La obsesión por estar informado (¿o desinformado?) me lleva a
ver algunos telediarios. Los del mediodía suelen coincidir con la hora del
almuerzo. Y los de la noche, con los preámbulos de la cena. Normalmente, como
uno es canario y está interesado en saber lo que ocurre en su tierra, suelo
sintonizar la televisión más cercana. Y me estoy cansando. Aburrido me tienen.
Como ya llevo incluidos en mi lista negra varios medios (o cuartos) de
comunicación audiovisuales, en un tris me hallo de añadir a RTVC. Temo, a este
paso, quedarme solo. O encaminado a no enterarme de lo que pasa en el mundo.
¿Será esa la solución a tanta inquietud?
Los incondicionales saben que me repito, a veces hasta la
saciedad, en aquellos temas que vislumbro como mejorables. Y este de hoy es
recurrente. De nada han valido los llamamientos a políticos o gestores. Creía
que con el cambio de dirigentes en el gobierno de las islas la situación iba a
tomar otra dirección. Pero a peor la mejoría. Y como el ente público depende
directamente de la Consejería de Hacienda, al frente de la cual se halla el
dicharachero de Román Rodríguez, vaya para él dedicado, expresamente, el
contenido de la presente misiva. A ver si tengo más suerte que con la que
dirigí tiempo atrás al nuevo administrador único de la cosa: Francisco Moreno,
nombrado no ha tanto con el único voto negativo de Ciudadanos, porque Vidiana
Espino, muy en la línea de Inés Arrimadas, persiste en la idea de conducir en
dirección contraria.
No, Canarias no es eso. La imagen que ustedes nos retratan
de esta Comunidad no es la que los que vivimos en esta maravillosa región
contemplamos normalmente. Ni la que el archipiélago se merece. Que vive del
turismo, no lo olvidemos. Y ese retrato tétrico, de robos, asaltos, incendios,
asesinatos, accidentes y un no muy largo etcétera de sucesos, constituye la
excepción que se han empeñado en convertir en norma. Porque es lo que vende.
Como también se observa en otros programas donde prima el morbo y el poner en
valor una sociedad desvirtuada. Haciendo humor a costa de personajes que se
jactan de la ridiculez humana, que destacan defectos para que el espectador se mofe
o carcajee. Que pagan viajes a quienes “les falta un agua”, y así nos entendemos,
para hacerle la competencia a los bodrios de
las televisiones privadas. Los índices de audiencia deben marcar la
pauta. Y si es con basura, ración doble.
Canarias es mucho más que émulos de sálvames y novelerías
varias. O de folclore canario a lo Falete.
Y cuando escucho a determinados cargos públicos alegar que hay que dejar
trabajar a los profesionales, no sé si tirarme de los cuatro pelos restantes o
pegarme un tiro de leche en polvo. Porque los resultados a la vista están.
Por razones laborales no suelo ver nada por la mañana. Pero
me temo que lo que nos cuenten Estíbaliz y Marta sea retomado por Victorio y
Quico. Que será ampliado por Roberto y Pilar. Con otro formato, nueva vuelta de
tuerca cuando Rebeca y Wendy tomen el relevo de la tarde. Y rematarán la faena Paco
Luis y Fátima. Conclusión: hemos matado la misma cabra una docena de veces. Y
como los segundos de imágenes son menos que los dedicados al comentario, nuevo
bucle de reproducciones. Pobre cabra, no; maltrato animal, directamente.
¿Tanto cuesta, Ángel Víctor, Román Rodríguez y Paco Moreno,
dedicar un día (solo uno, no pido más) a culturizarse delante de un televisor
en el que se haya sintonizado previamente la tele canaria de nuestros amores
patrios? Esa patria, la de Nicolás Estévanez. Aquel que escribiera: A mí no me
conmueven / inútiles memorias, / de pueblos que pasaron / en épocas sangrientas
y remotas.
Siento pena, cuando no vergüenza ajena, ante tanto
despropósito. Porque los canarios somos aplatanados –y a mucha honra– pero no
gilipollas. Nos merecemos algo más. Mucho más. Y esperamos que se rompan
esquemas inmovilistas. Es cansino el contenido y lo es más aún la puesta en
escena: estamos en hora, empezamos; y damos media vuelta y el uno a la
izquierda y la otra a la derecha; esto y más en veinte segundos… Parecen el
anticiclón de las Azores cuando le da por no cambiar de sitio. ¿Y los
corresponsales en las islas? La gasolinera de Valverde, verbigracia, hasta en
la sopa, tú.
Como estoy cansado –y me imagino que los que me siguen mucho
más– prometo solemnemente olvidar este asunto por los menos hasta la próxima
semana. Y ya que estoy en plan pedigüeño, no te olvides, Paco Déniz, de que debías
averiguar cómo se encontraba cierto expediente relacionado con emisiones
ilegales y de altísimo contenido pornográficoverbal.
Y un ruego: Como me temo que ni caso, échame una mano,
Salvador García, y remítele el enlace a los parlamentarios y cargos gubernamentales
que bien conoces, porque este rebenque de la platanera tiene menos futuro que
el Club Deportivo Tenerife. Y, aprovechando la intromisión futbolera, como dice
otro amigo jubilado del gremio docente, es que ya nosotros estamos jugando la
prórroga.
Cumpliré con su encargo, profe. Y no olvide que en la prórroga también se marcan goles.
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