Suelen mostrarse reacios los políticos cuando deben adoptar
medidas que afecten al bolsillo del ciudadano. La cultura latina no está por la
labor de mostrarnos solidarios a la hora de pagar impuestos, aun sabiendo que
ello redundará en la mejora de la calidad de vida, en eso que hemos venido a
denominar estado del bienestar. Los que gobiernan piensan más en el día de las elecciones y en el cómo
gestionar con la suficiente mano ancha para que no haya sorpresa en la urna y se
pueda continuar aupado en la poltrona. Y el paganini entiende que todo ese
rollo de la solidaridad y otras zarandajas varias queda muy bien en el papel,
pero si el que apoquina es el vecino.
No todo debe ceñirse, sin embargo, a cuestiones
crematísticas. Porque también existen preceptos de otra índole que duelen
igualmente. Y estas siete semanas que llevamos en estado de alarma han ido
marcando pautas procedimentales a las que no estábamos acostumbrados. Nuestra
natural, y casi innata, rebeldía ha debido apaciguarse durante muchos días de
encierro. Los hábitos adquiridos pesan como losas y desprenderse de prácticas
adheridas a nuestros genes suele ser ejercicio de muy difícil cumplimiento.
En Los Realejos no podemos quedar ajenos a la casuística.
Hemos comprobado que el derrumbe habido a la altura del Mirador de La Grimona
ha venido a poner de manifiesto que lo que muchos venimos sosteniendo desde ha
bastante –a mis escritos me remito– acerca de la urgente necesidad de buscar
una solución al tramo entre El Castillo y Buen Paso, no es asunto baladí. A lo
que habría que añadir la confrontación política entre dos de las instituciones
implicadas: Cabildo de Tenerife, con un pacto de gobierno donde no está presente
el PP, y Ayuntamiento de la Villa de Viera, con mayoría absoluta de Manuel Domínguez,
de quien no debemos olvidar sus otras ocupaciones para entender el porqué de
los encontronazos.
Al señor Domínguez le sigue atormentando el hecho de que
Ciudadanos, o lo que queda, se decantara por llevar a la presidencia del cabildo
tinerfeño a Pedro Martín. El no comerse un rosco (expresión coloquial, of course) en las instituciones
relevantes de Canarias ha dejado una espina clavada y una herida abierta de muy
costosa reparación. Le ocurre igual a Coalición Canaria, no se preocupe. Basta
observar lo que se cuece (guisa, en canario) desde el Congreso de los
Diputados, pasando por el Senado, y desembocando en los foros de decisión en
estos peñascos, incluyendo los ayuntamientos de las poblaciones importantes.
Devoto seguidor de la táctica de te espero en la bajadita,
que aprendió fielmente en un cuarto de comunicación que frecuenta y que
patrocina mediante propaganda institucional (o más bien partidaria), no dudó en
cobrárselas en la primera ocasión que se le presentó. Sabía que cuenta a su
favor con la posibilidad de proclamar sus consignas mediante el poderosísimo
aparato publicitario disponible, público y privado. A lo que debe añadirse la
notoria cantidad de aplaudidoras(es) que aclamarán cualquier decisión, como
fiel rebaño, sin entrar en mayores consideraciones ni enjuiciar aspectos de
providencias o decretos. Yo de eso no sé, pero es tan populachero, tan
simpático, tan cercano…
Y ahí quería llegar yo, a lo de tan cercano. Porque los
cuatro bobos (y dos bobas) que en el pueblo quedamos con dos dedos de frente
(bueno, algunos presumimos de más cancha) y la neurona bien puesta (qué raro
que un bobo use tal cosa), pensamos cuánto debió sufrir para dar el visto bueno
a la publicación que se adjunta al presente comentario como ilustración
gráfica. Eso de los dos metros tiene que doler como una patada en… los tobillos.
Cuando pase todo esto y volvamos a esa nueva normalidad no quisiera aparecer
por sus alrededores. ¿Recuerdas los documentales (de la 2) que versan sobre los
animales en celo? Lo manifiesto porque es bastante im-popular el que estén
grabando a los pobres seres irracionales en los momentos en que el cerebro no
responde sino a instintos básicos. No pasa por mi imaginación el que tú hayas
podido pensar otra cosa.
Bueno, cuando vuelva el lunes ya deberemos estar en fase 3,
que no debe ser lo mismo que los encuentros en la tercera fase. Como esta mañana,
cuando regresaba de la capital, me paré a echarme un cortado en La Baranda
(tengo una foto) y aquello, como la autopista, estaba casi petado, en unos días
ya habremos corrido tupido velo a tanto sacrificio. Así que tranquilo, señor diputado,
olvide usted (Casado también debería hacerlo, unas veces se gana y otras se
pierde; y todo es legítimo, que debe estar mal asesorado) viejas rencillas y
hable con Martín, o Arriaga, porque, esa impresión me da, los veo con mucho
interés en solucionar los retrasos viarios de muchas décadas. Y no siga jugando
con golpes de efecto porque a veces
explotan en las manos. Y lo votos hoy vienen, pero mañana van.
La exactitud se aloja en estas líneas.
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