(Es continuación del artículo de ayer)
Mas de mil niños y adultos se han vacunado y revacunado durante los dos últimos meses en los estudios de los Sres. Zerolo y Espinosa, llevando la Junta de Sanidad su celo hasta el extremo de disponer la vacunación á domicilio para evitar los consecuencias de la apatía ó de la indiferencia de alguno, de la que con razón sobrada se queja el Sr. Gómez.
Mas de mil niños y adultos se han vacunado y revacunado durante los dos últimos meses en los estudios de los Sres. Zerolo y Espinosa, llevando la Junta de Sanidad su celo hasta el extremo de disponer la vacunación á domicilio para evitar los consecuencias de la apatía ó de la indiferencia de alguno, de la que con razón sobrada se queja el Sr. Gómez.
Desde que se dio el primer caso desgraciado de viruela en
esta Villa, se han tomado todas las medidas de precaución que aconseja la
ciencia en estos casos, y la incomunicación mas rigurosa, y la desinfección mas
constante y hasta la quema de los objetos que estuvieron en contacto del
enfermo, nos han puesto á cubierto, en lo posible, de nuevas y lamentables
infecciones. Después de ese primer caso, solo hemos tenido cuatro atacados, dos
adultos y dos niños, los cuales, sometidos también á una completa incomunicación
y visitados á todas horas por el facultativo titular de esta Villa, han pasado
con felicidad los diversos períodos de la enfermedad variolosa, creyendo
nosotros que las medidas adoptadas, en unión de la suavidad y demás condiciones
salutíferas de nuestra privilegiada comarca, nos librarán en término breve, de
la zozobra en que actualmente vivimos.
Otra de las pruebas que hablan muy alto en pro del celo
desplegado en esta ocasión por nuestra autoridad local y por la Junta encargada
de la salud pública, es la acertada prohibición de la popular fiesta de San
Isidro, y de la no menos popular, si bien más pacífica, de la Octava del
Corpus, fiestas que atraen á esta Villa gran número de forasteros, y reúnen en
determinado espacio á muchos miles de personas. Pues bien; como es sabido que
toda aglomeración de individuos es causa abonada para el desarrollo de las enfermedades
epidémicas, el Sr. Alcalde, de acuerdo con la Junta de Sanidad, ha dispuesto
que dejen de celebrarse ambas festividades (en su parte cívica se entiende)
prestando con esta medida de precaución un verdadero servicio á la salubridad
del pueblo que administra.
Conste, pues, que en la Villa de Orotava se presta el debido
homenaje á los dictados de la ciencia, y que si no podemos librarnos de la
viruela, no será por faltas cometidas por los encargados de la salud pública,
sino porque causas superiores á su voluntad así desgraciadamente lo han
permitido”.
Este prolijo comentario, que viera la luz en El Valle de Orotava, 26 de mayo de 1891, año IV,
número 158, página 2, nada
desmerece de la situación actual. Las concomitancias son más que evidentes.
Aunque hoy prime lo audiovisual, los párrafos anteriores nos conducen,
inexorablemente, a pasajes bien recientes. Pero hay más:
“La Alcaldía de esta Villa, velando con un celo que la honra,
porque la enfermedad variolosa no adquiera desarrollo en esta localidad, como
hasta hoy se ha conseguido merced á las medidas de precaución y de aislamiento
que se han adoptado, y á la vacuna y revacunación á domicilio en la población y
por los campos, ha publicado un edicto previniendo que en el corriente mes se
quiten del casco del pueblo y coloquen á una distancia de dos kilómetros por lo
menos, los estiércoles que se tengan depositados dentro de aquel; que los
cerdos sean trasladados al campo; que los dueños de estanques los limpien
inmediatamente, renovando el agua con frecuencia; que no se vendan frutas inmaduras,
bebidas adulteradas y comestibles insalubres ó en descomposición, que solo se
lave en los lavaderos públicos de las nueve de la mañana á las seis de la
tarde; que se limpien diariamente los estercoleros, vertederos de basuras,
cocheras, cuadras, establos, corrales, etc.; que el barrido de las calles se
haga en todos los dias que están señalados, regándolas previamente; y, en fin,
que en las casas y habitaciones haya la más perfecta limpieza, tanto interior
como exteriormente, que las letrinas no estén al aire libre ni despidan olores
molestos, y que los sumideros se hallen en condiciones convenientes. Aplaudimos
las medidas de la autoridad local, y excitamos al vecindario á que las cumpla
puntualmente en beneficio de la salud pública”.
De El Valle de Orotava, 26 de junio de 1891, año IV,
número 162, página 2. Y qué te voy a comentar que ya tú no estés pensando,
tras estos meses de ‘entretenimiento’ que llevamos.
Al respecto, asimismo, dos últimos botones del muestrario:
“Según nuestras noticias, el Sr. Gobernador de la provincia
telegrafió hace pocos dias, al Sr. Alcalde de esta Villa preguntándole si era
cierto lo que se le había dicho de que en la misma se estaba padeciendo la
difteria con carácter epidémico; lo que demuestra que en la ciudad de la
Laguna, donde se halla residiendo S. S., ha cundido esa falsa noticia,
corroborándolo el hecho de haber servido de motivo, entre otras cosas, al
corresponsal en dicha población de nuestro estimado colega El Liberal de
Tenerife, para dirigir un telegrama á este citado diario.
Ignoramos el objeto que se persiguiera con tan inexacta
aseveración; pero de todos modos debemos hacer constar que los casos de
difteria que aquí han ocurrido han sido muy pocos, tan pocos que no han debido
llevar la alarma á ningún pueblo; y que hoy la salud pública en éste es
completamente satisfactoria”.
Ahora serían otros (piensa mal y acertarás) los encargados
de similares comportamientos. Y ya que hemos vuelto a esa ‘nueva normalidad’,
va la restante:
“A propósito de salud pública, nos es muy grato consignar
también que en el vecino Puerto de la Cruz ha mejorado de un modo notable,
hasta el punto de que según nuestros informes, que estimamos fidedignos, solo
queda un varioloso en franca convalecencia, aislado y perfectamente asistido;
por lo cuál y por las medidas higiénicas y de precaución que ha adoptado el
celoso Sr. Alcalde de la expresada localidad D. Sebastián Fernández Montañez,
no es aventurado considerar radicalmente extinguida en ella la enfermedad de
que tratamos.
Nuestro aplauso al Sr. Fernández, que esperamos no desmaye
en la obra sanitaria que ha emprendido para tranquilidad y fomento de esta
comarca”.
Publicadas ambas en El Valle de Orotava, 3 de octubre de 1891, año V,
número 175, página 3. Cuando escuchemos aquello de que la historia
se repite, no miremos a otro lado.