viernes, 25 de octubre de 2019

La alcaldesa de Bielorrusia

Saben que Desde La Corona navega siempre en solitario. De tal suerte, cuando se produzca el naufragio, solo habrá un ahogado: yo. El asegurar a más gente no entra en los humildes cálculos de este pensionista. Tanto este como el anterior blog (Pepillo y Juanillo) han tenido, no obstante, muchas ofertas para que la travesía tuviese acompañantes. Las he declinado siempre. Y así voy a seguir hasta que el cuerpo aguante. Luego, ya se verá.

Este bloguero (persona que crea o gestiona un blog, según el DRAE), me imagino que como todos, tiene sus manías. Entre las confesables, y públicas son algunas, no ver ni escuchar bajo ningún concepto sentenciadas emisoras. De las televisivas, una se lleva la palma. Más que impresentable, racista, xenófoba, misógina, fanática, deslenguada, ordinaria, intransigente, sectaria y un etcétera tan amplio que podría dar cabida a todos los calificativos (despreciativos) que cualquier diccionario al uso pudiese englobar.

Pero, desgraciadamente, y es una muestra fehaciente del altísimo nivel cultural informativo con el que tropezamos diariamente, han ido calando y creando escuela. La basura se expande que es un disgusto, se vende con mucha facilidad y se propaga como la plaga de las termitas. A la porra la calidad (en forma y en contenido) cuando lo que vende es la chabacanería, el morbo y hasta la obscenidad.

Y así, de rebote, se incrementa la lista por mor de un periodismo que cambia peligrosamente el color amarillo por el marrón (o canelo en canario). Tanto canales públicos como privados. Y la radio se ha contagiado, mejor, contaminado. Los calcos se reproducen como hongos. Las concomitancias son asombrosas. Incluso responsables políticos se suman a la fiesta y el jolgorio. Se suben al carro de los despropósitos y jalean desde las tribunas las excelencias ‘formativas’ (o de enseñanza, mejor), a base de un despilfarro impúdico de los dineros públicos.

Ayer me hicieron llegar este texto que no me resisto a publicar. Y, estimado amigo, mantendré la autoría en el más estricto anonimato, no sea que pases a hinchar la lista de proscritos. Me cuenta, a manera de introducción, que escuchó la intervención de una ‘carga pública’ (por aquello del lenguaje inclusivo y las modernidades de las reivindicaciones estériles y estúpidas), que habló con total desparpajo de la alcaldesa de Bielorrusia, amén de otras perlas. Y lo sintetizó de la guisa siguiente:

“Ser comedido, qué gran virtud. Ser dueño de tus silencios y no prisionero de tus barbaridades, sabio consejo. Si no sabes, calla, sé prudente. Porque si manifiesto que la alcaldesa de España (símil al canto) es una excelente gestora hipermegamoderna, lo mismo puedo exponerme a embarazosas situaciones. Y si elevas, junto a la compañera que te estaba acompañando, las propuestas que habían propuesto, es posible que te encumbres. Con el peligro de que cuando uno se encarama demasiado, pudiera o pudiese ser que se pegara muy fuerte talegazo, que no es golpe con una talega, sino escenario, o contexto, similar a la palmera que subió y subió. Además, queda muy feo, en un puesto sujeto al dictado de la opinión pública, que aparte de meter la gamba con lo de la regidora de carácter nacional, te permitas el lujo de ¿tutear? a la canciller (¿o cancillera?) alemana, con esa alegría que me recordó a las hermanas bobonas de Piedra Pómez: la Merkel nos mandó un mensaje. Sin especificar si fue desde un sendero en El Cedro o más en plan familiar desde Casa Efigenia mandándose un puchero”.

Bueno, me brindó más detalles de la escucha y de la escuchada. Pero yo solo, haciendo la excepción de rigor, accedí a reproducir el párrafo anterior. De ahí el entrecomillado. Es significativo y definitorio. Le aconsejé que abriera un blog porque me gusta su estilo. Pero quiere y desea vivir tranquilo. Eso me dijo. Y yo lo respeto.

Y no revelar las fuentes se enmarca dentro del denominado secreto profesional, derecho constitucional (artículo 20). Por si acaso me secuestren. La publicación, claro. Que ya no está uno para rescates.

El tiempo te vuelve conservador, moderado. Es sentencia de los entendidos. Pues conmigo, ese tiempo, traducido en edad provecta, debió errar.

Tengan, estimados, un muy feliz fin de semana.

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