O más. Somos los pensionistas que soporta (aguanta, sufre,
sobrelleva, resiste, tolera) este país. Y esa ingente masa humana es demasiada
carga para cualquier institución. Esto es un “descándalo”, que dijera cierto
exalcalde de una villa bien cercana a esta otra villa (la de Viera). Y lo peor
es que la inmensa mayoría goza de una energía (lo que se traduce en viajes y
cuchipandas varias) no bien disimulada, lo que, obviamente, causa la sana envidia
del resto de seres vivos de dos patas.
Se abre la veda del Imserso y al par de minutos de estar la
aplicación informática operativa, de las plazas ofertadas, ni jumo ni pelo. Y es más, no solo están tiesitos como una vela,
sino que, además, ya saben manejar ordenadores y otros artilugios con una
maestría digna de… un par de cachetones. Los cuadros que señalan lo de plazas
libres, en color verde, se tornan rojos (todo ocupado) a velocidad de vértigo.
Si atisbas algo vacante (color azul) es por puro milagro. ¿A mí me lo vas a
contar, que estaba desde antes de las 8 de la mañana con el dedo preparado para
darle al enter?
Esta situación de privilegio tiene que ser solventada de
inmediato. No se puede tener mantenido a tanto gandul, mano sobre mano, y pagándole
religiosamente allá por el día veinticinco de cada mes. Y están al loro. No
pierden el tino ni por equivocación. Claro, así nos encontramos con sesudos
analistas que estudian la manera de seguirles abonando la pensión, en vez de
buscar fórmulas alternativas para que presten servicios a la comunidad. Como el
de cronista oficial, verbigracia. Hecho que el ayuntamiento de mi pueblo va a
poner en práctica. Figura para la que se exige formación académica
universitaria y no se le va a pagar ni un céntimo. Trabajará por amor al arte y
se le requerirá una memoria anual de su quehacer. Al revés que los concejales.
Cargo que puede ocupar cualquier tronco a cambio de unos tres mil más o menos.
El sistema no puede mantenerse y urge hallar ocupación para
tanto aprovechado. No hay derecho a que debamos darle otro hachazo al fondo de
reserva de la Seguridad Social –nada menos que unos 3.500 millones de euros–
para poder abonar la inminente paga extra navideña. Porque, esa es otra, arriba
disfrutan de tan buena dentadura que no le hacen ascos al turrón. Y del duro,
no vayas a pensar solo en el blando.
Tantas idas y venidas con el ordeñador en la mano, sobre
todo con gobiernos del PP, han posibilitado que la hucha de las pensiones se
halle bajo mínimos. Quedarán unos restos a fin de año de unos 1500 millones de
euros. Que comparados con los que había en 2011 (casi 70.000 millones), ya me
dirán. Como siempre recurrimos al mal de todos, consuelo de tontos, súmenle,
para que luzca un poco, los algo más de 6.000 millones que restan de un
préstamo del Tesoro a la Seguridad Social de no ha mucho y que ascendió a
13.830 millones.
Si ustedes se fijan bien en la foto que ilustra este
artículo de hoy, capturada en Besalú (Gerona) –a perdonar catalanes, independentistas
o no, pero aún no alcanzo el nivel suficiente para escribir Girona– se
preguntarán, y con toda la razón del mundo (yo también lo hago), cómo es
posible que con esa cara de satisfacción y esa animosidad impepinable pueda
esta gente vivir de garbeo casi permanente por cuatro perras. No hay derecho.
Si las condiciones físicas de las personas, gracias a los adelantos en la
medicina, permiten licencias tales, habrá que convenir en retrasar la edad de jubilación
hasta cuando ya no puedan ser una pesada carga para el erario público. Hay que
tomar ejemplo de una trabajadora nata como Celia Villalobos (excepto cuando se
entretiene jugando al Candy Crush), porque a este paso serán más los años de no
dar gongo que los cotizados.
Bueno, los dejo. Voy a mirar si puedo pescar algún otro
viaje de los que se van arrepintiendo. ¡Ah!, ya fui al urólogo. Como la
analítica estaba perfecta, no tuvo que hacerme aquello. Jolines, y yo que me
estaba acostumbrando. Hasta la próxima.
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