lunes, 1 de junio de 2020

Un alcalde insolidario

Hoy es festivo en mi pueblo. Los dos días que cada municipio establece en el calendario anual se corresponden en Los Realejos al 22 de enero (San Vicente) y 3 de mayo (Fiesta de la Cruz). Cuando el primero de los señalados cae en domingo se pasa al Lunes del Carmen, y si fuese el segundo, como ha ocurrido en el presente 2020, se traslada al Lunes de Remedios. Así siempre se repartirá, equitativamente, entre el Realejo de Arriba y el de Abajo, por aquello de las suspicacias que aún se comentan entre los más viejos de ambos lugares, porque 1955, año de la fusión, no queda tan lejos para las memorias de algunos nostálgicos.

Yo no tendría que haber aparecido en jornada feriada como es uso y costumbre. Pero dado que este Día de Canarias marcó un  hito importante en el devenir del pueblo que me vio nacer (no lo hice en el extranjero ni acudí a estudiar, o me matriculé para que me enviaran el título por correspondencia a cambio de pagar el pertinente reembolso), no puedo, ni debo, eludir el compromiso que siento hacia el municipio en el que enraicé para siempre.

Porque este final de mayo pasará a los anales de la historia como aquella ocasión en que la acción más insolidaria que un cargo público, máximo representante de un importante colectivo poblacional, puede cometer en el desarrollo de su gestión al frente de un Consistorio, ha significado la vergüenza de los realejeros de bien. Que somos muchos –sí, me incluyo– los que no compartimos actitudes de tal porte. Absténganse chupatintas y palmeras.

He puesto en el titular lo de alcalde aunque no debería haberlo hecho. Manuel Domínguez ya no merece tal honor. Se representa a sí mismo. Se adora, se quiere y se admira. Vuela alto y sube cual palmera (otra) orgullosa. Espero estar presente cuando se dé el talegazo (costalada, rebencazo, leñazo, partigazo, caída brusca y súbita).

Regresó el fin de semana pasado algo abatido por sus múltiples ocupaciones allende nuestras fronteras y comprobó que un jodido camión había estropeado una tapa de la red de saneamiento en la calle Doctor González –una de las tantas que venía impartiendo clases de música después de que cerraron los establecimientos del ramo ubicados en la susodicha vía– y decretó la prohibición de circular vehículos pesados. Sin sopesar consecuencias y sin ni siquiera avisar, por pura cortesía, a los alcaldes de los municipios que se iban a ver afectados con tan impopular medida. Que se rasquen, que se busquen la vida, que el Cabildo les ponga unos parapentes a su disposición o que habilite una línea marítima entre Garachico y El Guindaste.

A su bien merecido título de “El ausente” hemos de añadirle nueva muesca a su revólver: “El insolidario”. Pero no se equivoquen nobles gentes de San Juan de la Rambla, La Guancha (el mutismo de su mandatario demuestra el grado de servilismo), Icod de los Vinos, Garachico, El Tanque, Los Silos y Buenavista. Los realejeros no somos así. Bueno, unos cientos de chupatintas y estómagos agradecidos, a decir verdad, sí. Pero el resto entendemos que las causas sobrevenidas –y el derrumbe habido lo es– causan gravísimos problemas. Que requieren soluciones seguras y no meros parches. Pero, mientras, las inevitables molestias no pueden justificar comportamientos como los de un ¿alcalde? tan a tiempo parcial que rayan el más denigrante incivismo para con una franja isleña que bien nos ha valido al resto para los paseos domingueros. Ahora, por mor de quien está más interesado en el aplauso fácil y el beso zalamero, toca joderse (parece que fastidiarse era menos adecuado) el resto de la semana. Búsquense la vida. Porque ya se puso sobre la mesa una ampliación del TF-5 desde Los Realejos hasta Icod y se rechazó, precisamente, por las alegaciones de varios sectores de mi pueblo que no se avinieron a razones de ningún tipo ni se establecieron los canales oportunos para emprender las conversas de rigor y modificar, en su caso, el proyecto. ¿Un túnel? Puede.

Si con la búsqueda de culpables se solventara el asunto, sería yo el primero en indagar. Pero de lo que se trata es de hallar soluciones. Y mientras el tramo aludido siga con la interinidad, los alcaldes, en vez de poner chinitas y mirarse su ombligo, deben aunar esfuerzos e ir todos a una. Lo malo es que ya el Cabildo está en ello. Y el de mi pueblo, como ya tiene resuelto el problema hacia el naciente para acudir al Parlamento (el que vale, vale) y a sus reuniones partidarias –cuando hay atascos llama a su secretaria para que le tenga dispuesto el artilugio volador–, ni acude, sino que manda a una subalterna. Queda claro, pues, su interés. Ande yo caliente… De sus quehaceres y reivindicaciones cuando fue consejero del Cabildo –bueno, él pretendía ser presidente y frustración al canto– rien de rien. Ahora brinda unos semáforos gratis. Cinismo en grado superlativo. Colócalos en Los Cuartos. Como un día se mire la joroba, le va a entrar una depresión de aúpa. ¿En qué se diferencia esta postura a la del PP nacional con la pandemia? Para los ingenuos que sostienen que los de aquí son... lobos disfrazados.

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