Ya está bien de tanta blandenguería. Este país necesita
hombres hechos y derechos. De las mujeres ya hablaremos en otro momento, porque
ahora se requiere mano dura. Disciplina, orden y concierto. Y el que no esté de
acuerdo, que chancletee. Que vaya a dar con Maduro.
Estamos pagando las consecuencias de gobiernos débiles,
formados más para figurar que para ejecutar. Y cuando escribo ejecutar,
significa ejecutar. Sin dobleces. Hay que volver al palo y tentetieso. No
podemos seguir con ñoñerías. A la porra con eso de las paridades y las cuotas.
Donde haya un macho de pelo en pecho, quítense figuritas de porcelana.
Volverá el cuartel con carácter obligatorio durante un periodo
mínimo de cinco años. Y en el supuesto de no alcanzar en ese tiempo la
condición de varón enérgico y dispuesto a derramar hasta el último glóbulo rojo
por la defensa a ultranza de los valores patrios, se prorrogará por intervalos
similares hasta que los mandos consideren la conveniencia de darlo por inútil y
condenarlo a fregar perolas de por vida. ¿Para qué reinsertar a un inservible?
El servicio social de las hembras, pues tendrán prohibido
formar parte de profesiones militares en las que se requiere fuerza, destreza y
valor, aunque tengan nobleza en la mirada (cuidado, que suelen engañar mucho
con esa carita de no matar una mosca), será requisito indispensable para poder
acceder a la santa encomienda que la vida tiene reservada para ellas: la
procreación, sagrado deber de toda fémina que se precie y condición
indispensable para la perpetuación de la especie ibérica. Que no vamos a ser
menos que el jamón.
Así que, bajo el ondear glorioso de nuestra enseña nacional,
proclamamos solemnemente nuestro programa con el que daremos un vuelco a una
nación cuya imperial historia ha quedado mancillada por dirigentes pusilánimes.
Y que se resume, llana y simplemente en:
Que dimita Pedro Sánchez. Que dimita Carmen Calvo. Que
dimita Pablo Iglesias. Que dimita Nadia Calviño. Que dimita Teresa Ribera. Que
dimita María Jesús Montero. Que dimita Fernando Grande-Marlaska (este treinta
veces, o más). Que dimita Luis Planas. Que dimita Aránzazu González Laya. Que
dimita Juan Carlos Campo. Que dimita Margarita Robles. Que dimita José Luis
Ábalos. Que dimita Isabel Celáa. Que dimita Yolanda Díaz. Que dimita Reyes
Maroto. Que dimita Carolina Darias. Que dimita José Manuel Rodríguez. Que
dimita Salvador Illa (este quinientas veces, o más). Que dimita Pedro Duque.
Que dimita Irene Montero. Que dimita Alberto Garzón. Que dimita José Luis
Escrivá. Que dimita Manuel Castells. Y ni que decir tiene que los innumerables chiringuitos
que se han montado estos bergantes. Sí, que todo hay que decirlo, con valentía.
Que ninguno le llega al tobillo a los que vamos a pilotar la nave a partir de ahora.
Ni en estudios ni en esfuerzos.
Eliminaremos las autonomías y volveremos al esquema de
provincias bajo el mando único de los gobernadores civiles, que ostentarán al
mismo tiempo la jefatura del movimiento en defensa de los sagrados principios
de la salvaguarda nacional. Siempre a las órdenes de nuestro monarca, también
el emérito, cuya vida se guarde muchos años.
La cúpula gubernamental, a conformar en ese futuro venturoso,
como ya es vox-popular, se alternará
durante intervalos de tres o cuatro décadas (a determinar) entre los dos de la
foto, egregios personajes en los que se depositan las esperanzas de un pueblo
machacado por paguitas de porquería, dispuesto a correr tupido velo y a
renunciar al derecho al voto por el bien de una sociedad que requiere más
mimbres y menos pasar la mano: Santiago Abascal y Pablo Casado. O Pablo Casado
y Santiago Abascal, que tanto monta. Sí, rescatemos viejos y católicos lemas.
Por último (los programas deben ser así: concisos, breves,
sucintos, escuetos, lacónicos, someros, directos y al grano), brindemos con un
buen tequila, bebida de machos (al decir de los mejicanos), para insinuar
veladamente que mantendremos la Secretaría de Estado de Comunicación, a cuyo
frente no va a seguir Miguel Ángel Oliver, cuya figura mediática quedará eclipsada
con la de quien tenemos previsto.
Y una apostilla: ironía, retranca y socarronería, siempre; pero tomémoslo
en serio. Yo estoy intranquilo con la deriva de este derechío. No me gusta nada el andar de la perrita.
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