Los más viejos del lugar saben que en la actual Plaza de la
Unión (o de los enamorados) existió un cementerio. Me imagino que los restos
allí existentes se trasladaron al actual de San Agustín, en El Mocán, y cuyo
primer enterramiento tuvo lugar en 1927. Pero esta humilde aportación de simple
fisgoneo en periódicos de años idos, no guarda mayor interés que la mera curiosidad. Que uno no es historiador, investigador o cosas por el estilo, ni
lo pretende a estas alturas de la vida.
En el Atlante, periódico impreso en Santa Cruz de Tenerife,
que se publicó entre el 2 de enero de 1837 y 31 de marzo de 1839, fundado y
dirigido por Pedro Mariano Ramírez, en el ejemplar de 25 de abril de 1837,
páginas 2 y 3, nos encontramos con una carta al director de cierto realejero
(de Arriba), en la que expresaba su queja por las precarias condiciones
higiénico-sanitarias del recinto.
Y recuerden que es una transcripción literal y que en los
tiempos del plomo en las imprentas, el trastoque de los tipos, amén de prisas y
puede que escasa formación de los componedores, provocaban deslices
ortográficos. Pero si con tanto adelanto hoy aún se estilan, considerémoslos
pecados veniales. Allá va ese comunicado:
Sres. Editores del Atlante: Si Vdes. consideran de alguna
utilidad el siguiente comunicado, espero le den cabida en su apreciable
periódico.
Los establecimientos que tienen intima relación con la salud
pública, con los sentimientos de la piedad cristiana, y con el honor y decoro
de los Pueblos, son tan sagrados, que sería un crimen afrentoso mirarlos con
indiferencia; asi como sería vano y temerario empeño sostener, sin estrema
necesidad, lo que se opone á estos sagrados respetos; Sobre estas bases se afirman
los imperios, y si se atropellan y confunden hasta los cimientos de la tierra
se conmueven. A vista de estos principios no me admiro de ver la resistencia,
el odio implacable y horror con que algunas personas del Realejo de arriba
miran su Cementerio provisional, ó mas bien diré; corral inmundo: me admiraría
si, de que lo mirasen con indiferencia y de que fuesen insensatos é insensibles.
Los efectos de la corrupción dentro y fuera de poblado son
perniciosos, inficionan el aire, y pueden exponer se consiguiría con echar los
muertos al campo, sino se asegura por todos los medios posibles la vida, la
salud, y el bien estar de los vivos; con este motivo está mandado retirar de la
población los Cementerios, y sería tan vana, como infructuosa y superflua la
observancia del reglamento, en una sus partes, y no en el todo; y habiendo
marcado la autoridad local y Párrocos un sitio, sin dictamen de medicos doctos,
a diez varas de distancia de la Iglesia en el centro de la población, por que
hayan apartado los muertos de los vivos, porque hayan privado á los hijos de
los sepulcros de sus padres, y á los fieles del lugar sagrado que yacían
jusgarán que han llenado su deber.
La erección de cementerios no es proyecto solamente civil,
ni tampoco solo eclesiástico, pertenece a ambas autoridades, y obrando de
consuno, sobran los medios para erigirlo y el poder para remover los
obstáculos; de aquí el que el Ayuntamiento y Párroco del Realejo de arriba
podian promover la formación de su Cementerio, mas no debían separarse de las
ritualidades prevenidas en los estatutos y reglamentos conforme á lo dispuesto
en el Pontifical romano, y Reales órdenes de S. M. porque si se manda por estos
haya Cementerios, también se prohiben sin aquellos requisitos. Valga la verdad,
el corral de paredes secas y rasas á la tierra construído en el Realejo de
arriba sin estrema necesidad en medio de poblado, y al aire de un barranco, que
encanutado corre á la población inmediata no sirve sino para infestarnos; y como
con el propósito de preservar los pueblos señalaron los físicos los requisitos
ordenados para los Cementerios y con consulta y presencia de estos han expedido
los Reyes sus decretos, los Obispos sus exortaciones, los Médicos sus
resoluciones, informes, y consejos para prestar á los vivos y muertos seguridad
y consuelo, juzgo que las autoridades principales de la Provincia tomarán
conocimiento de su localidad y estado, y dictarán las providencias que estimen
conformes:
Los que mueren, SS. Curas y Párrocos, es cierto, no
necesitan domicilio en la tierra, sino habitar en los Cielos, pero los vivos
necesitamos consuelo, honor, y conservación, y los fieles mostrar la piedad que
la Religión les enseña y los nobles y piadosos sentimientos que les han dejado
sus padres. Los Cementerios deben tener un lugar distinguido, por que son
monumentos que respiran virtudes cristianas. La morada que para los muertos se
edifica, para los vivos se prepara, y el honor que les demos, sera muy
agradable. No hay Nacion ni Religion que no mire el respeto de los cadáveres
como un deber sagrado y religioso, porque han sido domicilios de una alma
racional, templos vivos de Dios, que esperan la venida del supremo Juez, la
resurreccion, la vida y gloria de los Santos y como en los Cementerios yacen
los que han vivido practicando las virtudes que no se diga que se les prepara,
un lugar de ignominia sino un ornamento de honor y de gloria.
Queda de Vdes. afectisimo Servidor Q. B. S. M. Un Realejero.
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