miércoles, 30 de octubre de 2019

Estimado Francisco Moreno

No sé si poner los dos puntos que mandan los cánones o ir directamente al grano. Mejor esto último. Después del protocolario muy señor mío, espero y deseo que al recibo de la presente se halle usted en perfecto estado de salud. Por aquí bien, a dios gracias. Y a perdonar mi condición religiosa minúscula. Por ahora, que ya luego se verá.

Me he enterado de que lo nombran administrador único de la radiotelevisión canaria. La verdad es que no sé qué demonios significa eso, pero deduzco que le corresponde llevar las riendas de ese ente audiovisual que tan a mal vivir me trae.

Le confieso que veo poco la tele. Pero cuando me acomodo delante, suele coincidir con el tiempo dedicado a los informativos. Y con el paso del tiempo, modestia aparte, me he convertido en consumado especialista. Por lo que me dirijo a usted por si estima conveniente explicarme cuáles son los criterios periodísticos por los que se guía el responsable de los mismos a la hora de fijar los contenidos.

He leído que ya fue tiempo atrás director general de la cosa. Amén de poseer un amplio bagaje en el mundo de la comunicación. Por lo que mi humilde petición no le deberá suponer mayor quebradero de cabeza. Sería, en todo caso, duro trance para este rebenque de la platanera en el hipotético supuesto de hallarme en dicha tesitura. Porque uno, acérrimo seguidor del consejo paterno con lo de que cortando huevos se aprende a capar, de encontrarme en plan ejecutivo lo mismo sajaría de raíz. Y muerto el perro, ya sabe. No sería yo, en ese caso, el único que defendería la cantinela de emplear esos millones en otras necesidades más perentorias.

Es increíble, cuando no insoportable, la machacona repetición de noticias en todas las ediciones diarias, con unos corresponsales en las islas adocenados (tercera acepción; vulgar, mediocre) hasta decir basta por mor de tics adquiridos con respecto a ubicaciones y formatos, y con un repertorio de sucesos de tal calibre que da la impresión de que se vive al acecho de efluvios amarillentos para deambular por ellos con deleite y satisfacción.

Hágame usted el favor de dedicarme esa media hora. No le pido más. Y tras sacar las conclusiones pertinentes, explíqueme si en las islas no hay más que procesos judiciales de toda índole (si son cruentos, miel sobre hojuelas), secuencias de imágenes que llevan la etiqueta de herir sensibilidades, hurtos, violaciones, asaltos a domicilios, todo ello bien aderezado con algún navajazo, un par de heridos y, a ser posible, que corra la sangre.

Sería capaz de olvidarme, si tal amparo me concede, de las cabras masacradas y de los perros asesinos, obviaría el camión con miles de litros de gasoil que cayó media docena de veces por un acantilado en Tacoronte y me centraría en cuestiones de enjundia, como la vacuna de la gripe, suministrada con tantas dosis a una embarazada que casi da a luz en directo por demasía terapéutica. Que sí, Paco, por Dios y la Virgen. Es de auténtica vergüenza.

Al dinero público debe dispensársele un trato exquisito. Y si hacemos un repaso a la programación televisiva, pocos son los espacios de guárdame un cachorro. Desde pasajes folclóricos venidos a menos, bien por los chillidos sin venir a cuento de su presentador, bien por mixturas musicales de difícil encaje, hasta buques insignias del humor basado en escarnios a deficientes (el gangoso, el tartamudo, el poco agraciado físicamente…) como si los canarios tuviésemos que dar, de manera permanente, la imagen del tolete de solemnidad.

La inyección económica de los presupuestos autonómicos en el ente bien merece, por respeto al contribuyente, una urgente revisión del producto ofrecido. Porque la calidad hace aguas y cuando se nos brinda cualquier novedad, que se vende hasta la saciedad, no deja de ser vulgar copia de formatos que se visionan en otros lares.

Pero, sobre todo, señor Moreno, ordene y ponga en valor los telediarios. Hágalo por aquellos que deseamos estar bien informados y solo nos hacen sufrir con indigestiones de sobremesa. Tenga compasión y tolerancia con este jubilado que no desea todavía seguir aumentando la lista negra de medios vetados. ¿O es pecado demandar información veraz, derecho constitucional que me ha sido conferido en cierto artículo 20?

Solo pido que se respete el “ideario” de un medio público. Lo he reclamado hasta la saciedad para la emisora de radio de mi pueblo y me siento en la obligación de transmitirle a usted mi inquietud.

A la espera quedo. Suyo afectísimo.

Posdata: No me caerá la breva, pero como soy testarudo…

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