miércoles, 12 de febrero de 2020

El muro de La Montaña

He pasado en estos días varias veces por La Montaña. La caminata para desentumecer músculos me conduce, a veces, por este núcleo realejero. Hace tiempo, por cierto, que no subo a lo alto del volcán y aprovecharé cuando me tropiece con Basilio Labrador, quien suele entrenar por aquellos contornos, para otear el panorama desde arriba. Que no siempre va a ser desde La Corona. Aunque antes de llegar yo a la meta, me imagino que él (Basilio) habrá ascendido unas dieciocho veces.

Son ustedes perfectamente conocedores de que hay un muro caído desde hace varios meses. Y se ha ubicado un semáforo que regula el tráfico, porque solo existe un carril de circulación habilitado en la carretera. ¿Qué organismo o entidad es el culpable del desaguisado? Ni lo sé ni me importa. Como me imagino tampoco interese a los perjudicados. Quienes exigen –aunque la verdad es que no atisbo demasiadas protestas al respecto– que la obra se haga y se dejen, como en otras tantas ocasiones, de pasarse la pelota.

Dado que tenemos un alcalde a tiempo tan parcial, y mucho lameculos (persona aduladora y servil) en la zona, el problema se dilata más de la cuenta. Insisto, bien poco me interesa saber si el retraso incumbe al Cabildo de Tenerife, al Ayuntamiento de Los Realejos, al Restaurante (Mesón) El Monasterio, al presidente del Gobierno, Ángel Víctor Torres, o a Casimiro Curbelo, por llevarse todo el dinero para La Gomera. Pero ya está bien.

Voy más lejos. Suponiendo que no sea del gobierno local la competencia para acometer la construcción del dichoso muro, ¿para qué queremos un alcalde que no demanda celeridad en el asunto? Claro, mientras está más preocupado por lucir palmito en el correíllo La Palma, porque piensa embarcarnos en unas vacaciones en el mar, se olvida de que somos muchos los realejeros que vivimos de algo más que de fiestas. O mejor, fiestas sí, pero lo importante primero. Y ya que está promocionando las carnestolendas con temática tan veraniega, bien haría, además, en solucionar los pequeños tropiezos de la playa del Socorro, y de paso echar una visual a los contornos de la de Los Roques. ¿O es, quizás, que con el atraque del Titanic pequeñito en el muelle de El Guindaste van a quedar solventados los atascos marítimos de la villa? O si le apetece, señor Domínguez (y concejal, contestatario tiempo atrás con las políticas del PP, y hoy vendido al mejor postor por mor de suculento sueldo), hablamos de piscinas, presentes y futuras.

Como bien les gusta de echar culpas a diestro y siniestro (más a este que a aquel), y dado que el restaurante citado, así como el colegio de las monjas, se halla ubicado en un Monumento Natural, Montaña de Los Frailes, lo mismo haría bien en no escribir nada, no sea que vaya a resultar que metió la pata aquella corporación que tuvo la osadía de solicitar que se incluyera el paraje en el catálogo de espacios protegidos.

Al colegio religioso privado le pusimos hace unos años unos lindos semáforos, con mucho dinero público, para solventar el agudo problema de tráfico planteado en las entradas y salidas del alumnado. Que bien poco, por cierto, arregló la papeleta. Ahora se cae un muro de un jardín de una empresa privada y nos damos cuenta de la salvaguarda que lo ampara. Y si para mover una piedra en condiciones normales hay que rellenar miles de papeles, en la situación actual debe ser una montaña de ellos lo que se habrá de tramitar.

Pero lo que más admiración me causa es que todas las administraciones públicas presumen  de superávit. Las aquí implicadas, también. Por lo tanto, no debe tratarse de un problema de dinero. Y si son meras trabas burocráticas, mucho tendremos que aligerar esta máquina que no hace sino poner pegas. Mientras, ahí seguirán las vallas, las restricciones en la circulación y el pasotismo de la gente.

Aunque, y concluyo, lo que pongo en solfa es la manera de administrar los dineros públicos. Porque no es de recibo, como ellos dicen, que los bancos disfruten de unos capitales, a la par que servicios elementales siguen siendo deficientes. Como yo fui miembro de una corporación que hubo de endeudarse para adquirir terrenos en los que construir colegios, plazas, salones sociales, cuartos mortuorios y todas esas edificaciones de las que hoy se presume, no me entra en la cabeza que un ayuntamiento no sea capaz de llevar a buen puerto la ejecución de unos presupuestos. Debe ser que siguen de vacaciones en el mar. Lo mismo llueve –cuánta falta hace– toda la semana de carnavales y se les fastidia el crucero. ¿Qué prefiero? Estoy en un mar de dudas.

Nota final: Ignoro el autor de la foto que 'robé' de Facebook. Espero ser perdonado por el hurto, dado el interés en que el desaguisado tenga pronta solución.

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