martes, 25 de febrero de 2020

La risueña Patricia

Es conveniente dejar pasar al menos unas horas, porque actuar en caliente suele acarrear funestas consecuencias. Y no son las redes sociales los canales informativos idóneos. Aunque los afanes de protagonismo actúan como resortes. Si pecan los medios de comunicación tradicionales de lanzarse a la piscina sin comprobar el nivel de agua contenido en la misma, el que se haya puesto a nuestra disposición un vehículo que nos hace sentir consumados actores en el devenir cotidiano, ha desembocado en una pléyade de periodistas que ya bien quisiera la más prestigiosa facultad (o como se llame ahora) universitaria.

No voy a entrar, por consiguiente, en el cruce de dimes y diretes que con tanta prodigalidad circulan. El ser comedido, y más en estos sitios de Internet donde llegan a ser amigos hasta el gato y el perro de la vecina, la entiendo como una virtud a cultivar. Porque la máxima de preferir ser dueño de mis silencios a prisionero de mis palabras (o mis escritos) se irá conmigo cuando se esparzan mis cenizas en un lugar que no debo confesar.

Nadie soy para entrar a valorar valías. Pero me da que en el ejercicio de la política actual, que dista años luz de la que yo practiqué en los albores de la democracia (y no atisben ni un miligramo de presunta jactancia), mucho advenedizo, y de profesión palmero (acepción de dar palmas), se ha encumbrado a costa de chotear la nobleza del ejercicio de los asuntos públicos. Y, por si fuera poco el atrevimiento, proliferan los denominados dobletes que solo vienen a demostrar que hemos convertido el arribismo en práctica demasiado habitual.

Pasamos en este Norte tinerfeño el pasado domingo un día bastante aciago. Vendavales he tenido la desgracia de sufrir a lo largo de mi existencia. Pero la confluencia de tantos factores en contra, jamás. Y un episodio de calima como la que aún, cuando redacto estas líneas, estamos soportando, tampoco.

Mientras por aquí se luchaba denodadamente contra la adversidad, en la capital de la isla se decidía continuar con la celebración de los actos carnavalescos. Que no, te lo repito una vez más, no me vas a encontrar en peleas barriobajeras de si el respaldo institucional falló desde Santa Cruz. Hay, por desgracia, cargos públicos, que aprovechan la más mínima oportunidad para intentar obtener el rédito fácil, sacar tajada de cuanta coyuntura se ponga a su alcance. Y vaya que se prodigaron.

Coincido plenamente con las declaraciones del Viceconsejero de Lucha contra el Cambio Climático, el realejero Miguel Ángel Pérez Hernández, quien no entró a valorar las posibles causas y razones técnicas o de operatividad habidas en la toma de decisión para que el carnaval de día se llevase a cabo. Pero si manifestó que, a nivel particular, él hubiese suspendido las actividades programadas.

Yo nadie soy y nada pinto, pero, estimada y risueña Patricia, creo que has metido la pata. Porque en política hay, debe haber, algo más, mucho más que ponerle cara de felicidad a cualquier situación. No te discuto el que sea saludable enseñar los dientes, pero es necesario el respeto institucional, la solidaridad con el que las pasa canutas en momentos difíciles. Y si fueron tus asesores, coordinadores u otros ores, los que te aconsejaron al respecto, otra prueba más de lo que argumentaba unas líneas atrás: no todos valemos para todo. En casos de emergencia, de verdadera necesidad, no es suficiente el haber prestado apoyos para acceder a puestos de relevancia (ayuntamientos, cabildos, parlamento), sino que es menester otros mimbres bien diferentes que los del halago y pasar la mano. Son los inconvenientes de los cargos a dedo, que no premian méritos sino algo de lo que el PSOE no ha sido capaz de diferenciarse de quienes rigieron los destinos de estas peñas durante décadas.

Si se mojó (ojalá lloviese ya) quien hoy sigue siendo secretario general de la agrupación en la que debo estar fichado, no pienso quedarme atrás. Y si quieren perder 6 euros al mes, abiertas están las puertas para entrar y salir. Puedes, risueña Patricia, persistir en esa política de la sobreactuación. Por estos contornos de nuestro querido Realejo mucho sabemos, y sufrimos, de ese modus operandi. Menudo es nuestro Manolo para gestionar boberías. Pero te has equivocado rotundamente. Y te digo más, tal y como lo pienso: creo que el traje de alcaldesa te queda ancho. ¿Tiene solución? Un sí rotundo. Abandona el Parlamento y dedícate a trabajar con denuedo por la capital. Porque todo lo bueno para esa ciudad, redundará en el beneficio insular. Y un último consejo, que hoy voy de generoso: si asesores, coordinadores (y otros ores, como antes señalé) lo son por el mero apoyo a tu carrera política, y flaco favor prestan a tu gestión en los momentos complicados (porque lo que la natura no da, Salamanca no lo presta), unas pataditas en el culo –eso sí, con elegancia– y repuestos al canto. Que haberlos…

De nada, por Dios, faltaría más. ¡Ay!, esta calima es un sinvivir. Y más malo me pongo cuando veo a esa gente en la calle bailando y saltando, al tiempo que tragan virus y bacterias.

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