¿Tú también?, te preguntarás, y con razón. Pues sí, me subo
a la guagua de opinadores dado que he podido comprobar cómo debaten sobre este
particular muchos encumbrados en las redes sociales y me temo que las tres
cuartas partes de ellos –como casi siempre y a tenor de lo que uno puede leer y
luego darle al magín, que para eso está– no saben de qué va la película.
¿Qué es el denominado pin parental que plantea Vox? Se trata
de una solicitud por escrito a la dirección de los centros para que se les
informe sobre cualquier materia, charla, taller o actividad que afecte a
cuestiones relacionadas con la identidad de género, el feminismo o la
diversidad LGTBI, a fin de que autoricen, o no, la asistencia de sus hijos.
No me voy a extender en fundamentos legales porque no poseo
conocimientos suficientes al respecto. Pero sí que observo que no solo
políticos de izquierda han puesto el grito en el cielo, sino que se han sumado
a la protesta prestigiosos juristas, como el juez Emilio Calatayud, nada
sospechoso en sentencias relacionadas con los jóvenes, quien sostiene que los
hijos no son propiedad de los padres ni del Estado, por lo que propone, para
zanjar el asunto, que sean de Dios y arreglado el entuerto. Es más, como las
creencias religiosas abarcan innumerables deidades, que cada cual se arrime al
ascua que más le caliente.
Pero es que hasta el Papa Francisco ha venido a ratificar el
planteamiento que esgrimió Celáa, la ministra de Educación, hace unos días. Los
padres somos custodios y no dueños. Y como el propio Vaticano, que no es santo
de mi devoción, sostiene que Vox es un partido de extrema derecha, me atrevo a
poner en duda la buena voluntad de esos padres que pretenden meter a sus
vástagos en una urna de cristal para que no sean contaminados por las hordas
rojas del profesorado. Creo que para tal menester están los colegios privados –la
inmensa mayoría de carácter religioso–, que ya se encargan en sus respectivos
idearios de poner los puntos sobre las íes.
Como Vox no se ha aclarado acerca de lo que significa la identidad
de género y sí enfatiza lo del feminismo y diversidad LGTBI, deduzco, en buena
lógica, que lo que la tropa de Abascal proyecta es una sociedad mucho más
machista que la que hemos vivido desde que al creador se le ocurrió lo de la
costilla, donde prime el varón de pelo en pecho y reimplantar la ley de vagos y
maleantes para volver a meter en el saco a cuanto maricón asome la patita.
De tal suerte, cuando el maestro de escuela se disponga a
impartir una clase de anatomía (ni siquiera me atrevo a insinuar que sea de
educación sexual), previamente contemplada en la Programación General Anual y
debidamente aprobada por el Consejo Escolar, deberá tener sumo cuidado en
ocultar determinados pasajes de los aparatos urinario y excretor, no sea que la
Inquisición se halle al acecho detrás de la puerta.
Nos quejábamos, cuando uno era miembro activo de la
comunidad educativa, de la excesiva burocracia en los centros. Porque nos
comían los papeles y se relegaba nuestra verdadera misión al de cualquier actor
secundario. Si se continuara con esta deriva voxiana, apoyada incondicionalmente por el ejército popular –ay,
Casado, a dónde vas–, la escuela dejaría de ser lo que es para convertirse en
correas de transmisión de fanatismos anacrónicos.
Mas si me preocupa esta situación, y todo lo que subyace en
torno a ella, no menos dejo de reconocer que el Partido Popular –ya de
Ciudadanos nada escribo hasta que pongan en claro adónde van–, tan demócrata y
constitucionalista él, debería mirarse a un espejo. Y luego dejarse de reuniones
interparlamentarias (como la habida esta pasado fin de semana en Canarias),
olvidar lemas de enganche (bajar impuestos para crear empleo) y recapacitar si
España mejora con ese ir de la mano de quienes viven del conflicto y se
alimentan de todo el excremento que cualquier sociedad produce. Las
manifestaciones del vicesecretario nacional de Política Territorial, Antonio
González Terol, hace unos días, en presencia de Australia Navarro, Manuel
Domínguez (quien fuera alcalde mi pueblo hasta hace unos meses) y otros
dirigentes populares, dejan bien a las claras la falsedad de un partido en las
cuestiones de cierta enjundia. Si creen que aplaudiendo los dictados de Vox y
comulgando con piedras de molino (a cuadrarse y saludo cuartelero) para sacar adelante presupuestos, por ejemplo,
van a obtener réditos inminentes, craso error.
Si las derivas de Albert Rivera, secundadas ahora por Arrimadas,
ha conducido a que Ciudadanos se haya convertido en algo marginal, intuyo que
Casado tiene en el horizonte cercano una tormenta de imprevisibles
consecuencias por sus posturas y actitudes. Me extraña que el comedido –al menos
eso nos vende– y actual parlamentario Domínguez no haya elevado queja alguna.
Si hasta ayer todos éramos periodistas, a partir de ahora
todos seremos docentes. Aunque los que están por arriba del bien y del mal
disponen de la ventaja de poder adquirir títulos y másteres a base de talonario
en cualquier universidad. Sea la del borbón Juan Carlos o la de Wyoming.
Lo mismo, transcurrido un tiempo, las aguas volverán a su
cauce. El PP siempre se ha sabido aprovechar para practicar en la intimidad lo
contrario de lo que expresan públicamente. Ya Aznar habló catalán con Pujol. Ocurrirá
con lo del pin, ya lo verán. Aunque deban cambiar a un Casado por un separado. Incluso
en aquellas cuestiones que someten a procedimientos judiciales y de puertas
adentro... derecho al honor y todo eso. Divorciados y homosexuales, del felpudo
de la entrada hacia afuera. Es que yo en mi vida privada... Hipócritas.
Mañana es festivo en mi pueblo.
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