Con las protestas de las gentes del campo, avivadas en estos
últimos días, y debidas a los precios tan bajos que se les pagan por los
productos que cultivan, mientras en los comercios deben ser adquiridos a
elevadísimos importes, se ha sacado a colación el tema que popularizara el
grupo Los Sabandeños, y que se deja mencionado en el titular de este artículo.
Al respecto, leo, no sin cierto asombro, en el diario
digital (plural, libre e indomable) El Español, a cuyo frente se halla Pedro J.
Ramírez, el siguiente párrafo: “Si el paso de los años no ha acabado con estas
reivindicaciones en el campo, tampoco han podido con la formación musical. Los
Sabandeños siguen en activo desde su fundación en 1965. Entre sus ilustres
componentes se encontraban figuras de la política, como Elfidio Alonso
Rodríguez, quien llegó a ser director del grupo musical, además de fundador.
Alonso fue periodista y diputado español”.
Madre del amor hermoso, por no soltar otra expresión de
calado más vulgar. Diseccionemos:
Como también en otros medios compruebo que se ha aludido a
dicha canción, sin mencionar la autoría de la letra –es más, en alguno se deja
entrever que es el propio Elfidio quien redactó lo de quién sos tú– vaya, a
manera de desagravio, el reconocimiento a Nijota (Juan Pérez Delgado) por no
solo esta composición, sino por el inmenso legado en el campo de la poesía
costumbrista, aderezada con enormes dosis de ingenio y humor.
Que Los Sabadeños se fundaron en 1965 no se lo cree nadie.
Me remito a la publicación Los Sabandeños, las otras voces del mito, de
Francisco García Yanes y Gonzalo Hernández. O
si a bien lo tienen, a unos artículos de un servidor, aparecidos en el
anterior blog, Pepillo y Juanillo, allá por mayo de 2014. Y recuerdo la sentencia
de Julio Fajardo ante la disparidad de fechas en torno al posible parto: Los
Sabadeños nacieron el mismo día que Elfidio Alonso. Y asunto finiquitado.
Pero Elfidio Alonso Quintero, estimada Sandra Tobar, autora
de la ¿información? de El Español, porque difícilmente pudo estar presente en la
finca de Sabanda (Punta del Hidalgo, La Laguna), el republicano Elfidio Alonso
Rodríguez, quien no volvió a España desde el exilio hasta la década de los
ochenta, años después de haber estirado la pata ese personaje que habitó hasta
hace bien poco en el denominado Valle de los Caídos y que lo desahuciaron hace
unos meses con gran despliegue televisivo.
No sé si Elfidio, exalcalde lagunero, exdiputado regional y
un sinfín de oficios más, ha leído el reportaje en cuestión. Me imagino que sí,
pues este inquieto joven nacido en 1935, tiene fuelle para rato con pandereta
en ristre. Y algún recado habrá remitido a la autora del mismo. Puede que verso
con tenderete incluido. Por los derechos de autor.
Este hecho me vuelve a recordar el pasaje de los dos
periodistas de Canal 4 que embarcaron en singular fuga a los turistas alemanes
inmersos en el triste afer del coronavirus y que pusieron, tristemente, en La
Gomera el foco de la información nacional. En la actualidad, parece, se estilan
estas prácticas. Yo tiro la piedra y tú agacha la cabeza por si acaso. Yo acuso
y tú defiéndete. Yo lanzo cualquier bulo, que ya rodará para convertirse en
trama candente. Al final, para mayor inri, son los que se jactan de su buen
quehacer. Y si la ensalada se condimenta con unas pizcas de exabruptos y
vituperios, mayores índices de audiencia y más poder de captación de empresas
que se publiciten. Deberá ser por eso que Telecinco es la cadena más vista por
los que apenas tienen estudios básicos. Y una local cercana, con imitaciones
radiofónicas… Stop.
En suma, ¿por qué proliferan avispados intermediarios que se
enriquecen a costa del lomo de los agricultores? ¿Por qué fallan, normalmente y
de manera estrepitosa, las sociedades cooperativas? ¿Deben implicarse las
instituciones públicas en la regulación de un mercado muy de la mano del
avispado de turno? ¿Por qué están tan caros los plátanos en Mercadona si se
producen al lado?
Mientras ustedes preparan las respuestas, yo me dedicaré a
pensar el contenido del comentario de mañana. Y al tiempo, cantemos lo de quién
es ese elegantísimo, orondo y gran caballero… Hasta entonces.
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