jueves, 4 de junio de 2020

Un gobierno hecho y derecho

Ya está bien de tanta blandenguería. Este país necesita hombres hechos y derechos. De las mujeres ya hablaremos en otro momento, porque ahora se requiere mano dura. Disciplina, orden y concierto. Y el que no esté de acuerdo, que chancletee. Que vaya a dar con Maduro.

Estamos pagando las consecuencias de gobiernos débiles, formados más para figurar que para ejecutar. Y cuando escribo ejecutar, significa ejecutar. Sin dobleces. Hay que volver al palo y tentetieso. No podemos seguir con ñoñerías. A la porra con eso de las paridades y las cuotas. Donde haya un macho de pelo en pecho, quítense figuritas de porcelana.

Volverá el cuartel con carácter obligatorio durante un periodo mínimo de cinco años. Y en el supuesto de no alcanzar en ese tiempo la condición de varón enérgico y dispuesto a derramar hasta el último glóbulo rojo por la defensa a ultranza de los valores patrios, se prorrogará por intervalos similares hasta que los mandos consideren la conveniencia de darlo por inútil y condenarlo a fregar perolas de por vida. ¿Para qué reinsertar a un inservible?

El servicio social de las hembras, pues tendrán prohibido formar parte de profesiones militares en las que se requiere fuerza, destreza y valor, aunque tengan nobleza en la mirada (cuidado, que suelen engañar mucho con esa carita de no matar una mosca), será requisito indispensable para poder acceder a la santa encomienda que la vida tiene reservada para ellas: la procreación, sagrado deber de toda fémina que se precie y condición indispensable para la perpetuación de la especie ibérica. Que no vamos a ser menos que el jamón.

Así que, bajo el ondear glorioso de nuestra enseña nacional, proclamamos solemnemente nuestro programa con el que daremos un vuelco a una nación cuya imperial historia ha quedado mancillada por dirigentes pusilánimes. Y que se resume, llana y simplemente en:

Que dimita Pedro Sánchez. Que dimita Carmen Calvo. Que dimita Pablo Iglesias. Que dimita Nadia Calviño. Que dimita Teresa Ribera. Que dimita María Jesús Montero. Que dimita Fernando Grande-Marlaska (este treinta veces, o más). Que dimita Luis Planas. Que dimita Aránzazu González Laya. Que dimita Juan Carlos Campo. Que dimita Margarita Robles. Que dimita José Luis Ábalos. Que dimita Isabel Celáa. Que dimita Yolanda Díaz. Que dimita Reyes Maroto. Que dimita Carolina Darias. Que dimita José Manuel Rodríguez. Que dimita Salvador Illa (este quinientas veces, o más). Que dimita Pedro Duque. Que dimita Irene Montero. Que dimita Alberto Garzón. Que dimita José Luis Escrivá. Que dimita Manuel Castells. Y ni que decir tiene que los innumerables chiringuitos que se han montado estos bergantes. Sí, que todo hay que decirlo, con valentía. Que ninguno le llega al tobillo a los que vamos a pilotar la nave a partir de ahora. Ni en estudios ni en esfuerzos.

Eliminaremos las autonomías y volveremos al esquema de provincias bajo el mando único de los gobernadores civiles, que ostentarán al mismo tiempo la jefatura del movimiento en defensa de los sagrados principios de la salvaguarda nacional. Siempre a las órdenes de nuestro monarca, también el emérito, cuya vida se guarde muchos años.

La cúpula gubernamental, a conformar en ese futuro venturoso, como ya es vox-popular, se alternará durante intervalos de tres o cuatro décadas (a determinar) entre los dos de la foto, egregios personajes en los que se depositan las esperanzas de un pueblo machacado por paguitas de porquería, dispuesto a correr tupido velo y a renunciar al derecho al voto por el bien de una sociedad que requiere más mimbres y menos pasar la mano: Santiago Abascal y Pablo Casado. O Pablo Casado y Santiago Abascal, que tanto monta. Sí, rescatemos viejos y católicos lemas.

Por último (los programas deben ser así: concisos, breves, sucintos, escuetos, lacónicos, someros, directos y al grano), brindemos con un buen tequila, bebida de machos (al decir de los mejicanos), para insinuar veladamente que mantendremos la Secretaría de Estado de Comunicación, a cuyo frente no va a seguir Miguel Ángel Oliver, cuya figura mediática quedará eclipsada con la de quien tenemos previsto.

Y una apostilla: ironía, retranca y socarronería, siempre; pero tomémoslo en serio. Yo estoy intranquilo con la deriva de este derechío. No me gusta nada el andar de la perrita.

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