miércoles, 8 de enero de 2020

Suerte en la singladura

Amén de éxitos y parabienes. Porque, al final, serán los nuestros. Y si ello es así, significaría que se habrían despejado muchos horizontes. Los que en el inicio de la travesía –y al propio debate me remito– se presentan con demasiada turbidez. Pues los procederes nauseabundos de una derecha recalcitrante, retrógrada y repugnante (al menos en ciertos pasajes), que ha sido capaz de contaminar los más elementales principios básicos de toda democracia que se precie, es el preámbulo de un océano minado por doquier. El singular, pero ya típico, tres en uno ha demostrado ser un mal perdedor de muchos quilates. Sentado y a la espera quedo de las andanadas de los “bocachanclas” citados en el post de ayer. A uno, verbigracia, le queda un suspiro en cierto medio radiofónico privado, pero que él ha tomado como suyo, y que le va a suponer otro estampido (¿o debo escribir despido?) al menos tan sonoro como uno anterior. Claro, se envalentonan, se les calienta el gaznate y se olvidan de malos tragos en un pretérito no tan lejano.

Pero hoy quería realizar un ejercicio que no debiera. Porque un articulista nunca es protagonista de nada. Tranquilos, este miércoles tampoco lo será así. Aunque me apetece contar un retorno que, a tenor de los acontecimientos que se vienen produciendo, no ha sido capaz de cumplir el objetivo marcado en el instante de iniciar la partida, pero que, a cambio (¿efectos colaterales?), me ha provocado varias satisfacciones a modo de pactos, de consensos, de diálogos. Me explico:

A principios de marzo de 2018 decidí volver a darme de alta en el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) tras bastantes años alejado de primeras líneas. Bueno, ahora también lo estoy, pero me voy acercando. Solo me queda, a la chita callando y a través de hilvanar párrafos provocaconciencias, que los realejeros despierten de la bobaliconería en la que los tiene sumidos un alcalde que no lo es. Que no solo vende humo en frascos, sino que, además, se va a la radio pública municipal a mentir como un bellaco. Sobreactuando y echando culpas a siniestro. Como en el caso del tristemente famoso muro de La Montaña. Como buen cazador, él dispara que da gusto. Espero que nunca lo haga hacia abajo.

Me afilié, insisto, de manera directa. A través de la web del partido sin necesidad de acudir a la agrupación local. Eso lo hice más tarde, cuando el hecho estuvo consumado. Y retorné con el único objetivo de echar una mano en la política local. Y el éxito a la vista está: rien de rien.

Sin embargo, cuánto me alegro de que Gobierno de España, Gobierno de Canarias, Gobierno del Cabildo de Tenerife, Gobiernos de municipios de esta isla y hasta el de mi propia casa (mi mujer mostró mucha más alegría por la investidura de Pedro Sánchez que la de un servidor, que se encontraba en ese momento dedicado al noble oficio de la agricultura en Las Abiertas) no se hallen regidos por insultadores profesionales. El cambio de panorama desde ese arranque primaveral de hace casi dos años es más que evidente. Creo que se me nota en la cara, porque ayer me dijeron que seguía igualito. No me aclaró si de feo, torcido o malparado.

Cuánto me alegraría de que se pusieran las pilas en mi pueblo. La zona de La Cascabela requiere buen meneo. Subo y bajo, bajo y subo, y casi muerta. Porque desmontar el bluf (traduzco: farol) de Domínguez es cuestión de persuasión, de pedagogía, de paciencia. Pero hasta en eso fallamos: no comunicamos. Y Manolo así se da gusto, nada a sus anchas. Y como tenemos el periodismo que nos merecemos, vendido al mejor postor, denigrando una profesión que debería ser siempre árbitro, así nos va.

Bueno, hoy se retomaron las clases en los centros educativos de Canarias. Pero desde hace nada más y nada menos que once años, yo me quedo en casa. Y ahora que me acuerdo, espero que cuando Casimiro invite a Pedro, para que visite La Gomera, no se olvide de avisarme. Ya está.

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