir?

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