viernes, 12 de junio de 2020

Emigración

En primer lugar, podemos afirmar con certeza que en la actualidad no falta ocupación en esta isla al obrero laborioso y honrado. Las obras de los puertos de Santa Cruz y de Icod en construcción; la del Gran Hotel del Puerto de la Cruz, los trabajos agrícolas emprendidos en Icod y Silos por la casa comercial de Latburi y compañía, ofrecen ocupación á cuantos trabajadores lo soliciten y siempre hemos oido quejarse á las empresas de falta de brazos para las distintas obras emprendidas.

¿Y como se explica, nos dirán, que emigren trabajadores que se quejan de falta de ocupación apropiada á sus aptitudes?

Pues sencillamente, porque esos individuos no son amantes del trabajo, ó tendrán vicios que hagan que los alejen los directores de las construcciones y emigran suponiendo que en América se hallan las calles empedradas con monedas de cinco duros y que se atan los perros con longaniza.

Verdaderamente estos emigrantes no hacen mucha falta que digamos, pero su ejemplo contagia á otros buenos trabajadores que abandonan este país y cuya falta se hace bastante apreciable y sensible.

La segunda de las causas apuntadas es la que ciertamente arranca más convecinos de sus queridos hogares en dirección del Nuevo Mundo. La aspiración del hombre es insaciable é ilimitada como su espiritu, y no hay esperanza mas halagadora que la de ser rico; por ella se afrontan las mayores privaciones y se imponen los mas grandes sacrificios y por ella, en fin, se abandona la querida patria, para quizás no volverla á ver jamás.
¡Pero cuantas decepciones sufren estos incautos al pisar el suelo americano!

Allí, bajo un cielo tropical que enerva sus fuerzas; en medio de populosas ciudades en las que la vida es sumamente cara; sin tener una mano amiga que guie sus pasos en aquellas desconocidas regiones, pronto se siente el desaliento que impone la realidad de las cosas y se vé palpablemente que el cielo de color de rosa que se había soñado, ni es cielo, ni tiene el color de las bellas flores citadas, teniendo que exclamar el incauto, parodiando al poeta: «Lástima grande, que no fuera verdad tanta belleza.»

El arrepentimiento llega tarde; la miseria cierne sus negras alas sobre el emigrante que concluidos sus pocos ó muchos recursos llevados de reserva, tiene que mendigar un pedazo de pan con que saciar su hambre, y feliz él si encuentra algún caritativo paisano que le mantenga durante meses hasta conseguir la deseada colocación, que muchas veces no viene, ó que promueva una suscripción para hallar medios con que volver á la abandonada patria.

Esto no es elucubración de la fantasía; esto es la realidad amarga, fea y triste, pero exacta. Léase la prensa y se verá los inmigrantes que desde Buenos Aires regresan á los distintos puertos de la industriosa Cataluña, en doble número en los meses del presente año á los que emigran en dicha Provincia; adquiéranse noticias de nuestros paisanos residentes en América del Sur y se comprenderá la decepción que han sufrido muchos infelices que sin pan que dar á sus hijos, duermen al raso en parques  y plazas de la gran ciudad, sostenidos únicamente con la limosna que les suministran las sociedades y las personas caritativas.

Presumimos que se nos objetará para destruir nuestros argumentos, que muchos de nuestros paisanos han regresado ricos de América, habiendo salido pobres de estas islas, hecho que no podemos negar; pero aparte de que esas improvisadas fortunas se hicieron en épocas mejores para América que las presentes, en las que la crisis económica es general en los distintos territorios latinos de la misma; aparte de que muchas de esas riquezas se deben al azar de la suerte, en el juego de lotería, por ejemplo; es lo cierto que esas fortunas son muy pocas, son insignificantes, comparadas con el enorme número de emigrantes de estas islas, de los cuales muchos pierden la vida en aquellas apartadas regiones, y otros se quedan allí viviendo pobremente, sin recursos para inmigrar nuevamente á estas tierras y los menos vuelven á ellas sin capital, sirviendo de befa y chacota á los desocupados que se burlan de la plancha realizada por aquellos ilusos soñadores.

Respecto á la tercera de las causas referidas deploramos sinceramente que exista, debida á la mala administración de nuestros gobiernos; pero el bracero es el menos que siente el mal, pues apenas le alcanza: esos impuestos no se le imponen y en caso de que les graven, no los pagan, por la sencilla razón de que no tienen de donde.

Por estas razones creemos que la emigración, tal como hoy la vemos planteada, es un verdadero vértigo que se ha apoderado de nuestros convecinos, sin motivos bastantes que la apoyen: piensen bien los emigrantes el paso que dan abandonando sus hogares y tomen ejemplo en los que hoy lloran expatriados su impremeditada marcha.

(concluiremos mañana)

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