Hoy es festivo en mi pueblo. Los dos días que cada municipio
establece en el calendario anual se corresponden en Los Realejos al 22 de enero
(San Vicente) y 3 de mayo (Fiesta de la Cruz). Cuando el primero de los
señalados cae en domingo se pasa al Lunes del Carmen, y si fuese el segundo,
como ha ocurrido en el presente 2020, se traslada al Lunes de Remedios. Así siempre
se repartirá, equitativamente, entre el Realejo de Arriba y el de Abajo, por
aquello de las suspicacias que aún se comentan entre los más viejos de ambos
lugares, porque 1955, año de la fusión, no queda tan lejos para las memorias de
algunos nostálgicos.
Yo no tendría que haber aparecido en jornada feriada como es
uso y costumbre. Pero dado que este Día de Canarias marcó un hito importante en el devenir del pueblo que
me vio nacer (no lo hice en el extranjero ni acudí a estudiar, o me matriculé
para que me enviaran el título por correspondencia a cambio de pagar el pertinente
reembolso), no puedo, ni debo, eludir el compromiso que siento hacia el
municipio en el que enraicé para siempre.
Porque este final de mayo pasará a los anales de la historia
como aquella ocasión en que la acción más insolidaria que un cargo público, máximo
representante de un importante colectivo poblacional, puede cometer en el
desarrollo de su gestión al frente de un Consistorio, ha significado la
vergüenza de los realejeros de bien. Que somos muchos –sí, me incluyo– los que
no compartimos actitudes de tal porte. Absténganse chupatintas y palmeras.
He puesto en el titular lo de alcalde aunque no debería
haberlo hecho. Manuel Domínguez ya no merece tal honor. Se representa a sí
mismo. Se adora, se quiere y se admira. Vuela alto y sube cual palmera (otra) orgullosa. Espero estar presente cuando se dé el talegazo (costalada, rebencazo,
leñazo, partigazo, caída brusca y súbita).
Regresó el fin de semana pasado algo abatido por sus múltiples ocupaciones
allende nuestras fronteras y comprobó que un jodido camión había estropeado una
tapa de la red de saneamiento en la calle Doctor González –una de las tantas
que venía impartiendo clases de música después de que cerraron los
establecimientos del ramo ubicados en la susodicha vía– y decretó la
prohibición de circular vehículos pesados. Sin sopesar consecuencias y sin ni
siquiera avisar, por pura cortesía, a los alcaldes de los municipios que se iban
a ver afectados con tan impopular medida. Que se rasquen, que se busquen la
vida, que el Cabildo les ponga unos parapentes a su disposición o que habilite
una línea marítima entre Garachico y El Guindaste.
A su bien merecido título de “El ausente” hemos de añadirle
nueva muesca a su revólver: “El insolidario”. Pero no se equivoquen nobles
gentes de San Juan de la Rambla, La Guancha (el mutismo de su mandatario
demuestra el grado de servilismo), Icod de los Vinos, Garachico, El Tanque, Los
Silos y Buenavista. Los realejeros no somos así. Bueno, unos cientos de chupatintas
y estómagos agradecidos, a decir verdad, sí. Pero el resto entendemos que las
causas sobrevenidas –y el derrumbe habido lo es– causan gravísimos problemas.
Que requieren soluciones seguras y no meros parches. Pero, mientras, las inevitables molestias no
pueden justificar comportamientos como los de un ¿alcalde? tan a tiempo parcial
que rayan el más denigrante incivismo para con una franja isleña que bien nos
ha valido al resto para los paseos domingueros. Ahora, por mor de quien está
más interesado en el aplauso fácil y el beso zalamero, toca joderse (parece que
fastidiarse era menos adecuado) el resto de la semana. Búsquense la vida.
Porque ya se puso sobre la mesa una ampliación del TF-5 desde Los Realejos
hasta Icod y se rechazó, precisamente, por las alegaciones de varios sectores
de mi pueblo que no se avinieron a razones de ningún tipo ni se establecieron
los canales oportunos para emprender las conversas de rigor y modificar, en su
caso, el proyecto. ¿Un túnel? Puede.
Si con la búsqueda de culpables se solventara el asunto,
sería yo el primero en indagar. Pero de lo que se trata es de hallar
soluciones. Y mientras el tramo aludido siga con la interinidad, los alcaldes,
en vez de poner chinitas y mirarse su ombligo, deben aunar esfuerzos e ir todos
a una. Lo malo es que ya el Cabildo está en ello. Y el de mi pueblo, como ya
tiene resuelto el problema hacia el naciente para acudir al Parlamento (el que
vale, vale) y a sus reuniones partidarias –cuando hay atascos llama a su secretaria
para que le tenga dispuesto el artilugio volador–, ni acude, sino que manda a
una subalterna. Queda claro, pues, su interés. Ande yo caliente… De sus quehaceres
y reivindicaciones cuando fue consejero del Cabildo –bueno, él pretendía ser presidente
y frustración al canto– rien de rien.
Ahora brinda unos semáforos gratis. Cinismo en grado superlativo. Colócalos en
Los Cuartos. Como un día se mire la joroba, le va a entrar una depresión de aúpa. ¿En qué se diferencia esta postura a la del PP nacional con la pandemia? Para los ingenuos que sostienen que los de aquí son... lobos disfrazados.
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