jueves, 23 de enero de 2020

Las Canarias en peligro (1)

En el Heraldo, en El Liberal, en otros periódicos repercuten ya los ecos de sordas amenazas que resuenan en toda Europa. En el estado presente de la política internacional, la guerra que Inglaterra viene sosteniendo en el África del Sur corre el grave riesgo de no ser un hecho aislado, sino el primer incidente de esa gran conflagración general, tan temida por todas las naciones, pero tan anunciada. Ante la situación que una guerra general podría crear á España por nuestra condición geográfica al extremo de Europa, enfrente de África, sobre el estrecho de Gibraltar, teniendo á las Canarias en el camino del Transvaal y a las Baleares entre Francia y Argelia, hasta los menos perspicaces comprenden que, por fuerza, hemos de jugar un papel en la tragedia que se avecina: ó el que nosotros elijamos, ó el que nos asigne la mala voluntad de los contrincantes. Hoy, como tantas otras veces, España corre el riesgo de ser el campo de batalla de Europa.

Por lo menos las primeras consecuencias de la guerra las hemos de sufrir nosotros. Con el descaro, con la impudicia de que tanto gasto hacen los ingleses, lo dicen ya sus periódicos: al primer acto de hostilidad contra Inglaterra, esta ocupará temporalmente las islas Canarias para asegurar el paso de sus buques al África del Sur.

Nuestros colegas ya citados se indignan, protestan, claman contra las intenciones británicas y se manifiestan, sobre todo, sorprendidos de ellas. A nosotros nos causa la misma indignación la noticia, pero no nos sorprende. Hace mucho tiempo, cuando aquí no se ocupaba nadie de las islas Canarias, nosotros alzamos nuestra voz para defender sus intereses, y en todo este tiempo, constantemente, sin dejarnos abatir por la inutilidad de nuestras reclamaciones, nuestra voz no ha enmudecido ni un momento. Se han sucedido las situaciones políticas, han turnado en el poder los partidos políticos, han cambiado los ministros de la Guerra; sólo no han cambiado dos cosas: nuestro batallar en pro de Canarias y la indiferencia de los Gobiernos constituidos.

Fácil nos sería exhumar textos, reproducir artículos, si hubiéramos de probar esa tesis, si no tuviéramos la convicción de que nuestros lectores la recuerdan. Conocedores de la situación en que se hallan las antiguas Afortunadas, habiendo tenido ocasión de ver sobre el terreno el abandono en que se las tiene, el desdén con que se las trata y que pugna con el interés con que las mira y considera el extranjero, su estado de indefensión, sus inmejorables condiciones defensivas, no nos cansamos de abogar por que se reconozca la importancia de su papel en el Atlántico, los mil y mil atractivos que en si atesoran para cualquier nación potente... Y aduciendo argumentos sobre argumentos, hemos dicho cuáles son sus recursos, cuáles sus necesidades más urgentes.

Hace pocos meses, y con ocasión de haber sido nombrado capitán general de las islas el bizarro general Bargés, hemos encontrado un auxiliar valioso en la campaña, porque el general, rompiendo el molde en que hasta ahora parecían vaciados todos los capitanes generales qué allí enviaba la Metrópoli como á punto de espera para aguardar vacante en la Península, ha recorrido una por una todas las islas, se ha enterado minuciosamente de lo que á cada una hace falta, ha comprendido, con intuición maravillosa, los términos del problema que allí habrá de plantearse y ha sintetizado, en peticiones justificadas, los elementos de defensa que necesita el Archipiélago. 

Por un momento, lo declaramos con toda sinceridad, por un momento hemos creído y hemos esperado. Mientras sólo éramos nosotros los que pedían y clamaban podía admitirse que los Gobiernos imprevisores de España se mantuvieran distraídos. Pero ahora es el capitán general quien habla, es la autoridad superior de las islas quien declara formalmente que si no se le dan los recursos que pide tendrá que presentar la dimisión, para no comprometer su fama de hombre serio y su honor de soldado en la loca empresa de luchar con lo imposible. Hemos creído, si; hemos esperado. El correo y el cable, en competencia, han traído de Canarias á Madrid demandas justas y han llevado de Madrid á Canarias promesas solemnes, compromisos que parecen inescusables...

El tiempo, sin embargo, pasa y nada se ha hecho y nada tampoco se hace. Detenidos por estériles formulismos, los refuerzos ofrecidos no se pueden enviar, los recursos demandados no se pueden reunir. Al cabo de tanto tiempo, cuando tan crítica es la situación de Europa, nada se ha hecho, nada se hace. Si la guerra llegase á estallar, nos encontraría absolutamente desprevenidos. Cuando un pabellón extranjero flotase sobre aquellas tierras, porción sagrada del patriotismo nacional, nuestros Gobiernos estarían aún sin decidir sobre el envío de elementos defensivos á las islas Afortunadas.

(Concluimos mañana)

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