viernes, 28 de febrero de 2020

El cementerio de Realejo Alto

Los más viejos del lugar saben que en la actual Plaza de la Unión (o de los enamorados) existió un cementerio. Me imagino que los restos allí existentes se trasladaron al actual de San Agustín, en El Mocán, y cuyo primer enterramiento tuvo lugar en 1927. Pero esta humilde aportación de simple fisgoneo en periódicos de años idos, no guarda mayor interés que la mera curiosidad. Que uno no es historiador, investigador o cosas por el estilo, ni lo pretende a estas alturas de la vida.

En el Atlante, periódico impreso en Santa Cruz de Tenerife, que se publicó entre el 2 de enero de 1837 y 31 de marzo de 1839, fundado y dirigido por Pedro Mariano Ramírez, en el ejemplar de 25 de abril de 1837, páginas 2 y 3, nos encontramos con una carta al director de cierto realejero (de Arriba), en la que expresaba su queja por las precarias condiciones higiénico-sanitarias del recinto.

Y recuerden que es una transcripción literal y que en los tiempos del plomo en las imprentas, el trastoque de los tipos, amén de prisas y puede que escasa formación de los componedores, provocaban deslices ortográficos. Pero si con tanto adelanto hoy aún se estilan, considerémoslos pecados veniales. Allá va ese comunicado:

Sres. Editores del Atlante: Si Vdes. consideran de alguna utilidad el siguiente comunicado, espero le den cabida en su apreciable periódico.

Los establecimientos que tienen intima relación con la salud pública, con los sentimientos de la piedad cristiana, y con el honor y decoro de los Pueblos, son tan sagrados, que sería un crimen afrentoso mirarlos con indiferencia; asi como sería vano y temerario empeño sostener, sin estrema necesidad, lo que se opone á estos sagrados respetos; Sobre estas bases se afirman los imperios, y si se atropellan y confunden hasta los cimientos de la tierra se conmueven. A vista de estos principios no me admiro de ver la resistencia, el odio implacable y horror con que algunas personas del Realejo de arriba miran su Cementerio provisional, ó mas bien diré; corral inmundo: me admiraría si, de que lo mirasen con indiferencia y de que fuesen insensatos é insensibles.

Los efectos de la corrupción dentro y fuera de poblado son perniciosos, inficionan el aire, y pueden exponer se consiguiría con echar los muertos al campo, sino se asegura por todos los medios posibles la vida, la salud, y el bien estar de los vivos; con este motivo está mandado retirar de la población los Cementerios, y sería tan vana, como infructuosa y superflua la observancia del reglamento, en una sus partes, y no en el todo; y habiendo marcado la autoridad local y Párrocos un sitio, sin dictamen de medicos doctos, a diez varas de distancia de la Iglesia en el centro de la población, por que hayan apartado los muertos de los vivos, porque hayan privado á los hijos de los sepulcros de sus padres, y á los fieles del lugar sagrado que yacían jusgarán que han llenado su deber.

La erección de cementerios no es proyecto solamente civil, ni tampoco solo eclesiástico, pertenece a ambas autoridades, y obrando de consuno, sobran los medios para erigirlo y el poder para remover los obstáculos; de aquí el que el Ayuntamiento y Párroco del Realejo de arriba podian promover la formación de su Cementerio, mas no debían separarse de las ritualidades prevenidas en los estatutos y reglamentos conforme á lo dispuesto en el Pontifical romano, y Reales órdenes de S. M. porque si se manda por estos haya Cementerios, también se prohiben sin aquellos requisitos. Valga la verdad, el corral de paredes secas y rasas á la tierra construído en el Realejo de arriba sin estrema necesidad en medio de poblado, y al aire de un barranco, que encanutado corre á la población inmediata no sirve sino para infestarnos; y como con el propósito de preservar los pueblos señalaron los físicos los requisitos ordenados para los Cementerios y con consulta y presencia de estos han expedido los Reyes sus decretos, los Obispos sus exortaciones, los Médicos sus resoluciones, informes, y consejos para prestar á los vivos y muertos seguridad y consuelo, juzgo que las autoridades principales de la Provincia tomarán conocimiento de su localidad y estado, y dictarán las providencias que estimen conformes:

Los que mueren, SS. Curas y Párrocos, es cierto, no necesitan domicilio en la tierra, sino habitar en los Cielos, pero los vivos necesitamos consuelo, honor, y conservación, y los fieles mostrar la piedad que la Religión les enseña y los nobles y piadosos sentimientos que les han dejado sus padres. Los Cementerios deben tener un lugar distinguido, por que son monumentos que respiran virtudes cristianas. La morada que para los muertos se edifica, para los vivos se prepara, y el honor que les demos, sera muy agradable. No hay Nacion ni Religion que no mire el respeto de los cadáveres como un deber sagrado y religioso, porque han sido domicilios de una alma racional, templos vivos de Dios, que esperan la venida del supremo Juez, la resurreccion, la vida y gloria de los Santos y como en los Cementerios yacen los que han vivido practicando las virtudes que no se diga que se les prepara, un lugar de ignominia sino un ornamento de honor y de gloria.

Queda de Vdes. afectisimo Servidor Q. B. S. M. Un Realejero.

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