No sé si poner los dos puntos que mandan los cánones o ir
directamente al grano. Mejor esto último. Después del protocolario muy señor
mío, espero y deseo que al recibo de la presente se halle usted en perfecto
estado de salud. Por aquí bien, a dios gracias. Y a perdonar mi condición
religiosa minúscula. Por ahora, que ya luego se verá.
Me he enterado de que lo nombran administrador único de la
radiotelevisión canaria. La verdad es que no sé qué demonios significa eso,
pero deduzco que le corresponde llevar las riendas de ese ente audiovisual que
tan a mal vivir me trae.
Le confieso que veo poco la tele. Pero cuando me acomodo
delante, suele coincidir con el tiempo dedicado a los informativos. Y con el
paso del tiempo, modestia aparte, me he convertido en consumado especialista.
Por lo que me dirijo a usted por si estima conveniente explicarme cuáles son
los criterios periodísticos por los que se guía el responsable de los mismos a
la hora de fijar los contenidos.
He leído que ya fue tiempo atrás director general de la
cosa. Amén de poseer un amplio bagaje en el mundo de la comunicación. Por lo
que mi humilde petición no le deberá suponer mayor quebradero de cabeza. Sería,
en todo caso, duro trance para este rebenque de la platanera en el hipotético
supuesto de hallarme en dicha tesitura. Porque uno, acérrimo seguidor del
consejo paterno con lo de que cortando huevos se aprende a capar, de
encontrarme en plan ejecutivo lo mismo sajaría de raíz. Y muerto el perro, ya
sabe. No sería yo, en ese caso, el único que defendería la cantinela de emplear
esos millones en otras necesidades más perentorias.
Es increíble, cuando no insoportable, la machacona
repetición de noticias en todas las ediciones diarias, con unos corresponsales
en las islas adocenados (tercera acepción; vulgar, mediocre) hasta decir basta
por mor de tics adquiridos con respecto a ubicaciones y formatos, y con un
repertorio de sucesos de tal calibre que da la impresión de que se vive al
acecho de efluvios amarillentos para deambular por ellos con deleite y
satisfacción.
Hágame usted el favor de dedicarme esa media hora. No le
pido más. Y tras sacar las conclusiones pertinentes, explíqueme si en las islas
no hay más que procesos judiciales de toda índole (si son cruentos, miel sobre
hojuelas), secuencias de imágenes que llevan la etiqueta de herir
sensibilidades, hurtos, violaciones, asaltos a domicilios, todo ello bien
aderezado con algún navajazo, un par de heridos y, a ser posible, que corra la
sangre.
Sería capaz de olvidarme, si tal amparo me concede, de las
cabras masacradas y de los perros asesinos, obviaría el camión con miles de
litros de gasoil que cayó media docena de veces por un acantilado en Tacoronte y
me centraría en cuestiones de enjundia, como la vacuna de la gripe,
suministrada con tantas dosis a una embarazada que casi da a luz en directo por
demasía terapéutica. Que sí, Paco, por Dios y la Virgen. Es de auténtica vergüenza.
Al dinero público debe dispensársele un trato exquisito. Y
si hacemos un repaso a la programación televisiva, pocos son los espacios de
guárdame un cachorro. Desde pasajes folclóricos venidos a menos, bien por los
chillidos sin venir a cuento de su presentador, bien por mixturas musicales de
difícil encaje, hasta buques insignias del humor basado en escarnios a deficientes
(el gangoso, el tartamudo, el poco agraciado físicamente…) como si los canarios
tuviésemos que dar, de manera permanente, la imagen del tolete de solemnidad.
La inyección económica de los presupuestos autonómicos en el
ente bien merece, por respeto al contribuyente, una urgente revisión del
producto ofrecido. Porque la calidad hace aguas y cuando se nos brinda
cualquier novedad, que se vende hasta la saciedad, no deja de ser vulgar copia
de formatos que se visionan en otros lares.
Pero, sobre todo, señor Moreno, ordene y ponga en valor los
telediarios. Hágalo por aquellos que deseamos estar bien informados y solo nos
hacen sufrir con indigestiones de sobremesa. Tenga compasión y tolerancia con
este jubilado que no desea todavía seguir aumentando la lista negra de medios
vetados. ¿O es pecado demandar información veraz, derecho constitucional que me
ha sido conferido en cierto artículo 20?
Solo pido que se respete el “ideario” de un medio público.
Lo he reclamado hasta la saciedad para la emisora de radio de mi pueblo y me
siento en la obligación de transmitirle a usted mi inquietud.
A la espera quedo. Suyo afectísimo.
Posdata: No me caerá la breva, pero como soy testarudo…
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